Con una obstinación asombrosa el Gobierno a través del Banco Central obligó a los bancos a
incrementar las tasas pasivas que éstos les pagan a sus ahorristas con el fin de
desestimular la especulación a través de la
compra/venta de dólares. Esto, en el lenguaje técnico, se llama arbitraje de
monedas y no está ni
prohibido ni tiene porque ser mal visto moralmente ya que es una consecuencia de las
condiciones económicas que promueven este tipo
de comportamientos, naturales en sociedades cuya organización económica tiene raíz capitalista. Es
ésta faceta la que hace que, en mercados sub-explotados surjan inversionistas.-
De modo tal que, una vez más el BCRA hace uso de todo su herramental
financiero para tratar de paliar una situación cuya
solución nunca encaró frontalmente ni
mostró interés en hacerlo. La situación actual, que no llega a ser
una crisis cambiaria, es producto de algunas medidas
como el “cepo” –que encendió la llama- y de la incertidumbre
imperante que también es consecuencia de
la “no política” del último año. Quien compra dólares para especular
no es un “cipayo” ni un “traidor”, sino alguien que ve una oportunidad
económica y decide explotarla. -
La suba de tasas ya se había ensayado hace un tiempo con el mismo objetivo: doblegar la especulación
a través del dólar informal. Cumplió su finalidad pero es sabido que
medidas de esa índole, que pretenden paliar situaciones transitorias, son “de
un solo tiro”, es decir, su recurrencia va desgastando sus efectos. De
continuar en esta dinámica, donde no se persigue la solución
del problema, la escalada no tiene techo. Es claro también, que las presiones sobre el valor del tipo
de cambio continuarán acentuándose como consecuencia de
la incertidumbre, pero también es justo decir
que, circunstancias
así no tienen como solución una única e infalible medida de resolución.
El BCRA también está operando a través de distintos mecanismos de esterilización
monetaria para reducir el impacto de la fuerte expansión en la
masa de dinero y su “traslado” al dólar, pero esas
medidas van perdiendo su poder de impacto y fuerzan a las
autoridades a redoblar esfuerzos. En este caso,
“redoblar
esfuerzos” significa aumentar sistemáticamente las tasas de interés.
Esto, no solo impacta en las expectativas respecto al
tipo de cambio. También existen efectos no deseados, por
decir de algún modo. Uno de los más palpables es el
encarecimiento paulatino del costo de financiamiento para el sector
privado, ya que los bancos se ven inducidos a encarecer
sus líneas de crédito y aunque a corto plazo la autoridad
monetaria puede “regular”, la otra “pata” de los efectos colaterales es el
desincentivo a la inversión. El costo de oportunidad de la inversión
son las tasas pasivas que pagan los bancos, y si éstas aumentan, muchas
inversiones dejan de ser tentadoras y terminan no llevándose a cabo.
Esto repercute
también en el nivel de actividad agregado, ya que uno de los motores del crecimiento es la inversión. Si pensamos en lo pobre que
será éste
índice para el corriente año, con lo “desinflada” que
ya está la economía, no es difícil concluir
que “desvistiendo el santo” de la especulación, “vestimos” el de
la caída en la actividad económica y ya sabemos cómo
terminan estos asuntos de vestuario.
Todo esto suponiendo que, final y felizmente, el Gobierno termine
doblegando la especulación.-
JUAN IGNACIO LOZANO
Lic. en Economía. Consultor en Agronegocios Ideas&Economía
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