lunes, 22 de abril de 2013


“Habrá una devaluación muy suave hasta las elecciones”


“El Gobierno va a hacer una devaluación muy suave de acá a las elecciones y después mandarán las necesidades”, advirtió Luciano Laspina, economista jefe del Banco Ciudad de Buenos Aires. En relación con las negociaciones entre el Gobierno y los bancos ante la aparición de la Supercard, el analista dijo que “es probable que si bajan las tasas de interés, las entidades estarán dispuestas a prestar menos. Quizás el monto de financiamiento a mediano plazo termine cayendo en términos reales o quizá caigan las promociones. Lo cierto es que un negocio que se hace menos atractivo implica menos beneficios para el consumidor”.
Periodista: ¿La implementación de la Supercard puede beneficiar a los consumidores o es una transferencia de ganancia de un sector a otro?
Luciano Laspina: En la medida en que la nueva tarjeta genere más competencia y más actores en el mercado, la idea es buena. Si fuese exclusiva de los supermercados restaría competencia y termina siendo perjudicial para al consumidor. Hasta ahora la idea de esta tarjeta sólo ha servido como amenaza para presionar a los bancos privados a bajar comisiones y el costo de las financiaciones que aplican con tarjetas. No sabemos mucho más que eso. Lo que parece a priori es que está más orientada a beneficiar a los supermercadistas, que se han asociado con el Gobierno en esta suerte de congelamiento de precios sui generis que tenemos, porque tampoco está claro que sea efectivo.
P.: ¿Los bancos harán ajustes en otros productos?
L.L.: Es muy probable que busquen rentabilizar de alguna forma estas cosas. El negocio es uno. Es probable que si bajan las tasas de interés, estén dispuestos a prestar menos. Quizás el monto de financiamiento a mediano plazo termine cayendo en términos reales o quizá caigan las promociones. Lo cierto es que un negocio que se hace menos atractivo implica menos beneficios para el consumidor. El mercado de tarjetas de crédito en la Argentina es muy competitivo, hay 17 millones de plásticos, bancos peleando de forma encarnizada por sus clientes a través de beneficios y descuentos. Si se ataca este negocio, el perjudicado será el cliente. Creo que el Gobierno está tomando nota de esto y de a poquito está empezando a modificar lo que fue el proyecto inicial y ahora estamos ante este híbrido que no sabemos muy bien qué es.
P.: Entre las nuevas medidas tomadas, ¿cuál evalúa que puede atacar mejor la inflación?
L.L.: Ahora el Gobierno inventó una nueva categoría, que es esta suerte de congelamiento trucho. La inflación en el interior sigue siendo más alta, incluso en alimentos y bebidas, que son los productos alcanzados en el acuerdo. En la Capital Federal subió casi el 2% el costo de vida, según algunos relevamientos privados. La “Inflación Congreso” acaba de anunciar un alza del 1,5%, que, si bien es un ritmo menor que el que veíamos viendo, es elevado. Así que es difícil juzgar la fortaleza del congelamiento.
P.: ¿El tope en el valor de las naftas?
L.L.: Es otro ejemplo de estas medidas. El Gobierno anuncia un congelamiento y las naftas empiezan a aumentar. Después nos enteramos de que es un techo y no un congelamiento, que lo será a lo sumo cuando los precios converjan en ese techo. Hay que mirar con lupa estas medidas. Ya sabemos lo que sucede cuando se imponen congelamientos y precios máximos: empieza a haber problemas de escasez, desabastecimiento. En el caso de las naftas comenzarán a cerrar las estaciones de servicio. La experiencia más nefasta que tuvimos con precios máximos fue la caída del stock ganadero que ha sufrido la Argentina en los últimos años y que llevó a que haya menos oferta de carne y precios que están por arriba de los internacionales. Encima estamos importando carne de Uruguay. Sabemos que la película termina mal y ahora tenemos una complicación adicional que es adivinar si el congelamiento es cierto o sólo un anuncio. Estas medidas no son sustentables en el tiempo cuando hay una inflación que está siendo alimentada por una emisión monetaria que viene a una velocidad crucero de entre el 35% y el 40%. Es decir que la cantidad de pesos que inyecta el Gobierno para financiarse aumenta a un ritmo tan grande que es imposible que eso no genere presiones sobre el dólar o sobre precios. Esto es lo que gesta un rebrote inflacionario.
P.: ¿El ingreso de dólares de exportadores a partir de este mes quita presión sobre el dólar?
L.L.: Hay dos mercados que tienen muy pocos vasos comunicantes. El mercado único y libre de cambios casi es un eufemismo o una contradicción porque no hay mercado ni único ni libre. Pero es allí donde se comercian los dólares de la soja y probablemente el Gobierno necesite esos dólares para abrir el grifo de importaciones. Hemos visto desde principio de año una aceleración bastante fuerte de las importaciones que convive todavía con una caída de las exportaciones y una baja muy fuerte del superávit comercial.
P.: ¿Cuál sería la estrategia entonces?
L.L.: El Gobierno quiere abrir importaciones para repetir una estrategia que a Venezuela le fue muy útil el año pasado, un año electoral, cuando logró bajar la inflación del 25% al 19% y que después de las elecciones tuvo que abandonar. Se trata de que haya más importaciones que presionen para que vayan a la baja los precios locales. Esto tiene muchas contraindicaciones cuando se tiene un dólar atrasado, cuando el stock de reservas está cayendo. En Venezuela después de las elecciones hubo una gran devaluación del dólar oficial y una aceleración de la inflación que hoy ronda el 3% mensual.
P.: Aquí el BCRA advirtió que no se va a devaluar antes de las elecciones. ¿Será inmediatamente después?
L.L.: Es muy difícil de estimar el momento. Pero si la inflación este año no va a estar muy por debajo del 25% es muy probable que el Gobierno tenga esos números como piso. El problema es que cuando se necesiten dólares, cuando se quieren recomponer el balance comercial y las reservas, va a haber nuevamente un cierre de las importaciones y mayor devaluación. Está claro que el Gobierno va a hacer una devaluación muy suave de acá a las elecciones y después mandarán las necesidades. Es muy temerario decir cuánto estará obligado a devaluar y si va a ser discreto, como fue en Venezuela, que tiene un esquema mucho más inflexible del tipo de cambio. Pero sí va a tener que ir acelerando la pauta devaluatoria porque la pérdida de competitividad del tipo de cambio está empezando a hundir muchas economías regionales

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