lunes, 25 de noviembre de 2013

Herramientas que combaten la escasez de agua y el cambio climático


Con distintos tipos de sensores, el uso de imágenes satelitales y el análisis de datos para optimizar recursos, los viticultores pueden ahorrar agua, energía y dinero. Los expertos plantean como desafío el capacitar a los asesores para saber interpretar esa información y tomar decisiones con ella.
Optimizar el uso de agua, disminuir el gasto en energía, acceder a pronósticos climáticos y a las probabilidades de la aparición de plagas en una viña sin moverse del escritorio, a través de un celular, en forma instantánea, no es una versión agrícola de la película “Volver al Futuro”, sino una realidad.
La era de la información y de Silicon Valley también se está transformando en un eje central del agro, con un número creciente de productores que, desde el iPad o smartphone, controlan el riego de los viñedos y los datos de aplicaciones de agroquímicos. Algo que en países como Estados Unidos va aun más allá y se traduce en servicios completos de manejo que permiten llevar registros en imágenes e información histórica, entre otras funciones.
Es la tendencia que viene, especialmente por la necesidad de ser más eficientes en el uso de los recursos para enfrentar los efectos del cambio climático, temas que en la viticultura avanzan rápido. “El tener información en línea, hoy, es tal vez la mejor forma de paliar este constante cambio y esta poco previsibilidad del clima”, asegura el director del Centro Tecnológico de la Vid y el Vino (CIVV) de la Universidad de Talca, Yerko Moreno.
Es por eso que Chile no se queda fuera y sistemas como el riego de precisión ya dan resultados claros de su utilidad, al reducir hasta en 60% el uso del agua en el caso de algunas viñas, lo que en términos de dinero corresponde a un ahorro de hasta $120 mil en energía por hectárea al año.
Para los expertos, el desafío está en interpretar los datos que hoy están disponibles y transformarlos en información práctica para que los productores puedan tomar decisiones, y en desarrollar el perfil de un “cyber asesor” para el sector vitícola, ya que no basta con tener a disposición los números y gráficos, sino que se requiere saber qué hacer con ellos.
Regar lo justo
No es novedad que uno de los principales efectos del cambio climático -además de las temperaturas más altas- es la menor disponibilidad de agua y, tal como se vio con fenómenos como las heladas de septiembre, lo impredecible que puede ser una temporada respecto de otra.
Para paliar la escasez del recurso hídrico para riego, lo que están implementando las viñas es la evaluación de los suelos, de la presencia de algunas plagas y enfermedades, y del follaje de las plantas a través de imágenes. La novedad que viene, que ya está aquí y ha sido presentada en eventos como la Expo Sitevinitech 2013, es que esas imágenes ya no se obtienen solo de satélites -que tienen el problema de pasar por un mismo punto solo cada 16 días- sino que ahora se utilizan “drones”, pequeños aparatos aéreos no tripulados y manejados a control remoto que vuelan a baja altura, con cámaras multiespectrales y termales para obtener las imágenes, entregando así una información constante y efectiva.
Con esa información, sumada a los datos de estaciones meteorológicas, los expertos son capaces de hacer un plan de manejo para optimizar la utilización del agua y ello puede significar cambios importantes.
“En muchos casos hay que rediseñar los sistemas de riego, porque están mal hechos”, cuenta el director del Centro de Investigación y Transferencia en Riego y Agroclimatología (Citra) de la Universidad de Talca, Samuel Ortega.
El académico, quien además de agrónomo es magíster en ingeniería en riego y doctor en modelamiento matemático, asegura que con los análisis realizados con los drones -a los que llama octocópteros- han conseguido ahorros en las viñas que van desde los $60 mil a los $120 mil por hectárea al año.
“Es un impacto tremendo, y hemos demostrado que con la tecnología actual es posible disminuir las aplicaciones de agua y la energía, porque si tienen riego por goteo necesitan bombear el agua”, explica.
A eso añade que en el Citra adquirieron un radiómetro hiperespectral, que les permitirá conocer el estado hídrico de las vides con solo apuntar a las hojas (algo que también medirán en arándanos y maíz), y ya han comenzado a utilizar cámaras termales, para determinar el estrés hídrico de la planta. Todo con el fin de que el agricultor tenga la información para decidir en qué momento regar.
El viticultor de la Viña Santa Carolina, Samuel Barros, utiliza este tipo de análisis y sensores de humedad, y asegura que no son difíciles de entender, porque entregan gráficos con el contenido de agua del suelo. Sin embargo, aclara que sí hay que tener conocimientos para interpretarlos y hacer algo con ellos.
“Ahí hay que meterle cabeza… No es lo mismo si se trata de uva de mesa, para vinos varietales o reserva, donde buscas un poco más de estrés o manejar mejor el agua para que no crezcan tanto las plantas. Ahí es donde sí tienes que tener más capacitación”, dice.
Para establecer parámetros, explica que lo que normalmente se hace es analizar durante algunos meses o una temporada cómo funciona el suelo, considerando cuánta agua es capaz de retener, a qué profundidad están las raíces y cuánta agua usa el cultivo.
“Así defines, por ejemplo, que cuando el agua llegue en el suelo a 20% vas a regar y , cuando llega a esa línea roja, lo haces. Es como el marcador de bencina del auto”, agrega.
Con estas mediciones, Samuel Barros asegura que en una viña se puede ahorrar entre 30% y 50% de agua, dependiendo de cuánto espacio haya para mejorar en el riego. Es decir, de qué tan mal lo estaban haciendo antes.
