viernes, 31 de enero de 2014

Mayor competitividad cambiaria para el agro: ¿podrá sostenerse?


En el año 2013, la soja cotizó a un precio promedio estimado de 525 dólares la tonelada en el mercado de exportación, uno de los valores más altos de la última década. Pero el mercado espera que los precios en 2014 sean menores, como consecuencia de buenas campañas en todos los países productores líderes.
A pesar de lo anterior, la 2012/2013 ha sido una de las campañas agrícolas en la que los productores argentinos menos soja han vendido en relación con lo producido y respecto de los patrones de venta históricos.
En efecto, se habrán comercializado unos 40 millones de toneladas de soja a fines de enero (según datos del Ministerio de Agricultura de la Nación y cálculos propios), sobre una campaña de 49,3 millones de toneladas (dato oficial del Sistema Integrado de Información Agropecuaria).
El cociente entre las ventas y lo producido se aproximará al 81 por ciento, cuando ha promediado el 94 por ciento a la misma fecha en las últimas cinco campañas (ver infografía).
Si se supone stocks de inicio de cinco millones de toneladas, quedarán unos 14 millones de toneladas de soja a fines de enero, distribuidas entre las distintas instalaciones de almacenaje y básicamente en manos de productores agropecuarios.
Razones
¿Por qué a pesar de los excelentes precios internacionales los productores han vendido tan poca soja? Por dos circunstancias: a) Los precios que reciben no son los externos; los productores deben ceder el 35 por ciento al fisco en concepto de derechos de exportación; b) En los últimos años, el precio del dólar ha estado artificialmente contenido en Argentina, a consecuencia de una política explícita de intervención del Gobierno, generándose en jerga económica un importante atraso cambiario.
Los precios de bienes y servicios de la economía subieron en promedio un 511 por ciento entre diciembre de 2001 y diciembre de 2012 (según fuentes confiables), mientras que el precio del dólar subió un 389 por ciento; en ese período, el dólar subió 0,75 punto por cada punto de inflación.
En síntesis, los productores no han vendido soja al ritmo que habitualmente suelen venderla a la espera de una baja en la presión tributaria y/o una mayor alineación del precio del dólar con el resto de precios de la economía.
Estrategia de convergencia
La decisión de conservar la soja se profundizó por la forma en que el Gobierno eligió para revertir el atraso cambiario. El camino seguido fue hacerlo de a poco, cuando lo recomendable era un salto del tipo de cambio y luego una férrea política de estabilización para calmar las expectativas de una nueva devaluación.
A mediados del 2013 comenzó a acelerarse la tasa de devaluación: del 1,7 por ciento mensual de junio se pasó al 2,6 por ciento en agosto, al 2,9 en noviembre y al cinco por ciento en diciembre. Con esa modalidad y ritmo de devaluación, el incentivo a demorar la venta se exacerbó.
En las últimas semanas de enero, se ha producido un cambio en la estrategia del Gobierno. Se ha priorizado un importante salto devaluatorio con suba de tasas de interés para absorber liquidez, reducir los efectos inflacionarios y el combustible disponible para comprar dólares.
Enero probablemente cierre con un tipo de cambio de ocho pesos por dólar. Si esto se convalida, la devaluación punta a punta (de fines de diciembre a fines de enero) llegará al 23 por ciento.
A inicios de la última semana, el Gobierno ha anunciado que el nuevo nivel del tipo de cambio es suficiente para recuperar competitividad externa y estimular la oferta de dólares. En palabras del jefe de Gabinete “la política cambiaria ha alcanzado un nivel de convergencia razonable con los objetivos de política económica”.
Mejora patrimonial
Un mayor tipo de cambio mejora la situación patrimonial de los productores agropecuarios, en función de que los activos de las empresas están en general más dolarizados que los pasivos.
Por caso, los productores dispondrían actualmente de unos 14 millones de toneladas de soja y el 90 por ciento de la deuda que mantienen con bancos está en pesos. También apuntala la rentabilidad de la producción, en particular de la cosecha agrícola 2013/2014, considerando que al menos algunos costos han sido fijados con un tipo de cambio menor.
A mediano y largo plazos, la mejora en la ecuación económica (clave para aumentar la inversión y la generación de divisas a futuro) persistirá en la medida que perdure el cambio de precios relativos a favor de los productos (granos, hacienda o leche).
