viernes, 24 de agosto de 2012


Fiesta de la agricultura argentina

En el festejo del 20° aniversario de Aapresid se destacó también una obra lograda con inteligencia y responsabilidad productivas.
LA semana pasada se clausuró en Rosario, después de tres jornadas de debates, el congreso anual de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid). La coincidencia con la celebración de sus 20 años de existencia determinó que las reuniones tuvieran un relieve excepcional, con más de 3000 participantes argentinos y extranjeros, y un contenido jerarquizado por los expositores y los temas desarrollados de manera simultánea en ocho escenarios a fin de atender la diversidad de preferencias.

Todo resultó apropiado, pues, para ese aniversario de una de las instituciones que más ha contribuido en las últimas décadas al manifiesto aumento de la productividad del campo, a la innovación y creatividad en la utilización de los recursos tecnológicos, agronómicos e industriales y a la preservación del suelo que otorga a la Argentina su principal ventaja relativa en el mundo. Se hubiera dicho que se trató de un acontecimiento en el que habría debido ocupar un lugar natural, sumándose a tal fiesta colectiva de la producción y el conocimiento en el ámbito de más rotundo desarrollo del país, quien desempeña la jefatura del Estado. Pero no sólo la Presidenta estuvo ausente; tampoco concurrió el ministro del ramo.

En realidad, esas omisiones reflejaron el tono enojoso general de las relaciones del Gobierno con el sector social del que más recursos se han extraído hasta aquí durante su gestión. Como contrapartida, resultaron no menos llamativas, por lo ácidamente críticas, algunas de las reflexiones que se registraron en varios paneles. Con todo, el ingeniero César Belloso, flamante presidente de Aapresid, procuró que el discurso de apertura estuviera por encima de las cuestiones más inmediatas y conflictivas de la política agropecuaria y comercial, como correspondía en su caso a las circunstancias y a una institución que no representa específicamente los intereses gremiales del campo.

Belloso trazó el historial de Aapresid y pasó revista a algunos de los antecedentes más lejanos en la voluntad de sustentar los trabajos agrícolas en estudios e investigaciones prácticas, como sucedió hace más de cien años con la Chacra Experimental de Pergamino y, a partir de 1956, con el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Subrayó así el empeño exitoso de Aapresid por afirmar entre los productores argentinos una agricultura sustentable, con espíritu abierto a los desafíos de la innovación, de respeto por las normas y espíritu de la Constitución nacional. Por supuesto, anotó que corresponde al Estado crear las condiciones para una política nacional geopolítica y estratégica que saque provecho, en interés de todos, de una Argentina capaz de alimentar con su potencial agrícola y ganadero a una franja sustancial de la población mundial.

No constituyó un dato menor que parte de la jornada de cierre estuviera dedicada al principio federalista sobre el cual se ha constituido la Argentina. Va siendo inevitable que ha de llegar el momento en que las provincias y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires exijan una rendición de cuentas a los legisladores que alzaron la mano en signo de aprobación cada vez que en los últimos años el gobierno central se apoderó de recursos correspondientes a aquellas otras partes.

Después de lo ocurrido en particular con los aumentos impositivos en la provincia de Buenos Aires, los productores saben que las presiones sobre los gobernadores no sólo se realizan para someterlos a sus órdenes en violación de la naturaleza representativa, republicana y federal del Estado argentino. También se pergeñan para expoliar con más fuerza y vano disimulo a la actividad privada. Se trata de mantener así viva la corriente de un dispendioso y creciente gasto público por el Poder Ejecutivo Nacional.

Entre las múltiples exposiciones técnicas del congreso hubo quejas continuas por la falta de información pública, por las estadísticas nada confiables del Indec, por las arbitrariedades y el caos que sumen a la actividad productiva y comercial en la incertidumbre permanente, por la propaganda potenciada hasta por la cadena oficial utilizada en exceso para distorsionar la realidad. Y hubo expresiones de igual modo insistentes en el porvenir esperanzado en una producción agrícola que hace veinte años producía menos de la mitad de millones de toneladas de granos que el promedio de las últimas campañas.
Cabe exaltar la obra de Aapresid en los resultados obtenidos por la agricultura argentina en estos años. Ha sido una verdadera cosecha de la inteligencia y la responsabilidad productivas. Sólo resta confiar, entonces, que desde esta gran institución se siga el camino trazado sin que los éxitos conquistados la aten nunca a dogmas sobre los cuales no se pueda discutir, es decir, permeable a la confrontación de ideas con quienes tengan otros puntos de vista sobre los nuevos problemas agronómicos que vayan surgiendo.

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