sábado, 5 de enero de 2013


El humor filoso, marca registrada de don Atahualpa




En la vida de Yupanqui, el anecdotario de ocurrencias y veloces réplicas es copioso.

Me gustan las bromas, conozco cien mil chistes paisanos y puedo contarlos tres noches seguidas, sin repetir ninguno -decía Atahualpa Yupanqui- Vengo de un espíritu burlón pero campesino, y ligeramente dramático (mucha pobreza, mucha soledad), pero con una tercera dimensión particular y un sentido del humor heredado de mi abuelo. Pero si me ponés una guitarra en la falda se me acabaron los chistes, las bromas; es como si me pusieras una vieja Biblia más clara en sus parábolas."
Y es cierto, porque aunque abundan las anécdotas de su humor chispeante y filoso, casi no lo ejerció en sus canciones. Sí lo tienen dos composiciones muy conocidas. En Chacarera de las piedras cantó: A la sombra de unos talas / Yo ´i sentido de un repente / A una moza que decía: / Sosiegue, que viene gente. Y en La colorada : El zorro me llevó un pollo / y una tarde lo rastrié, / vide que usaba alpargatas / y eran del número diez. También asoma cierto humor en Milonga del peón de campo , cuando describe a " un valet que anda siempre disfrazao ".
Pero el anecdotario de sus ocurrencias y veloces réplicas en charlas íntimas o en rueda de colegas del canto es más que copioso. Suele recordarse aquella salida cuando lo invitaron a comer un asado, diciéndole: "Venga, Don Ata y tráigase la guitarra". Y él, buen criollo socarrón, contestó: "¿Para qué? Si mi guitarra no come...".
También es conocida, porque la refirió el propio Chango Farías Gómez, su definición de que el grupo vocal Los Huanca Hua era aquel que mientras uno de ellos cantaba los demás le hacían burla. Es que muchas de sus críticas al folclore de los sesenta y setenta -válidas también para el de hoy- fueron dichas en clave de humor; un humor un tanto enojado, a veces. Respecto del repertorio de temática de amor sensual dijo: "Insisten metiendo esas pavadas, metiéndolas por si Frank Sinatra las escucha, le gustan y las graba...". Y de ciertos grupos argentinos que se las "rebuscaban" en Europa: "Hacen El cóndor pasa y no pueden hacer ni el gorrión pasa".
A veces, el soslayo de los medios de difusión o los equívocos habituales del público hacían que, al fin, cayera rendido y por las buenas a sus consecuencias... y hasta se anticipara a ellas. Así, la pianista Hilda Herrera contó que, en un alto de una gira, llegaron al mediodía a un almacén de Jesús María y pidieron algo de comer. La mujer que los atendió lo miraba y luego, con mayor curiosidad, también el esposo. Finalmente, ambos se acercaron y preguntaron: "Usted es..." Y Yupanqui, interrumpiéndolos, les dijo: "Si soy yo, Eduardo Falú".
Finalmente, en una carta desde Japón a su esposa Nenette, escribe: "¡Milanesas! ¡Quiero milanesas! Aquí hace un mes que no como carne: tiene un gusto a ballena muerta a patadas".
Sin embargo, respecto del humor que el propio Yupanqui decía conocer a montones es interesante una ocurrencia de otro sobre él, que gustaba recordar. A mediados de los años 40, cuando el gran artista estaba prohibido, llegó a comer a un recreo donde había un conjunto que acababa de interpretar una canción de su repertorio. Y, al reconocerlo, el dueño del lugar tomó el micrófono y dijo: "Señoras y señores, hemos escuchado una zamba de un autor anónimo que nos honra con su presencia".
Hay, por supuesto, más. Y muchos lectores podrán abonar con otras anécdotas de diversas fuentes este breve recordatorio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.