En otras palabras, si el Gobierno desea hacer crecer la oferta exportable debe tratar que en los próximos meses los precios internos de los productos del agro y las economías regionales se mantengan relativamente altos en relación con los precios de los restantes bienes y factores de la economía.
Panorama
¿Qué ha sucedido hasta el momento? En lo que va de enero, el precio de la soja subió un 26 por ciento en el Mercado a Término de Buenos Aires (Matba, posición Soja Rosario Disponible)
y un 48 por ciento si se compara con fines de enero de 2013.
Con precios de exportación relativamente estables, la soja se ha revalorizado en forma importante gracias a la devaluación. El precio interno de maíz (Matba) ha subido un 10 por ciento en el último mes y un 28 por ciento respecto de un año atrás. En este caso, la devaluación ha servido para amortiguar una importante caída en el precio internacional del cereal.
Por último, el kilo vivo de novillo en el mercado de Liniers ha subido un 15 por ciento en el último mes y un 39 por ciento en el último año. Nótese que la soja y el novillo se han valorizado en términos reales (mejora de precios relativos), no así el maíz, considerando una tasa de inflación anual del 30 por ciento a enero de 2014.
Equilibrio
Un tipo de cambio de ocho pesos por dólar alivia el negocio agropecuario, en particular la producción de soja, para la cual los precios internacionales acompañan. Esa paridad cambiaria genera un poder de compra interesante de la oleaginosa en el mercado interno. Pero hay que tener en cuenta que la soja se proyecta a la baja en el mercado internacional, por lo que el mayor oxígeno puede agotarse en esta campaña.
Ahora bien, la soja seguramente no define la referencia para un tipo de cambio de equilibrio. Las economías regionales más alejadas de los puertos, los productos menos beneficiados por subas de precios internacionales, o los segmentos industriales de bienes de consumo semidurables y bienes de capital, seguramente requieran de un dólar “adelantado” a la inflación interna de los últimos años (los precios se multiplicaron por 8,3 en promedio desde diciembre 2001 a la fecha).
¿Podrá sostenerse?
¿Podrá sostenerse la mayor competitividad cambiaria? Los números anteriores muestran que algunos productos claves del agro se han valorizado respecto de otros bienes de la economía luego de la aceleración de la depreciación.
Pero esta mejora sólo podrá mantenerse (ceteris paribus los precios internacionales) si de aquí en adelante el tipo de cambio sigue el ritmo de la inflación, es decir, no se adelanta ni se atrasa.
Si la tasa de inflación de los próximos meses promediase el x% mensual, el dólar debería depreciarse al x% mensual en el mercado oficial para no perder la competitividad cambiaria ganada.
La devaluación del año 2002 pasó lentamente a precios internos y por eso logró una rápida recuperación productiva. Tres años después, los precios habían copiado sólo un tercio de la suba del dólar.
Lamentablemente, el contexto económico actual no es el de hace 13 años, la economía opera en pleno empleo y con mecanismos de transmisión de la inflación mucho más aceitados que en el pasado.
La clave pasa por encauzar las expectativas hacia un sendero decreciente de inflación y depreciación. El Gobierno debe reconocer el problema inflacionario, explicitar un programa monetario y fiscal consistente con metas de inflación y lograr el compromiso de acompañamiento de los distintos actores sociales (sindicatos particularmente).
El Banco Central tiene herramientas para contener los precios y la fuga hacia el dólar. En las últimas semanas, las tasas de interés vienen subiendo fuerte de la mano de una política de absorción de pesos del Banco Central.
El gran interrogante es si la nueva estrategia monetaria será acompañada de los cambios que requieren la política fiscal y la forma en que se ha venido financiando el Estado en los últimos años.
El autor es economista jefe del Ieral-Fundación Mediterránea.
Rezagado
Precios relativos. Los precios de bienes y servicios de la economía subieron en promedio un 511 por ciento entre diciembre de 2001 y diciembre de 2012 (según fuentes confiables), mientras que el precio del dólar subió un 389 por ciento. En ese período, el dólar subió 0,75 punto por cada punto de inflación.

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