domingo, 11 de mayo de 2014

El desafío de exportar el modelo productivo argentino a Kenya


Una empresa local lleva al país del África subsahariana el sistema de siembra directa.
Raquel Sastre y el equipo de Amerika 2001 están acostumbrados a los grandes desafíos. Hace unos años crearon de la nada Krol, una fábrica de aceite de canola, única en el país, hoy con ventas al exterior y varios premios bajo el brazo. Por eso no extraña que ahora se hayan embarcado en otro reto de envergadura: exportar el modelo productivo argentino de siembra directa a la lejana Kenya, por medio de un esquema que incluye asesoramiento, educación e interacción con las comunidades locales.
Este emprendimiento requirió que ella y Juan Rusinek se instalaran un tiempo en Kenya, aprendieran las costumbres y la idiosincrasia locales y encontraran la mejor forma de hacer llegar a los agricultores tradicionales las bondades productivas de un sistema que es exitoso en la Argentina.
¿En qué consiste su secreto? En dos pilares fundamentales, que la propia Sastre dejó plasmados en su libroInstinto empresarial (Pluma Digital Editores): negociar con dueños de campo que nunca fueron trabajados, para obtener el terreno sobre el cual sembrar, y ofrecer un tipo de management de administración de tierra en sociedad. “Esto último debía ser original, innovador y atractivo, para lograr persuadir a los que no querían asumir el riesgo de explotar su propiedad, pero que a su vez buscaban resultados más altos que el mero alquiler”, explica.
Era necesario encontrar un “océano azul”. Y se lo encontró. Se creó un nexo colectivo con el dueño de la tierra, los proveedores y la comunidad, para poder hacer lo que allá se conoce como “conservation tilling” y aquí se le llama “siembra directa”.
El proceso implicó el trabajo de conseguir la mejor maquinaria para luego alquilarla a los distintos productores; ofrecer la excelencia en genética en semillas, más el asesoramiento adecuado, y brindar una formación técnica para jóvenes locales, economía doméstica y nutrición.
“No es fácil lograr consenso en tantas cosas con personas que tienen una impronta cultural muy diferente a la nuestra, tanto en algo tan específico como el modo de producción como en algo tan general como la forma de medir el tiempo. Ellos viven el hoy, les cuesta mucho hacer una programación a futuro. Todo fue paso a paso”, destaca Sastre.
Para romper con temores y tabúes se hicieron convenios con universidades y se organizaron exposiciones dinámicas, al estilo de las grandes demostraciones que se hacen cada año en la Argentina. “Se mostró cómo se podía cultivar sin necesidad de arar la tierra, con sólo plantar la semilla sobre el rastrojo de un cultivo anterior”, recuerda Sastre.
El cultivo estrella en Kenya no es la soja (no fue aprobada allí la genéticamente modificada), sino el maíz y el trigo, que son muy demandados en el mercado interno y no alcanza para alimentar a la población. “También explicamos que es necesaria la rotación de cultivos”, acota Sastre.
Sastre aplica uno de sus “mantras” del management a la hora de comentar lo que hizo en Kenya. Se trata, dice, de ser siempre pionero (first mover). “Esto significa ser innovador, así como lo fuimos al ser los primeros y únicos en fabricar aceite de canola en la Argentina, los primeros en nuestra zona en emplear la siembra directa y los primeros en Entre Ríos en certificar en las normas de calidad ISO 9001:2000″, cuenta.
Otra de las máximas que aplicó en la producción de canola y que ahora implanta en Kenya es que no se debe perseguir la maximización de las ganancias siempre. “Si lo hiciéramos en un momento en que se presentan pérdidas, cerraríamos la operación -analiza-. Tenemos ánimo de lucro que nos motiva a continuar y a absorber pérdidas visualizando ganancias futuras.”
No fue fácil instalar el nuevo modelo en Kenya, donde el maíz se siembra manualmente todavía; donde los massai (tribu local) pastorean sus animales en los sembrados, porque no reconocen la propiedad privada, y donde gran parte de la cosecha aún se hace a mano. Además, hay gran temor a alquilar, porque pagan los arrendamientos por adelantado y, si luego la cosecha es mala, quedan endeudados con los bancos. “Quien tiene mucha tierra no se preocupa por producir, y quien tiene poca, produce para sobrevivir.”
Pero aun con todas esas dificultades, Sastre vio allí la oportunidad de sembrar en áreas marginales, no explotadas, y con tecnología, aumentar la productividad de la región agrícola por excelencia en el Rift Valley. Así fue como armaron un seminario de agronegocios en Kenya.
El país subsahariano tiene grandes similitudes con la Argentina, puesto que ambos tienen 40 millones de habitantes; las maquinarias que se usan en uno pueden emplearse en otro y están en una posición Sur-Sur, que facilitaría la cooperación entre ambos. Mientras tanto, los primeros maíces sembrados bajo este modelo ya crecen en Kenya. “El primer paso está dado”, concluye Sastre.

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