Proteger la biodiversidad de las praderas y agregar valor a la carne uruguaya en los mercados internacionales son dos objetivos que pueden ir de la mano en la ganadería.
La valorización de la carne vacuna y ovina de Uruguay es un camino que ya lleva varios tramos recorridos: trazabilidad, cajas negras, sanidad de excelencia son ya galardones conocidos. Pero hay mucho camino por recorrer en cuanto a valorizar la carne uruguaya por sus cualidades ambientales.
A partir de la preocupación de organismos regionales e internacionales como Bird Life International por la conservación de aves migratorias compartidas entre las praderas norteamericanas y las del Cono Sur, ha surgido cada vez con mayor importancia la necesidad de preservar su hábitat natural: el pastizal. Y se abre así una oportunidad para los productores de esta zona para diferenciar y valorizar su producción.
Con ese objetivo conservacionista, en 2007 se realizó el primer encuentro de ganaderos de pastizales naturales del Cono Sur en Bagé, Río Grande del Sur (Brasil), y nació la primera iniciativa regional sudamericana para la conservación de los pastizales naturales denominada Alianza del Pastizal (AP), liderada por BirdLife International y ejecutada a través de los socios locales Aves Argentina, Guyra Paraguay, Save Brasil y Aves Uruguay.
Según se explica en la página web de la AP (http://www.alianzadelpastizal.org), los pastizales naturales son hábitat de 540 especies de aves silvestres registradas, de las cuales 12 se encuentran amenazadas a nivel global. Se estima además que un millón de hectáreas son transferidas anualmente desde la ganadería extensiva hacia producciones más intensivas, en perjuicio de los pastizales naturales del Cono Sur.
El objetivo central de la AP es, entonces, promover la conservación de los pastizales del Cono Sur americano. Pero, además del efecto ambiental positivo implícito en la conservación de las especies vegetales y animales propias del ecosistema en cuestión, el posible desarrollo de mercados cárnicos específicos, así como de políticas que incentiven la conservación de los pastizales naturales, tiene como objetivos mantener y mejorar las condiciones económicas y, por tanto, el bienestar y arraigo de los productores ganaderos tradicionales y sus familias.
De esa manera, se ofrece a los consumidores la posibilidad de optar por un producto que contribuye a la conservación de un ecosistema amenazado de extinción, al tiempo que se logra un excelente posicionamiento del país y la región, como únicos productores de carne conservando los pastizales y su biodiversidad.
El ingeniero agrónomo Esteban Carriquiry, asesor técnico en manejo de pastizales de la AP, explicó a El Observador Agropecuario que la AP trabaja fundamentalmente en tres áreas importantes:
1. Apoyo técnico a los productores en cómo producir más, conservando. Desde 2008 se ha trabajado en Uruguay, dando apoyo técnico en los Proyectos de Producción Responsable (PPR) con el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). Se hicieron 21 proyectos de producción y conservación que terminaron en 2011.
Ahora se está trabajando también con el MGAP en el proyecto denominado Ganaderos familiares y cambio climático, habiendo presentado unos 50 proyectos que están en la fase de evaluación y que implican un trabajo de asesoramiento importante en cómo adaptarse al cambio climático apoyándose en el campo natural. En ese marco, se hizo un convenio con la Cooperativa Calai, de Aiguá, mediante el cual ellos aportan los productores y su conocimiento, y la AP el equipo técnico para desarrollar el proyecto.
A partir de ese convenio, se están desarrollando las propuestas técnicas de cada predio y un plan piloto para un protocolo de certificación de carne de pastizal.
2. Certificación de carne de pastizal. Durante esta primavera y hasta fin de año, se van a certificar aproximadamente unos 200 predios en todo el país, 80 centrados en esa zona de Aiguá, pero también de otras partes del país: en convenio con la colonia Juan Gutiérrez en Paysandú; con campos vinculados al Sistema Nacional de Áreas protegidas (SNAP) en las quebradas de Treinta y Tres y del norte; y con el grupo CREA La Gran Siete, que funciona en el centro del país (Florida, Durazno y Flores).
Carriquiry destacó que es un protocolo de certificación muy sencillo, que está disponible en la pagina web y que lo único que exige como condición indispensable es que el campo tenga como mínimo 50% de campo natural.
A diferencia de otros protocolos de certificación que apuntan a la calidad de la carne, esta es una certificación de procesos y no de productos, garantizando que la carne, sea del tipo que sea, está producida en condiciones naturales de conservación del pastizal. De esa forma, se puede superponer una certificación con otra, y tener por ejemplo carne certificada de pastizal que además sea certificada Angus.
Este plan se está trabajando también con INAC, desde donde se apoya la idea, ya que este protocolo resume la postura que el país quiere mostrar frente al mundo, de producir carne en base a la conservación de un ecosistema natural como nuestro campo natural.
