jueves, 18 de abril de 2013


El viento de cola se fue

Lo malo pasa, pero lo bueno también. Después de más de un lustro de condiciones extraordinarias para la producción argentina, tanto en el plano de los precios internacionales como en el climático, el fantástico viento de cola que permitió enmascarar tantos errores y desaguisados y, aún así, mostrar datos más que alentadores como resultado de la política interna, y no “a pesar” de ella, parece haberse acabado.
Es cierto que los precios internacionales de los principales productos de exportación –los granos– siguen siendo relativamente altos ya que, por ejemplo la soja a US$ 480/500 por tonelada está sensiblemente por encima de los menos de US$ 200 que había tocado en 2001, durante la gestión De la Rua. Sin embargo,también se van alejando del record de US$ 650 de hace un año atrás, con el agravante de que los costos de producción locales siguen su escalada alcista.
Igual se podría decir del mercado internacional de la carne vacuna. Por caso, la Cuota Hilton, cuyo piso fue de US$ 6.700 la tonelada en la década de los ´80, ahora ronda los US$ 17.000, pero había llegado a superar los US$ 22.000.
También es innegable que los grandes países demandantes –China y la India– seguirán manteniendo sus niveles de consumo y aún aumentándolos, pero buena parte del resto del mundo, especialmente Europa, está en franca caída aún.
Las condiciones, de todos modos, no serían tan malas si no existieran las crecientes trabas internas al comercio que impiden materializar totalmente las aún buenas cotizaciones internacionales, incluso hasta el nivel de la “prohibición” de exportar, y así, el país no estuviera perdiendo su competitividad en forma geométrica.
Esto último, debido a la falta de obras de infraestructura y servicios, al atraso relativo del dólar y al encarecimiento de los costos productivos, muchos de ellos más ligados al dólar real o blue, que al ficticio dólar oficial (tan mentiroso como las mediciones del INDEC).
La Argentina primero dejó de exportar energía, y ahora es franca importadora. Según un informe del estudio Broda, el país importó energía por US$ 546 millones en 2003, subió a US$ 9.260 millones el año pasado, y para este 2013 se estima llegar al récord de importaciones de US$ 13.000/15.000 millones. Los gastos del Estado, lejos de disminuir, aumentan, y la presión impositiva (para que cierren los números) ya es insoportable, sobre todo en los rubros productivos, mucho más que en los de servicios. Mayor todavía en los de mano de obra intensivos, y peor para los que están a más de 400 km. de los puertos.
Todo al revés.
No solo no vienen inversiones (a pesar de la tremenda liquidez mundial que hay, y del increíblemente bajo nivel de las tasas de interés, por debajo del 1%), sino que se van hasta las locales.
A diferencia de lo que se dice, el tren pasó varias veces durante estos últimos 5/7 años, pero no se lo tomó, y ahora parece difícil que vuelva.
Para colmo, también el clima que se había sumado al “bienestar general”, aportando lo suyo para compensar vía mayores rendimientos la caída que se iba registrando en las siembras de varios productos por falta de rentabilidad, comenzó a complicarse en la campaña pasada, y también en la actual.
Así, a pesar de las extraordinarias condiciones por las que atravesó el país, cada vez hay más productores endeudados, las cosechas no crecen (hay que recordar que prácticamente se duplicó el volumen en los ´90, luego crecieron un 20%/25% más, y ahí se quedaron hasta ahora a pesar de los avances que brindan las nuevas tecnologías), y las perspectivas para la próxima campaña que se está iniciando no son nada alentadoras. De movida el área de trigo, hoy en uno de sus pisos históricos, no reaccionaría, y también se prevé que caiga la de maíz, mientras los quebrantos van en aumento y sin mayores expectativas de cambio pues no se esperan saltos alcistas en el panorama internacional y, mucho menos, un cambio en la dirección de las políticas internas.
El esquema de “vivir con lo nuestro” impidió crecer como hicieron prácticamente todos los países de la región, y ahora no hay casi resto.
No se acumuló en época de vacas gordas. Más vale se dilapidó.
La pregunta es, si los resultados anteriores se justificaban en la “muy buena performance de la política interna” y no en las excelentes condiciones internacionales,¿se asumirán los errores ahora? ¿O también se intentará echarle la culpa “al mundo que se nos viene encima”?

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