domingo, 21 de abril de 2013


Subirse al tren del siglo XXI


Frente al desafío de construir un modelo de país sustentable, el autor plantea que la Argentina ha llevado adelante lo peor de los modelos en pugna: un socialismo sin plan y un capitalismo sin mercado. Además, dice que es una enorme irresponsabilidad desperdiciar la oportunidad de aprovechar a fondo el alto valor agregado de las exportaciones agroindustriales.

A lo largo de 500 años, el capitalismo ha demostrado alta “resiliencia” (auto adaptación) en su doble condición de sistema de producción (acumulación de capital más división del trabajo) y estilo de vida (sistema social de la democracia liberal). Sin embargo, el cambio de época hace recomendable el ajuste de paradigmas.
El siglo XXI se presenta como un cambio de época, en medio de una crisis sistémica en el sistema circulatorio del capitalismo. El mundo globalizado y multipolar ha dado lugar a la Sociedad de la Información y del Conocimiento (Peter Drucker, 1969) que la tecnología transformó en la Era Digital a través de redes conectadas en tiempo real. El desafío es construir un modelo sustentable de sociedad global del siglo XXI.
Por un lado, consideremos el poscapitalismo de la “Economía Civil de Mercado” que propone el economista y catedrático italiano Stefano Zamagni, coautor de “Economía Civil. Eficiencia, Equidad, Felicidad Pública” (2007). Para Zamagni, la sociedad civil busca principios de reciprocidad (organizaciones sin fines de lucro) y de intercambio de equivalentes (empresas con fines de lucro), pero la calidad de vida debería medirse en términos de libertad y autonomía para progresar más que en ingreso per cápita.
La mayor calidad social es incorporar la dimensión social dentro del mercado. Acerca de la felicidad y la vida civil hace un análisis multidisciplinario, concluyendo que un alto índice de desempleo o de clientelismo revelarán una baja calidad social o alta incapacidad de gobierno.
Zamagni recomienda tres pilares del nuevo orden social: Reciprocidad que crea confianza (base del mercado).
Equidad que garantiza solidaridad (cemento de la sociedad).
Cooperación que genera competencia (alienta la mejora y la eficiencia de una sociedad).
Los tres actores sociales clave: estado, mercado y sociedad deben integrarse (con fricciones y áreas de mejora) para garantizar el orden social, evitando caer en la falsa idolatría de uno de estos factores.
En el extremo opuesto, el alemán oriental Heinz Dieterich Steffan propone el “socialismo del siglo XXI” (sinónimo de “democracia participativa” o “nuevo proyecto histórico”). Este sociólogo y politólogo fue ideólogo de los presidentes Chávez (entre 1999-2005) y Morales (hasta 2007), y es inspirador de los neomarxistas latinoamericanos. Su libro “Fin del capitalismo global, el nuevo proyecto histórico” (1988), propone que la democracia participativa reemplace a la demonizada, por neoliberal, democracia representativa.
Para Dieterich, el origen de los tres grandes males de la humanidad (miseria, guerras y dominación) está en la estructura de poder del capitalismo. Este sociólogo celebra las rebeliones populares como los movimientos sin tierra (Brasil) y los piqueteros (Argentina). En su visión, la evolución no alcanza. Es necesaria la revolución para construir una Patria Grande (sueño bolivariano).
El modelo tiene dos postulados básicos: La economía equivalente, lo que implica que el Estado debe planificar el mercado, evitando que lo hagan poderosos intereses particulares. El precio no resulta del encuentro de oferta y demanda, sino del valor del tiempo de trabajo incorporado a cada producto y servicio. El mercado es innecesario.
Redistribución: la acumulación de riqueza y pobreza deben ser resueltas conjuntamente con mecanismos de redistribución.
Analizando la economía argentina, podemos acordar que hemos acumulado lo peor de ambos modelos: socialismo sin plan y capitalismo sin mercado.
Las consecuencias están a la vista: alta inflación (impuesto a la pobreza) y empobrecimiento relativo frente a los demás países. Debemos cambiar de modelo si pretendemos mejorar la realidad. No hay nada más absurdo que hacer bien lo que no hay que hacer.
El mundo globalizado y nuestra pertenencia al club G-20 nos ofrecen oportunidades de exportaciones agroindustriales de alto valor agregado. Desperdiciar esta oportunidad es de una enorme irresponsabilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.