lunes, 9 de septiembre de 2013

El sofisticado gusto del vino propio

 

 Ver descorchar en los restaurantes de Londres, Tokio, Pekín o Buenos Aires un vino propio, con su nombre estampado en la etiqueta, ya no es un sueño imposible para un inversor particular sin experiencia en vitivinicultura: varias bodegas ofrecen en el país la posibilidad de tener unas hectáreas de viñedo y elaborar un producto de alta gama.

La última que se lanzó al ruedo fue Bodega del Fin del Mundo, controlada por Eduardo Eurnekian y Julio Viola, que esta semana presentó su proyecto Clos del Fin del Mundo, en el que invirtió US$ 10 millones. Se trata de un loteo de 36 parcelas que suman en total 120 hectáreas, ubicadas en Neuquén.

El costo de cada hectárea es de US$ 350.000. Allí, cada propietario tendrá 2,5 hectáreas plantadas con viñedos y otra media hectárea en la que podrá construir su casa. A partir de 2015 se empezará a pagar expensas por mantenimiento; el valor anual será de US$ 5000 por hectárea y se podrá saldar con uvas.

"La bodega se encarga de lo relacionado con el manejo del viñedo y también de proveer de barricas, corchos y otros insumos que, de otro modo, serían muy costosos para alguien con tan poca escala", comenta Viola. "La idea es que el socio disfrute de hacer vino, para venderlo con su marca propia o bajo el paraguas de Clos del Fin del Mundo", agrega.

Todo lo que se cultive será uva malbec. Si algún propietario quiere otra variedad, vende su cosecha a Bodega del Fin del Mundo y ésta lo provee de la uva que le guste. Se calcula que se producirán entre 15.000 y 20.000 botellas anuales. "Michel Roland es nuestro asesor internacional y queda abierta la posibilidad para que un bodeguero haga su corte con él", se entusiasma Viola.

Otra bodega que abrió sus puertas a inversores para que tengan su terruño, cultiven las vides y elaboren su vino, es Fournier, elegida por el crítico Robert Parker entre las ocho bodegas cinco estrellas del país. José Manuel Ortega, propietario de Grupo Fournier, dice que fueron los primeros en su tipo. "Ofrecemos a los particulares la posibilidad de entrar en el negocio, sin necesidad de desembolsar millonadas", afirma.

Exposición de barricas en Bodega Fournier.


Se trata de una compraventa directa, donde el comprador es dueño de por vida de su lote, en el Valle de Uco, Mendoza. "Le dejamos la parte divertida de la propiedad y nos encargamos de todos los trabajos de una bodega. Luego garantizamos la compra de la uva, si no quiere hacer su vino o venderla a otra bodega", dice Ortega.

El costo es de US$ 150.000 por hectárea y se pueden comprar hasta tres. Hay otras ocho propiedades, a US$ 170.000 la hectárea, en las que se da el derecho a construir una casa.

Ortega aclara que no sólo se trata de las hectáreas propias en sí, sino que tienen cinco casas con once habitaciones en total, con pileta y gimnasio, bicicleta de montaña y caballos. "También vamos a construir un hotel y los inversores tendrán un 50% de descuento allí", acota. Por exclusividad con sus importadores, no venden directamente el vino, pero lo presentan ante posibles compradores.

La Morada de los Andes es otra opción, ubicada alrededor del viñedo de alta gama llamado Los Arbolitos en Valle de Uco. Cuenta con 83 lotes de entre 3 y 3,5 hectáreas cada uno, a un costo de US$ 94.000 en adelante (a la cotización oficial).

Este proyecto ofrece una financiación de hasta cuatro años, con tasas que van desde cero hasta 8% anual (cuando se financia el total). "Allí se puede acceder a un club house, que cuenta con cava subterránea, zona de degustación, pileta, cancha de tenis y una bodega para procesar la producción", cuenta Andrés Rosberg, director de La Morada de los Andes.

También está Finca Propia, en Tupungato. Santiago Más, junto con su padre, Antonio, y Oscar Yosa, son socios en esta propuesta. "Se invita a los particulares a ser protagonistas del mundo del vino, por medio de la compra de una parte de un fideicomiso, que equivale a 24 plantas de vid [8 de malbec, 8 de cabernet y 8 de chardonnay] y cuesta $ 35.000", dice Santiago.

El comprador obtiene la participación en la tierra de por vida. En los primeros tres años, el precio incluye una caja de seis botellas por mes, de una marca única que se llama Río de Luna y que no se comercializa (viene personalizada, con el nombre del propietario de la finca). A partir de los tres años, la cantidad de uvas que da su finca paga los costos de mantenimiento y queda un excedente de 50%, que puede vender o convertir en vino.

Siempre con la idea de cumplir la aspiración de los particulares de tener su propio vino, Santa María de los Andes, Tupungato Winelands, The Vines y Casa de Uco, entre otras, ofrecen propuestas similares..

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