martes, 30 de junio de 2015

CONTINUIDAD IMPOSIBLE Y CAMBIO PROBABLE.



La continuidad es imposible, tanto en lo macro como en lo estructural, si se la entiende en sentido estricto. Es más, los cambios ya empezaron. La credibilidad de los electores, a la hora de una posible polarización en la primera vuelta, debe fomentarse con discursos más precisos y promesas más consistentes, en lo que hace al “cambio”.

Continuidad imposible.
El debate sobre la continuidad no es claro, pero se irá aclarando. Veamos ejemplos.
-Las derrotas electorales del oficialismo en Río Negro y Mendoza se asocian a las políticas macro. Atraso cambiario, más retenciones y, en el caso pampeano, cupos de exportación (ROEs), trajeron crisis severas en las economías regionales de las dos provincias citadas, de clara base agroindustrial. El agro pampeano está desolado: los números no cierran y los campos no se alquilan. A fines de Julio, comienza la siembra de girasol en Chaco y Santa Fe y el ánimo está por el piso.
En la Mesopotamia, el NOA y el NEA, las producciones regionales más exportables (casi todas) presentan el mismo panorama que vemos en Mendoza y algo menos grave que el observado en el caso de las peras y manzanas del Valle. No hay ningún subsector de agro bonaerense, tal vez con la excepción de la cría bovina pura, que sea rentable y Scioli lo sabe.
Este es un ejemplo de imposibilidad de seguir así, como hasta ahora.
-Economía y el Central acordaron una suba de 30% en el cupo de divisas liberadas para importar, en sectores como automotriz y sus partes y piezas, electrónicos y químicos. Regirá en el segundo semestre. A Tierra del Fuego, irían MU$S 300 mensuales, en vez de 233 (enero-abril).
Estos sectores no resisten casi cuatro años de cepo, con atraso cambiario y, en el caso de autos, un Brasil estancado. Los cambios se impusieron solos.
-El BCRA, que había sido demasiado generoso en las dos primeras semanas de Junio, debió reducir, en la tercera, M$ 19.970 la Base monetaria (un 4% en 5 días hábiles). El Tesoro le devolvió M$ 8.066 y hubo pases contractivos por M$ 9.107. Pese a ello, hasta el día 19, los indicadores M1 Y M2 crecieron (en tres semanas) 1,8 y 0,4 % respectivamente. Estos cambios contractivos, se dieron en la semana del anuncio de la fórmula presidencial (fue el Martes 16). Esto demuestra, y la mini corrida de la última semana es semi-plena prueba, que no hay manera de cobrar el impuesto inflacionario a la tasa “deseada”, y menos aún en un período electoral. Deberán cuidarse, en lo sucesivo “de las encuestas”, si es que no quieren tener abruptos movimientos cambiarios, incluso en los dólares Contado con liqui y Bolsa. Tercer prueba de cambios que han venido a quedarse.
-El último síntoma está dado por la dificultad de ir, cada 15 días, a los mercados de capitales, a buscar M$ 5000, para financiar un desequilibrio público que ya supera el 5% del PBI. Se sabe que los subsidios económicos superaron al déficit financiero del Tesoro, por lo menos en Enero-Abril. Dichos subsidios se vinculan con atraso tarifario, desequilibrio operativo de empresas públicas e incapacidad de éstas para afrontar sus inversiones (Ej. Ferrocarriles). Pensar que este nivel de endeudamiento y su frecuencia de impacto -en el mercado de pesos- aguanta cuatro meses más sin generar perjuicios al sector privado (altas tasas e iliquidez) es, por lo menos, jugar a la Utopía. La nuestra es una economía que apenas tiene síntomas de reactivación en la construcción y podría dinamizarse (tras el cobro de las paritarias y aguinaldos), sí y solo sí los bancos tienen pesos para financiar las compras de autos y electrodomésticos que son tan deseables en periodos electorales.
Vimos hasta ahora cómo hay al menos cuatro síntomas de continuidad imposible, en las que se ven involucradas las también cuatro principales políticas de corto plazo: cambiaria, monetaria, fiscal y de ingresos.

