domingo, 27 de enero de 2013


La receta danesa para criar cerdos

CHILE : El episodio Agrosuper en el Valle de Huasco mostró un antes y un después en los estándares que se deben cumplir para la producción intensiva de animales. En el Viejo Continente, donde las normas ambientales son exigentes, continúa la crianza de cerdos a pesar de la cercanía con los centros urbanos. Entre sus secretos está la planificación territorial y normas claras antes de instalarse.
Según el informe de diciembre 2012 de la Oficina de Estudios y Planificación Agraria (Odepa) del Ministerio de Agricultura, a diferencia de la carne de bovino para la cual se espera un crecimiento del 4%, el 2013 no mostraría una situación auspiciosa para la carne porcina, “ya que se espera un estancamiento de los niveles productivos”. Agrega que no se espera crecimiento alguno para 2013, debido a “nuevas configuraciones de la industria procesadora”.
El detonante de estos cambios fue la planta de Agrosuper en Freirina, en el Valle de Huasco, y las movilizaciones sociales que provocaron los nauseabundos olores que salieron al fallar uno de los modernos sistemas de manejo de riles, que llevaron a acciones judiciales y que concluyeron hace un par de semanas, con el cierre -”indefinido”, según el último comunicado de la empresa- de la planta del valle del Huasco. Si bien Freirina es emblemática, no es el único caso en el que la producción porcina ha estado cuestionada. De hecho, en las últimas semanas sonó fuerte el malestar de un grupo de habitantes de Montenegro, del sector norte de Tiltil, quienes incluso se tomaron la Ruta 5 Norte, en rechazo a los malos olores y las moscas que emanan de una planta criadora de cerdos.
La situación no es para dejarla pasar. Si bien los cerdos se han transformado en los últimos años en uno de los productos estrellas de la canasta exportadora chilena, la intensificación de la conciencia ambiental y el empoderamiento de los chilenos, que ya no están dispuestos a soportar que las instalaciones productivas no consideren la calidad de vida de los habitantes cercanos, sacan a colación cómo lo hacen otros países, como los europeos, donde la conciencia ambiental es aún mayor que la de los chilenos, pero donde la producción de cerdos en espacios cercanos a las urbes es habitual.
Ahora, lo cierto es que a nivel mundial producir cerdos en formato de fábricas (“pig farms”, en inglés) se está tornando cada vez más complejo, tradúzcase también como más controvertido y caro. Mientras en Estados Unidos hay una creciente presión por el bienestar animal, que consideran entre otros las condiciones de las madres, en el Viejo Continente cuando aparece la posibilidad de una granja de cerdos, las comunidades también se oponen a la instalación. En Inglaterra, por ejemplo, Midland Pig Production, una productora de cerdos presentó en 2011 un estudio ambiental para instalarse en Foston, condado de Derbyshire, con una fábrica que llegaría al confinamiento de hasta 25.000 cerdos. Se topó con miles de firmas de la comunidad protestando en contra del tráfico que provocaría la circulación de 1.000 animales por semana. Las preocupaciones de la comunidad iban desde el bienestar animal hasta el riesgo de la inoculación de antibióticos para la salud humana, pasando por malos olores, emisiones de gases tóxicos, tráfico, incremento del CO2 en el ambiente, industrialización del área, contaminación de agua y un largo etcétera.
En realidad, según los expertos, es la ausencia de estándares normativos altos definidos previamente como tales lo que da pie para protestas por parte de comunidades cada vez más empoderadas. Y no sólo se trata de definiciones territoriales. Las exigencias abarcan la sustentabilidad, el bienestar animal, el entorno libre de olores, etc. En Europa, existe un movimiento tendiente a cuestionar las fábricas y, al igual que con las hortalizas y vinos, se aboga por cerdos “Outdoor, Free Range and Organic”; esto es, que viven afuera, tienen libertad de circulación y se alimentan de manera orgánica. Son nuevos tipos de producto apreciados por consumidores cada vez más conscientes de lo que ingieren.
Sin embargo, en Europa los cerdos se producen y en cantidades. De hecho, Dinamarca, con poco más de cinco millones de habitantes repartidos en 42,434 km², es el primer exportador de carne de cerdo del mundo.
Y la fórmula encontrada por ese país, según el sitio web Pig Research Centre, un organismo danés destinado a la investigación de todo lo que toca a la industria del cerdo, es manejarse con estándares claros, con normas ya sea emitidas por la Comunidad Europea o con las aún más estrictas elaboradas bajo la ley danesa. Allí las buenas prácticas en diseños y funcionamiento de los planteles se basan en altos estándares de bienestar de los animales, lo que, de paso, generaría una mayor producción y, a final de cuentas, mejores retornos económicos. En resumen, lo que plantean es que para que un ganadero mantenga un sistema eficiente y moderno de producción debe tener una base clara sobre la cual tomar decisiones. Es sólo así que podrá producir sin tener problemas con su entorno natural y humano.
