viernes, 25 de enero de 2013


Diversificar, una de las llaves para controlar malezas resistentes

Mitre y el campo – Buenos Aires – CABA – 23-01-2013 El PhD en Weed Sciences de la Universidad de Purdue EUA, Ribas Vidal, y el Investigador de la Universidad de Australia, Michael Walsh, brindan un panorama de situación y soluciones, ante un problema regional.
Tras un minucioso relevamiento de la situación mundial con respecto al problema de las malezas resistentes, el especialista brasileño, Ribas Vidal, se centró en el caso de Brasil donde según señaló, “hay cinco millones de hectáreas afectadas con malezas resistentes al glifosato”, lo cual es preocupante, si se considera que la superficie sembrada con cultivos transgénicos en el vecino país representa sólo el 15 por ciento de su área cultivable, es decir, que más de la mitad del área destinada a transgénicos está afectada por la resistencia a herbicidas.
Vidal mostró que la proporción es peor en otros países como es el caso de EE.UU., aunque aclaró que no hay datos concretos sobre este último. “Lo que debemos considerar es que la evolución de los cultivos transgénicos a nivel mundial, pasó de 0 por ciento en 1995 a 160 millones de hectáreas en 2010. En EE.UU. representa el 44 por ciento de su área cultivable mientras que en Argentina y Brasil, el 15 por ciento, siendo la soja, el cultivo principal”, y esa fenomenal expansión de los cultivos transgénicos trajo, a decir de este experto, aparejado la proliferación de malezas resistentes.
“Nos enfrentamos a un escenario de resistencia mundial”, señaló Vidal, quien en su enumeración de las causas en el caso brasileño, se remitió al origen, “a partir de 1983, con la caída del precio del glifosato” y su consiguiente incremento en su utilización. “El comienzo de la detección de malezas resistentes se dio en consonancia con el aumento, según registros oficiales, de la aplicación del herbicida, y hoy estamos en un escenario peor que en los ‘80”, aseveró. En respaldo de esta afirmación, Vidal tomó de ejemplo la evolución en cantidad de la aplicación del glifosato,3 kgpor hectárea en2003, a4.5 kgen 2008-2010, sin que por ello se haya mejorado el rinde de manera ostensible.
Por este motivo es que Vidal hizo hincapié en que “debemos concentrar nuestros esfuerzos en prevenir lo que nos depara el futuro. En la ciencia está empezando a surgir la posibilidad de modificar el metabolismo de las plantas como recurso para resolver el problema de la resistencia y esto supone buenas perspectivas. Si pensamos en la creciente demanda de alimentos, debemos afrontar la noción de que esta demanda va a requerir del pronto hallazgo de soluciones que, en mi opinión, se deben buscar a través de la génesis. La tecnología promete pero hay que considerar los aspectos negativos, primero incluirlos en el ámbito de la ciencia para llegar a una solución”, remarcó.
Algunas soluciones
Precisamente fue en torno de la búsqueda de soluciones al problema de la resistencia en malezas que giró la disertación del especialista australiano, experto en la Iniciativa de Resistencia a Herbicidas en ese país, Michael Walsh, quien dentro del panorama mundial que ofreció sobre el problema, ubicó a la Argentina como un país que está “totalmente a tiempo de enfrentarlo y resolverlo”.
Demostró su idea haciendo base en el caso de su propio país: “Si hubiera un campeonato de resistencia al herbicida, Australia sería el campeón”, arrancó. “En mi país, el problema de la resistencia es una historia de larga data. Empieza con el pasado perfil de producción australiano, específicamente de ganado ovino, en el denominado Cinturón Ovejero, donde ya desde mediados del siglo XIX pastaban 140 millones de cabezas, alimentadas a base de Lolium. El cultivo de esta excelente pastura, por su calidad nutritiva, fue incentivado hasta fines del siglo pasado, hasta que en 1970, introduciendo un nuevo perfil de producción, se forzó el cambio de ganado hacia el bovino y se destinaron 25 millones de hectáreas a la Labranza de Conservación”, narró Walsh.
“Con ello –continuó–, la necesidad de combatir las malezas y el consiguiente inicio de la dependencia de los herbicidas. El Lolium, que primero dio de comer a las ovejas, se transformó de la noche a la mañana en el principal problema para nuestros cultivos (70 por ciento trigo), y hoy tenemos el 98 por ciento de la población de Lolium resistente al glifosato”.
Walsh contó que la respuesta ante el problema en principio no fue para nada alentadora, pero que de ello se desprendieron las soluciones que hoy se aplican en Australia: “Los expertos nos dicen que hay pocas perspectivas de que surjan nuevos herbicidas para combatir la creciente población resistente, por lo que la estrategia pasó a centrarse en mejorar el manejo de los cultivos. Empezamos a focalizarnos en el análisis de las semillas de las malezas (en lugar de centrarse sólo en la mejora de los granos de cultivo), empezamos la recolección y la discriminación de estas semillas en la misma cosecha, conservándolas a parte de los granos (Retención en la cosechadora), interrumpiendo así el proceso por el que la semilla vuelve a la tierra”, explicó.
“Este sistema, en el caso de la granza, permite hoy la eliminación del 85 por ciento de la maleza”, indicó, para luego detallar otros sistemas alternativos para el manejo de malezas resistentes como el de enfardado directo de paja y granza “como una manera fácil de recoger y eliminar la semilla”, el de “quema o combustión de hilera angosta”, o el de “Destructor de Semillas Harrington, especial para combatir la granza, discriminando las semillas, triturándolas y luego devolviéndolas a la tierra”.
Walsh sostuvo que respecto de este último sistema “estamos muy entusiasmados, lo que se ve reflejado en resultados, después de 11 años de monitoreo del Lolium que tiene frecuencias muy altas de resistencia, pero que puede vencerse con un mejor y más sustentable manejo de los cultivos. Esa es la clave”, enfatizó. “Ante un escenario de menor cantidad de opciones de herbicidas, la clave está en la diversidad en el control de las malezas”, concluyó.

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