Los cambios probables.
Se puede aducir que el discurso de la continuidad se refiere más bien a las políticas estructurales y no a la macro de corto plazo.
En este sentido, los debates políticos no han dado precisiones respecto a cuánto es el cambio que propugna la oposición. Así, Macri, que probablemente polarice con el oficialismo sostiene que cambiará la gestión de YPF y Aerolíneas Argentinas, pero que seguirán en el ámbito público. También afirma que no se volverá atrás en el sistema estatal de seguridad social.
Para no alargar demasiado, no sabemos qué significa cambio, excepto promesas como levantar el cepo o reducir las retenciones, en el caso de la soja y eliminarlas para el resto de los sectores agropecuarios.
Un ex-Presidente sostuvo, una vez electo, que “si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. E inició uno de los más profundos cambios estructurales que se recuerden (des regulación, reducción del estado, privatizaciones) que redundaron en un estado más chico y financiable. Se comprende, entonces, que “cierto cambio” puede dar miedo, incluso a los electores de clase media urbana, en un país como el nuestro, en el cual el 100% de los puestos de trabajo, en los últimos cuatro años, fueron creados en los tres niveles del sector público.
Está claro que el cambio estructural que se requiere, para no empezar a parecerse a Brasil, incluye principalmente la racionalización de las tarifas públicas, la reducción de déficit de las empresas del Estado, el achicamiento del tamaño global de participación pública en el PBI y la reducción de la tributación distorsiva, principal responsable de la buena performance recaudatoria que sigue teniendo la AFIP. Hoy, huelga decirlo, todos los impuestos legislados generan cierto perjuicio al sector privado y ni hablar del impuesto inflacionario, que fabrica pobres, trabajando a tres turnos.
Llama la atención las casi nulas menciones de los candidatos respecto a estos temas estructurales, que están en la base de la mala situación macroeconómica de corto plazo. ¿Pensarán corregirlos? ¿Cuánto y cuando?. Tienen que arremangarse, porque difícilmente lluevan dólares y se pueda salir del cepo, sin claras señales en materia de tipo de cambio, tarifas por servicios, promoción de la oferta de combustibles y electricidad, amén de nueva infraestructura y corrección en lo que hace al ajuste por inflación de los balances -para el impuesto a las ganancias-, retenciones, impuesto al cheque y …siguen las firmas.
En nuestra modesta opinión, los dos polos políticos, que pugnan por atraer a la clase media, sin espantar al electorado de menores recursos, deberán dar ciertas precisiones respecto al cambio estructural que requiere la economía argentina: mercado-internismo activo, consumismo, masificación de subsidios, estado asfixiante -crouding-out del sector privado en el empleo y la inversión-, y distorsiones escandalosas en los precios relativos no permiten alentar esperanzas de continuidad.
El oficialismo, que está jugando todo a las PASO y a la primera vuelta, deberá tomar nota  de que -hay señales que se deben dar a la brevedad y que -no son precisamente seguir con “más de lo mismo”. El citado caso del agro pampeano y de las economías regionales es probablemente el que más requiere pronunciamientos explícitos y consistentes, ya que un nuevo gobierno no puede iniciarse con un raquítico superávit comercial, las economías regionales quebradas y el principal proveedor de divisas” haciendo la plancha”, en el mejor de los casos. No es así como se movilizarán los ahorros que están en el colchón o “se tomaron el palo”.
En síntesis, la continuidad es imposible, tanto en lo macro como en lo estructural, si se la entiende en sentido estricto. Es más, los cambios ya empezaron. La credibilidad de los electores, a la hora de una posible polarización en la primera vuelta, debe fomentarse con discursos más precisos y promesas más consistentes.
Los políticos tienen que comprarse un exacto “cambiómetro”. Las dosis deben ser las correctas: ni muy muy, ni tan tan.

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