CHILE : Debido al encarecimiento y la escasez en la mano de obra, los productores de uva comenzaron a reemplazar a los hombres por máquinas. Según los expertos, realizar las labores en el momento oportuno, más rápido, tener plantaciones homogéneas y mejorar la calidad del vino son algunos de los beneficios.
La mecanización de los viñedos ya es un hecho para los vinicultores. Hace más de una década ingresaron las primeras cosechadoras, que eran toda una novedad para la época, y hoy la sofisticación de la tecnología permite realizar a máquina labores tan finas como deshojar delicadamente las plantas.
Su uso en el país ha venido extendiéndose, pero aún hay espacio para crecer, especialmente porque puede significar soluciones a problemas que genera la creciente escasez de la mano de obra.
Según Eduardo Silva, asesor de viñedos, en Chile las viñas tienen mecanizado al menos una décima parte de sus labores y algunas superan el 90%. “Es absolutamente indispensable la mecanización. El viñedo que no lo considere tendrá problemas serios, porque si no hay gente para cosechar la uva en el momento oportuno, se pierde la producción”, comenta el agrónomo.
El manejo de los tiempos es una prioridad en el mundo del vino, porque una tarde de sol extra puede generar algunos cambios nefastos en la composición de las uvas y afectar la calidad del vino.
Por eso, una de las amenazas en el sector agrícola es la escasez en la mano de obra. Cada vez son menos los trabajadores dispuestos a pasar horas bajo el sol tratando las parras, y además cobran hasta 60% más que hace cinco años.
Muchos vinicultores coinciden en que es más barato aplicar herbicidas, hacer la chapoda, controlar la maleza y cosechar a máquina que a mano.
“Antes, para pagar la máquina tenías que sacar por lo menos 10 mil kilos por hectárea, ahora con 7 mil kilos es más barato mecanizarlo”, asegura Samuel Barros, vinicultor de Santa Carolina, quienes tienen mecanizado cerca del 70% de las labores de cosecha, prepoda y del deshoje.
Barros cuenta que en la viña partieron de a poco, pero los resultados los han convencido de seguir sumando labores mecanizadas. “Hemos ido avanzando con deshojadoras, prepodadoras, cosechadoras, desbrotadoras químicas y no veo ninguna razón para no hacerlo. Incluso para trabajos en laderas de cerro”, dice.
Si hace veinte años las viñas requerían hasta 90 jornadas hombre por hectárea, hoy las más tecnológicas pueden necesitar solo 20 y, según los expertos, realizar las labores en el momento en que se requieren.
“Con una máquina podemos cosechar 75 mil kilos en un día y de lunes a lunes. Además, podemos cubrir cinco hectáreas en 24 horas, y con gente solo una. Hacer veinte hectáreas con máquina son cuatro días y en la otra un mes. Entonces, pierdes la oportunidad de hacer el deshoje en el momento oportuno, por ejemplo”, comenta Barros.
En el caso de los tintos, cuando la uva está más tapada por follaje “tiende a tener gustos herbales, que al final es un problema. Si lo haces temprano y lo mantienes durante la temporada con canopias más transparentes, se reduce la aparición de pirafinas y se dan vinos más frescos y frutales, que es lo que pide el mercado”, explica Sebastián Warnier, gerente agrícola de Santa Rita.
Si los racimos se iluminan muy tarde, añade Warnier, la carga pirazínica (que luego dará la carga herbácea al vino) ya se produjo y cuesta reducirla “y el enólogo debe esperar a que se reduzca, pero a veces la reducción no es tal y tienes pérdidas en caracteres de fruta fresca y más alcohol”.
Así los vinicultores han ido destapando ciertos mitos y temores que asociaban a las máquinas con una pérdida de calidad, cuando puede resultar lo contrario.
En Santa Rita acaban de invertir US$ 500 mil en máquinas de última generación traídas de Europa, para enrejar y deshojar las parras con distintas intensidades. Las echarán a andar en 300 hectáreas para probar los resultados.
Sin importar el día ni la hora
Ejecutar los trabajos a la hora y la fecha que se requieran o que es la óptima, es otra ventaja.
Así, para producir vinos blancos de mejor calidad es posible “cosechar de noche con menos temperatura para llegar a la bodega, evitar oxidaciones y preservar los aromas. La calidad ya no es una objeción para mecanizar la vendimia”, puntualiza el investigador Yerko Moreno.
Si bien el experto explica que es posible mecanizar cualquier viña, insiste en que se deben cumplir ciertas condiciones estructurales para que esto sea efectivo: contar con suelos uniformes, distancias razonables entre cada plantación y trabajar con materiales resistentes, temas que se deben contemplar desde el momento de planificar la viña.
En eso coincide con Eduardo Silva: “Lo bonito es que al momento de diseñar los viñedos, se preparan desde su plantación las estructuras, los alambres, las plantas, los caminos para tener la mayor mecanización posible”.
Y la planificación significa pensar no solo en cómo se estructurará la viña, sino las etapas en que se irán introduciendo los nuevos procesos, pues no es necesario que se haga todo desde un principio, sino que se pueden ir incorporando las distintas acciones según se avance.
“Hay que pensar en la mecanización como un proyecto para el futuro, porque tiene varias etapas: analizar qué labores mecanizar, en qué momento y la implementación de las máquinas, que no es tan rápido. Además, capacitar a un operador para algo específico puede tomar hasta tres años”, comenta Barros.
La ecuación justa
Reemplazar la mano de obra por máquinas para realizar ciertas labores, como la cosecha, la prepoda y el deshoje tendría sus beneficios. Al menos eso asegura Eduardo Silva, quien plantea que la industria requiere “una justa ecuación entre mano de obra altamente capacitada y maquinarias de alta tecnología”.
Lo que ocurre es que si bien el introducir máquinas solucionará la escasez de mano de obra, también implica una oportunidad para los que siguen en la viña, ya que, como plantea Silva, pueden capacitarse como operarios calificados, lo que implicará mejorar sus rentas. De todas formas, si bien la tecnología ha avanzado a niveles insospechados hasta hace no muchos años, hay labores para las cuales las capacidades humanas seguirán siendo claves, como, por ejemplo, la de oler la uva, probarla, palmar los suelos y hacer una fina selección en un cuartel destinado para fabricar los vinos de más alta gama.
“Si quiero tener una cosecha sectorizada para un vino muy caro, lo tengo que hacer a mano en pequeños lotes para sacar lo más maduro o distintos estilos de fruta”, sostiene Moreno. En la Viña Santa Rita, eso sí, se plantearon como nueva etapa incorporar poco a poco la mecanización para fabricar vinos más finos.
Hay otras labores que todavía no se hacen con máquinas, como el ajuste de carga o el raleo, pero los expertos creen que es cosa de tiempo.
“Al menos vemos que en el futuro la toma de muestra de suelo o la cuantificación de algunas características del viñedo que se hacen en forma manual, será con imágenes satelitales y tecnología de punta”, añade Moreno.
Los expertos insisten en que, enfrentados a la decisión de mecanizar, se planifique con cuidado y se invierta no solo en las máquinas, sino también en todo lo que llevará a que esa inversión alcance su máximo de potencial.
De ahí la importancia, plantea Silva, de que exista un programa nacional de mecanización, que aborde esta temática y que genere las formas para hacerlo.
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