lunes, 2 de septiembre de 2013

CHILE: El ataque de las superframbuesas chilenas

La frambuesa chilena de exportación se deforma al congelarse y no da el ancho que exigen los mercados externos. El mejoramiento genético promete frambuesas más grandes, más sabrosas, más olorosas... y resistentes a los túneles de frío.
La exportación de berries, una actividad que era innovadora, prometedora y lucrativa cuando se inició en Chile hace menos de 30 años, hoy se está convirtiendo en dolor de cabeza. Especialmente para las frambuesas de la variedad Heritage, que son las que mayoritariamente se producen en el país.
Una vez cosechadas, las frambuesas son llevadas a túneles de frío IQF (individual quick freeze), donde cada frambuesa es congelada individualmente con un golpe de frío de alta intensidad, de modo que no se adhieren unas con otras al ser empacadas, y así el consumidor las puede manipular más fácilmente. Pero durante este proceso, muchas de las frambuesas chilenas se quiebran o se desgranan, “lo que hace bajar la calidad de la fruta, y por ende, obtener un menor precio en el mercado internacional”, suspira Juan Esser, director gerente de Frutícola Olmué.
Los estándares internacionales de IQF exigen que el 95% de las frutas congeladas por ese sistema deben resultar enteras, meta que las empresas de congelado de frambuesas chilenas no alcanzan a cumplir.
Pero ha surgido una nueva tecnología de frío, llamada Túneles de Frío Discontinuos, que congela grupos de berries dispuestos en bandejas y que daña menos a las frambuesas chilenas. “Si bien hay un porcentaje de fruta que se quiebra al golpear la bandeja y vaciarla, y otro porcentaje que se queda en la bandeja luego de lavarla, la pérdida es menor”, explica Felipe Rosas, analista de la consultora Rconsulting. “El tema es que el 60% de las empresas de congelado en Chile no tiene un túnel de frío discontinuo, porque su costo supera el millón de dólares”.
La estructura externa de la frambuesa tampoco ayuda. Cada fruta tiene subunidades más delicadas llamadas drupéolos, a diferencia de la estructura más regular y resistente al congelado que poseen moras, frutillas y arándanos.
Y por si todo eso fuera poco, la principal variedad de frambuesa cultivada en Chile, Heritage, tiene un tamaño promedio muy pequeño para las expectativas del mercado internacional, detalla Rosas. “Además”, agrega, “ha sido atacada por virus y otras enfermedades”.
Chile es el tercer mayor exportador de frambuesas congeladas del mundo y el único exportador de frambuesas del hemisferio sur. “Que el negocio nacional de producción y congelado esté sustentado en prácticamente una sola especie, la Heritage, lo hace muy vulnerable”, advierte Patricio Valenzuela, gerente agrícola Zona Sur de Alifrut.
Viva la genética
Este desalentador escenario impulsó a Marina Gambardella, profesora del Departamento de Fruticultura y Enología de la Universidad Católica, a reunir a un grupo de especialistas y emprender un programa  de mejoramiento genético de las frambuesas en Chile.
Su objetivo es obtener nuevas variedades locales del berry del tipo remontante --con dos floraciones al año-, además de mayor tamaño, mejor sabor, altos grados de brix  o concentración de azúcar, buen aroma y firmeza para resistir los túneles de frío.  “Esto último es muy importante, dado que la gran mayoría de nuestra producción local de frambuesas es destinada a congelado”, precisa la investigadora.
El programa, iniciado en 2009, tiene financiamiento de Innova Corfo y cofinanciamiento del Consorcio Tecnológico de la Fruta y la FDF (Fundación para el Desarrollo Frutícola) actuando como beneficiaria la Pontificia Universidad Católica y como coejecutor el INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias).
La primera tarea del programa fue establecer una colección con las mejores frambuesas disponibles en el mercado local, pero como en el 2009 había escasez de esta fruta en Chile, el equipo de Gambardella tuvo que importar frambuesas para así aumentar la base genética. La importación se hizo desde Corvallis, Oregon, Estados Unidos, donde existe un banco de germoplasma. Las variedades en sí tienen distintos orígenes como Escocia, Canadá e Inglaterra. También se utilizaron ecotipos locales, como plantas seleccionadas del sur de Chile a partir de huertos caseros, que corresponden a material introducido principalmente por colonos alemanes.
Una vez concluido la importación del material, se realizaron los cruzamientos entre las distintas variedades a objeto de contar con una nueva combinación de genes. Esa técnica permite obtener una serie de atributos favorables, pero no es nada simple.
Trabajo de abejas
“Durante los cruzamientos hacemos el mismo trabajo que hacen las abejas”, dice Gambardella. “Recolectamos el polen y luego, con un pincel, polinizamos flor por flor, todo ello a mano”. Luego se recolectan las semillas de los frutos polinizados, se las hace germinar y cada planta obtenida corresponde a un genotipo diferente que se cultiva fuera del suelo para luego ver sus frutos. Parte de estos procedimientos se hacen en laboratorio, otros en invernadero y otros en el sistema fuera del suelo.
En su cuarto año de ejecución, el proyecto de mejoramiento de frambuesas se ha consolidado como un sistema eficiente de cruzamiento y selección. “El ciclo de semilla a semilla ha sido muy rápido y ello ha permitido que hoy contemos con 130 selecciones, algunas de las cuales tienen características realmente sobresalientes”, enfatiza la experta.
Un programa de mejoramiento genético de este tipo siempre debe estar en guardia, advierte Gambardella, ya que cambian las exigencias del mercado, aparecen plagas que afectan a los cultivos y varían las condiciones edafoclimáticas locales. “Es probable que en cinco años más contemos con alguna variedad de frambuesa comercialmente explotable”, explica, “lo cual es un tiempo récord para un programa de mejoramiento genético de estas características”.
Más vale tarde que nunca
Si bien Chile se instaló hace tiempo en la escena internacional de la fruta, con exportaciones de uva de mesa, cerezas, paltas, nectarines, ciruelas, duraznos, manzanas y berries, el país ha tenido una tardía respuesta en liderar programas de mejoramiento genético para dar mayor valor agregado a sus productos.
A juicio de Gambardella, dicha situación se debe a que en Chile no hay una masa crítica de especialistas en el  área de la genética vegetal, capaces de llevar adelante estos desafíos y asesorar correctamente a la industria. “Además la industria local no está acostumbrada a invertir en trabajos de largo plazo”, agrega. “El día a día y los problemas contingentes de la industria dejan poco espacio para pensar y proyectarse a largo plazo”.

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