Y están permanentemente trabajando en ello.
En un reporte anual difundido tanto en danés como en inglés se mencionan entre los objetivos de mejoría de parámetros de producción y bienestar animal, por ejemplo, los de reducción de antibióticos, la exigencia de dar remedios para prevenir el dolor de la castración de cerditos o los de estudiar el layout del hábitat de las cerdas preñadas, como el tipo de suelo y el espacio para conseguir mejores camadas, hasta el uso de mats de goma para prevenir las enfermedad del hombro a las que son propensos los cerdos.
También se plantea que hay que manejar el clima de las instalaciones, pues con mucho frío o mucho calor los animales se estresan. Lo mismo ocurre con los espacios muy reducidos y la densidad de los animales o el encierro de las madres. El trasfondo es simple: un cerdo estresado requerirá más controles sanitarios, tendrá más enfermedades, estará sujeto a más antibióticos; resumiendo, según estrictas consideraciones económicas, tendrá un menor rendimiento en lo productivo.
En materia de investigación, los daneses también son muy activos. En 2011 estaban probando los resultados de una vacuna para evitar la castración física, buscando suprimir la producción de androsterona, que provoca efectos en el color y sabor de los cerdos.
Todo bajo normas estrictas
En materia ambiental, cuando se trata de la legislación para la producción de cerdos, Dinamarca suele tomar como base las directrices de la Unión Europea. Pero es usual que en ese país se incrementen y vuelvan aún más rigurosos los requisitos. Por ejemplo, los agricultores daneses sólo pueden repartir un máximo de 140 kg de nitrógeno derivado del guano de cerdos por hectárea, contra los 170 kg que contemplan como máximo otros países de la UE. Esto busca evitar un uso excesivo que podría generar contaminación de napas de agua por percolación del nitrógeno y el fósforo.
Y en relación con el control de olores, prima proteger a la comunidad. Por ello, tienen un límite respecto de cuánto pueden molestar a los vecinos y a las áreas residenciales alrededor de las granjas de cerdos (son muy cercanas, ya que no hay mucha superficie de tierras).
La normativa que define estos límites y sus controles está dispuesta en el Acta de Aprobación Medioambiental para la Producción Animal y por el Plan de Acción para el Ambiente Acuático III 2005-2015.
Así, tanto las descargas de nutrientes -por ejemplo, el nitrógeno y fósforo-, como evaporación de amonio en la atmósfera son reguladas y cualquier nuevo establecimiento o la expansión de los existentes requiere de una preaprobación de las autoridades danesas. En el caso de las nuevas instalaciones, los permisos se dan siempre que los desarrollos estén situados lejos de áreas medioambientalmente vulnerables y tomando en cuenta las posibles incomodidades por olores que puedan causarse a los vecinos.
“Se efectúan inspecciones no anunciadas para controlar el uso de la tierra, las mezclas de alimentos, el nivel de fertilizantes, las distancias de los cursos de agua, el manejo de desechos y de químicos, tal como también las condiciones de sanidad y de seguridad”, dice Pig Research.
 Qué pasa en Chile
En Chile, en tanto, pareciera que hay un camino largo por recorrer. No es que no haya nada. De hecho, en lo que es sanidad porcina, las normas son estrictas y así lo saben los países a los que Chile exporta gran parte de su producción. El SAG ejerce numerosos controles y los privados están también preocupados del tema. En cuanto al bienestar de los cerdos de producción intensiva, la legislación chilena es débil. La Ley 20.358 establece normas para el funcionamiento de mataderos, preocupándose de la salud de los animales que son faenados, pero nada dice respecto del bienestar de éstos.
En cuanto a manejo ambiental, la Asociación Gremial de Productores de Cerdos de Chile (Asprocer) posee un Manual de Alternativas para el Manejo de Purines, que muestra nueve tipos de tratamientos que denominan “avanzados. Sin embargo, al compararlos con las exigencias danesas, queda claro que no están a la altura.
Pero hay avances. Se trabaja en un tercer acuerdo de Producción Limpia que debiera ser presentado en marzo 2013. “El tercer APL está enfocado a mejorar la eficiencia en el uso de los recursos energéticos e hídricos, buscando avanzar en la sustentabilidad ambiental de la industria porcina chilena. También tratarán temas de olores, mejoramiento en el manejo de purines y avances en el bienestar animal”, según Daniela Álvarez, jefa de Medioambiente de Asprocer.
En cuanto a la ubicación de nuevas instalaciones porcinas intensivas, Daniela Álvarez señala que ese es el gran problema en Chile. “No hay todavía certeza respecto de qué se puede hacer y dónde”.

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