“No existe lugar en el mundo que tenga esta situación de privilegio de producir carne sin alterar el ecosistema. Esta es una señal al mundo de que acá se puede producir carne, conservando un ecosistema natural con toda su biodiversidad; frente a otras producciones de carne que implican desforestación, reemplazo de sistemas naturales y/o confinamiento y engorde a corral”, enfatizó el técnico.
3. Incentivos oficiales para la conservación de los pastizales, en el marco de un proyecto de dos años que está terminando ahora y que fue financiado por el BID (pastizalesdelsur.wordpress.com), en el cual la AP desarrolló para los gobiernos de Uruguay, Río Grande del Sur, Paraguay y de tres provincias argentinas, una herramienta llamada Índice de conservación de pastizales, para que puedan desarrollar políticas públicas de incentivos a la conservación. Por dar un ejemplo, eso se tradujo en que hoy en Entre Ríos y Santa Fe están a nivel de trámite parlamentario leyes para incentivar la conservación de pastizales mediante beneficios fiscales.
En Paraguay, también acaba de ser aprobada una ley de incentivo a la conservación de pastizales no por el camino de exoneraciones tributarias, sino por la creación de bonos otorgados a las empresas que conservan pastizales, para que los puedan vender a otro tipo de empresas o industrias obligados por sentencia judicial a adquirirlos por haber infringido las leyes ambientales en ecosistemas de pastizales, y a aquellas personas físicas o jurídicas nacionales o internacionales que deseen adquirirlo voluntariamente para promocionar la conservación.
En Uruguay, el SNAP, dependiente del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma), ya está utilizando el índice de conservación de pastizales (ICP) creado por la AP en los monitoreos. Mientras que el MGAP pidió el asesoramiento de la Mesa de Campo Natural para la utilización del ICP como monitor de conservación en los proyectos que vaya a subsidiar a los productores. La Mesa resolvió apoyar el plan piloto de evaluación del ICP y se presentarán los resultados para entonces resolver si el MGAP utilizará el ICP o no.
Carriquiry explicó que hay un sistema de membresía en el que el único requisito es la voluntad de asociarse y estar de acuerdo con los principios y la misión de la AP. “Es un trámite sencillo, que se puede hacer hasta electrónicamente llenando un formulario. A quienes se asocian se les da la posibilidad de certificar su predio para la carne de pastizal y prioridad para medir su ICP. No implica ninguna obligación más que estar de acuerdo con los principios de la AP, no tiene ninguna cuota, es una asociación libre. Hoy en Uruguay hay unos 200 productores asociados y unos 600 en la región” afirmó.
En cuanto al interés de la industria, Carriquiry destacó que en la reciente feria de la alimentación de Anuga, en Alemania, la empresa holandesa Zanbergen manifestó interés en comprar carne con esta certificación, aunque aún no se ha desarrollado un negocio concreto. Tal vez en el camino de la valorización se den los primeros pasos en 2014, para bien de las aves amenazadas y el resto de la fauna autóctona.
El 10% de las aves uruguayas está amenazado
El biólogo Pablo Rocca, coordinador nacional de la AP, explicó a El Observador Agropecuario que en Uruguay el SNAP lanzó esta semana una publicación, en la cual se categorizan y priorizan a las especies de vegetación, vertebrados y moluscos continentales, resultando que 46 especies de aves de pastizal son prioritarias para la conservación. “Eso representa 10% de las 450 especies registradas para Uruguay. Entonces, toda acción de manejo y de conservación que se pueda tomar para brindarles un hábitat adecuado es realmente importante” señaló.
Destacó que dos de las especies más globalmente amenazadas en Uruguay son el cardenal amarillo (Gubernatrix cristata) y el capuchino pecho blanco (Sporophila palustris), que es un ave migratoria que nidifica en Uruguay y en invierno migra hacia el centro de Brasil. “También hay otras especies de aves que son migratorias de larga distancia, como el chorlo pampa (Pluvialis dominica) o el chorlito canela (Tryngites subruficollis), que recorren unos 15.000 kilómetros desde las áreas de reproducción en el norte de América –Alaska y norte de Canadá– y todo los años llegan a los pastizales costeros de Uruguay, donde permanecen durante primavera-verano. Por eso la importancia de crear acuerdos y alianzas que vayan mas allá de cada país, tomando acciones a lo largo de toda la ruta migratoria”, señaló Rocca.
“Hay aves que se benefician de pastizales cortos como el chorlito canela, y otras como los capuchinos, que se benefician de pastizales de alto porte. Los requerimientos ecológicos son distintos. Si en una zona del país queremos conservar una especie en particular, entonces tenemos que propiciar pastizales de alto porte pero en otras áreas, se tratará de tener pastizales de bajo porte, por eso es tan importante el trabajo en conjunto con el sector ganadero”, concluyó.
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