domingo, 11 de mayo de 2014

Padecimiento crónico


“La Argentina está enferma de violencia”, afirmó esta semana la Iglesia en un documento y, paradójicamente, estallaron las reacciones en contra de funcionarios y militantes oficialistas. El informe de la institución eclesiástica no se refiere sólo a la delincuencia que se vive en la calle, sino también a "una dialéctica que alienta las divisiones y la agresividad” en la sociedad.
De inmediato, la organización La Cámpora salió al cruce afirmando que más violencia hubo en el pasado, desde la caída del gobierno de Perón en 1955 hasta la crisis de 2001, mientras que el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, declaró que “no le compete al gobierno nacional la responsabilidad primaria” de la inseguridad. A ambos, el vocero de la Conferencia Episcopal, Jorge Oesterheld, les aclaró que si bien la Iglesia reconoce que hubo otros momentos de violencia la Asamblea Plenaria está preocupada por la situación actual y explica que “el documento va más allá del problema de la inseguridad, y el clima de paz y de concordia en el país sí es cuestión del Gobierno nacional".
Es llamativo cómo el gobierno tiene una rapidez inusitada para salir al cruce de declaraciones, pero no sucede lo mismo con la definición de políticas. Toda vez que las entidades del campo han reclamado por una baja en las retenciones o por la liberalización del comercio, representantes del oficialismo desacreditaron las palabras de los mensajeros, pero no los hechos que alimentaban el reclamo.
A un año de la peor siembra de maíz en más de un siglo y a 7 de la intervención en el mercado de trigo, todavía el ministro de economía, Axel Kicillof, promete que pronto se podrá exportar “hasta el último grano” una vez que esté asegurado el precio de la harina y el pan para el mercado interno, y que “se estudian incentivos” para aumentar la producción. De esta violencia invisible que niega las consecuencias de las dilaciones y las malas políticas es de la que habla la Iglesia. 
Los productores entierran dólares al aire libre, recursos que obtuvieron con esfuerzo, privándose de cosas y arriesgando el futuro de su familia, pero el gobierno se sigue tomando su tiempo para elaborar estrategias que mejoren la rentabilidad de personas que, en definitiva, no hacen más que invertir en el suelo argentino. Eso sí, a las críticas les responde de inmediato.
Después de prometer infinidad de veces que se reintegrarían las retenciones a los productores trigueros, la formación de un consejo que administrará ese fideicomiso se organizó la última semana con algunas ausencias elementales, como la representación de las cuatro entidades más populares del sector. ¿Desconocer a la CEEA no es también una manera de agredir a sus afiliados? 
En la Argentina sobran diagnósticos pero estamos escasos de tratamientos. Que lo que nos pasa sea entendido diametralmente opuesto por cada uno de los actores no sólo demora la respuesta, sino que nos enferma de más enojo y rencores.  El daño está hecho, pero con diálogo y buenas intenciones puede empezar a enmendarse.
Agro-noticias.com
Alejandro Cánepa

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