La aplicación de este tipo de tecnologías es algo que en la industria vitivinícola ya está significando ahorros importantes. En línea con lo que detalla Barros, el experto de la U. de Talca, Samuel Ortega, cuenta que utilizó el registro que tiene desde 2005 a 2010 en viñas de la Región del Maule para calcular la eficiencia del uso del agua en esa zona, con resultados sorprendentes. “La eficiencia era de cinco kilos por metro cúbico en 2005, y en 2010 bajó a 1 kilo, debido al mayor uso de estas herramientas”, dice.
El experto agrega que calculó la huella hídrica durante ese período, también en la Región del Maule, y obtuvo como resultado una baja de 200 litros por kilo de uva producida a 43 litros por kilo.
Diseño y portainjertos
Plantar una viña es una decisión de largo plazo, que se piensa para a lo menos 30 años. Por eso, decidir cómo y dónde hacerlo no es trivial. El factor cambio climático ha sido clave también en el diseño de los nuevos huertos.
“La optimización de los sectores de riego, saber cuánto regar por separado de acuerdo a las condiciones de los suelos, también es una tecnología que se ha masificado y que hace diez años no existía. Hoy nadie planta un viñedo sin considerar eso”, asegura Yerko Moreno, el director del CIVV de la Universidad de Talca.
El académico dice que la utilización de portainjertos también ayuda a adaptarse mejor a las variaciones del clima. “Es una tecnología antigua en el mundo, pero son resistentes a las condiciones del suelo y permiten que las plantas se adapten mejor a las plagas y enfermedades y, con eso, que soporten mejor las olas de calor o de frío”, explica.
El problema es que el cambio climático es variable e impredecible. “Eso es tal vez lo que más complica, porque las viñas son inversiones a largo plazo, por lo que el clima nos va a obligar a estar mucho más alertas”, dice.
Por lo mismo, la tendencia es a tener conexión permanente. “El uso de la información climática a través de redes de estaciones meteorológicas más sofisticadas y en tiempo real, el uso de información que te llega al teléfono o que puedes accesar desde muchas partes del mundo es lo que se viene”.
Moreno agrega que los productores están “tímidamente” comenzando a entender esto, pero reconoce que falta mucho y que las universidades están al debe en avanzar en procesamiento y uso de esa información. “Hemos sido lentos en entregar respuestas útiles y fáciles para los productores”, sostiene el director del CIVV.
Plantea que se debe aspirar no solo a poner datos en un sitio web, sino a llegar directamente al productor con información más técnica. “Que les llegue un mensaje diciendo ‘ojo, evaporó en su campo tantos milímetros de agua y debería reponer tanto”‘, propone.
El “cyber asesor”
Samuel Ortega también se muestra preocupado por la capacitación, porque dice que el poder interpretar los datos es lo que está frenando la expansión del uso de las herramientas. “Se está entregando y vendiendo tecnología, pero con eso debe haber entrenamiento, porque si no es botar la plata”, afirma.
El especialista dice que también es necesario formar a profesionales que sean capaces de validar la tecnología que llega desde otros países, calibrándola a la realidad local.
Para Moreno ese tipo de asesorías y servicios es también una nueva ventana de negocios para el sector, ya que se pueden desarrollar aplicaciones “amigables”, en línea con lo que hace, por ejemplo, la estadounidense iCropTrak (que también puede utilizarse en Chile).
“Con el costo de la energía, regar en exceso durante una hora, si tienes que bombear el agua en algunas zonas por siete u ocho kilómetros, puede significar mucho dinero, mientras que estas aplicaciones pueden tener tarifas de muy pocos dólares. Es decir, por unos pocos pesos al día podrían ahorrar muchos recursos”, sostiene.
Además, dice que este tipo de aplicaciones permiten optimizar el manejo de la mano de obra, porque se puede ver si es necesario el manejo del follaje, y contar con mapas de pronósticos de enfermedades como el oídio y el mildiú.
Ortega asegura que también se debe repensar el perfil de los asesores agrícolas para los próximos años. “Yo pienso que lo que se va a requerir es un ‘cyber asesor’, alguien que va en su vehículo y está conectado a los satélites, a sistemas de información geográfica, a los computadores, y antes de llegar a un viñedo a dar sus recomendaciones revisa los datos y después da la asesoría. Eso es lo que viene”, plantea.
 Tips para mejorar el manejo
El director del CIVV de la Universidad de Talca, Yerko Moreno,asegura que las tecnologías para enfrentar el cambio climático en la viticultura son relevantes, pero cree que es muy importante también que la industria entienda que van a tener que adoptar esquemas de manejo distintos a futuro.
El especialista dice que uno de esos cambios,que ya se está haciendo, es ajustar el manejo del follaje de las vides, con el objetivo de lograr proteger a la fruta de distintos problemas, entre los cuales menciona los golpes de sol, la aparición de sabores y aromas extraños, debido a la sobremadurez de la fruta, y la deshidratación de las bayas.
Por su parte, el profesor de Centro de Agricultura y Medio Ambiente de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Chile, Fernando Santibáñez, señala que una de las medidas que se pueden adoptar es el cambio de orientación geográfica de las viñas, desde la clásica norte-sur, a una que sea sur-este o noroeste. “De esta manera se logra reducir el impacto de las elevadas temperaturas de mediodía”, explica.
Además, propone utilizar cortavientos y mallas sombreadoras para ayudar a reducir la demanda de agua de los viñedos, y explorar nuevas áreas para la viticultura, como “sectores más frescos, que irán mejorando su aptitud en el futuro”.
Respecto de las heladas, que también pueden entenderse como parte de los efectos del cambio climático, Santibáñez recomienda -además de la instalación de sistemas de control- realizar podas tardías para retrasar la brotación, y también hacer podas más largas, “de modo de corregir el efecto de las heladas cuando se produzcan”

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