jueves, 27 de febrero de 2014

Un científico de cara a la ganadería


Un joven investigador, doctorado en Suiza, explica cómo adaptó su formación a la realidad argentina desarrollando una técnica superadora para la inseminación artificial. Qué necesita de la cadena cárnica para seguir aportando innovaciones.
Ignacio Rintoul es un Ingeniero en Materiales de 38 años, oriundo de una zona rural santafecina. Hizo un doctorado en Suiza en micro encapsulación, una técnica que hace posible liberar insulina del páncreas del cerdo en pacientes diabéticos, algo bastante alejado de las posibilidades de nuestro país. Al regresar, aprovechó esta experiencia para desarrollar una innovación en el campo de la inseminación artificial de bovinos.
“Volví a la Argentina porque es muy duro vivir lejos de la familia. Me radiqué en Colastiné Norte, una zona de islas, donde la gente cría ganado, entre las ciudades de Santa Fe y Paraná. Ahora, trabajo en el Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC) que depende del Conicet y de la Universidad Nacional del Litoral”, contó a Valor Carne. Y agregó: “aquí, las necesidades soy muy distintas y el nuevo desarrollo es producto de haber alineado mis conocimientos a la realidad argentina”.
La técnica creada por Rintoul consiste en la encapsulación de progesterona para ser liberada en forma controlada en el cuerpo de la vaca. Esta hormona, suprime la ovulación durante un breve período y cuando se deja de suministrar, la hembra ovula haciendo posible que ese mismo día se realice la inseminación.
“Inicialmente, hicimos ensayos con distintos fondos hasta que logramos un apoyo institucional y financiero importante por parte del IPCVA, que potenció la investigación a la escala de hoy en día”, explicó.
Rintoul formó un grupo de seis profesionales de distintas disciplinas que están haciendo sus tesis doctorales. El equipo trabaja en cooperación con el médico veterinario Matías Lapissonde, Coordinador de la Cadena de la Carne del Ministerio de la Producción de Santa Fe.
La innovación surgió de la observación de la producción de bovinos a campo. “En cualquier industria, como la fabricación en serie de electrónica o de componentes de autos, se nota que han optimizado los procesos productivos, que están controlados. Incluso la agricultura está mucho más tecnificada, mientras que la ganadería viene corriendo bastante atrás. Entonces, empecé a preguntarme qué estaba pasando con esta actividad que no acompaña a las otras con la misma velocidad”, recordó.
El investigador advirtió que los nacimientos de los terneros empiezan a fines del invierno y terminan a mediados del verano. Y esto tiene implicancias tremendas a lo largo de la cadena productiva, por ejemplo, en la planificación de la alimentación y de la sanidad.
El principal problema parte de la dispersión del celo de las vacas que dificulta la sincronización del servicio. “La vaca ovula en forma asincrónica porque la especie ha buscado desparramar los nacimientos para asegurar su supervivencia frente a las alternativas de los pastos y el clima, pero a los productores modernos les convienen las  pariciones simultáneas”, explicó.
Superando obstáculos
Otra tecnología que desde hace 40 años cumple la misma función que la micro encapsulación, son los dispositivos intra vaginales para inseminación artificial a tiempo fijo. Sin embargo, su adopción alcanza apenas al 4% de las vacas del mundo.
Para Rintou, las dificultades para un uso más amplio radican en que “uno necesita encepar la vaca; hay que higienizar la vagina y, para eso, hace falta agua limpia a cierta presión, algo difícil a campo; se requieren guantes, caso contrario el operario se contaminaría con hormonas femeninas; hay que cambiar esta protección de una vaca a otra, para evitar la transmisión de enfermedades venéreas; y hay que introducir el intra vaginal, que viene de un solo tamaño, por lo que algunos entran flojos y se caen y otros lastiman”. Además, a los siete o diez días, hay que hacer todo el procedimiento de vuelta para retirar los dispositivos y, por Ley, se deben enterrar para evitar impactos en el ambiente.
Por eso, los científicos imaginaron un método que cumpliera con el mismo objetivo pero que fuera mucho más versátil. “En principio, tenía que ser un inyectable para que pudiera ser dosificado, animal a animal, desde la manga, sin encepar;  y que no se necesitara una higiene tan estricta para utilizarlo en cualquier campo, donde obviamente no se dispone de agua limpia a presión”, subrayó.
Así las cosas, desarrollaron partículas muy pequeñas llamadas microcápsulas que tienen la  propiedad de liberar controladamente la cantidad de hormonas necesarias y después son bioasimiladas por el cuerpo del animal sin dejar residuo alguno.
Cumpliendo requisitos
El equipo argentino buscaba trabajar con los estándares más altos para productos veterinarios cumpliendo con todos los requisitos exigidos por la Food and Drug Administration (FDA), el organismo sanitario norteamericano. “Ya está demostrada la inocuidad para la vaca y para las personas que consuman la carne, la seguridad en la producción, o sea que no contamina a los operarios ni al ambiente, y la eficiencia terapéutica”, destacó.
En cuanto a la propiedad intelectual  -que pertenece al IPCVA, el Conicet y la Universidad del Litoral- ya se han iniciado los trámites de patentes en Estados Unidos, Australia, Uruguay, Brasil, Paraguay, Argentina y Bolivia y se está negociando con una empresa nacional para la producción comercial.
Ahora, solo falta que la tecnología salga al mercado. “En la Argentina, el Senasa tarda unos dos años desde que se solicita el certificado de libre comercialización de un producto veterinario hasta que es expedido, ya que hay que validar todo lo que está demostrado por la FDA. En Brasil, se demora de 3 a 4 años y en Paraguay, 120 días, es decir que cada país tiene sus tiempos”, indicó.
Al servicio de la ganadería
“Nosotros tenemos conocimiento de muy alto nivel, pero lo nuestro es como una solución que busca problemas. Los científicos estamos en nuestro laboratorio y si no tenemos una demanda concreta del medio productivo es muy difícil darnos cuenta de las necesidades”, planteó Rintoul.
Como ejemplo, contó una anécdota reciente: “recibimos una consulta acerca del origen de un bife, querían saber donde vivió la vaca de la cual provenía. Y nosotros, sin tener ningún otro dato más que una muestra de la carne, podemos averiguar en que región geográfica del mundo se crió”.
Para ello, los profesionales están desarrollando una técnica basada en la medición del deuterio, un elemento que se encuentra en bajísimas concentraciones en el agua, en todas partes, pero ninguna es igual a otra. “Esta técnica se usa en vinos para diferenciar, por ejemplo, si es francés o argentino.  Pienso que en la carne vacuna serviría para corroborar que todos los papeles de trazabilidad son correctos”, aseguró.
También, les acercaron una demanda por sexado del semen, una técnica que hoy resulta muy costosa porque se realiza espermatozoide por espermatozoide y están buscando un método alternativo para procesarlos en masa a través de filtros especiales.
“A los científicos nos gustaría que la cadena cárnica nos hiciera llegar sus inquietudes para que podamos seguir contribuyendo con innovaciones”, finalizó Rintoul.

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