martes, 18 de enero de 2011

LA “NIÑA” OCASIONARÁ FUERTES PÉRDIDAS AL PAÍS

Si bien las pérdidas de rendimientos aún es aventurado cuantificarlas, lo cierto es que serán significativas, la cosecha récord ya es una utopía y, la única certidumbre es cuan relevante resulta el riesgo empresario, que tal como se está presentando el panorama, crece la perspectiva de balances en rojo de la campaña.
Por: Aldo Norberto Bonaveri
Conforme a los pronósticos que desde varios meses atrás se venían practicando, La Niña se ha instalado haciéndose sentir; el fenómeno, que en la época de comenzar con las siembras de los granos gruesos no se manifestó como algunos climatólogos anunciaban, permitiendo que se implantara buena parte de la superficie programada; más comenzó a expresarse en algunas zonas a partir de noviembre, agudizándose generalizadamente en diciembre en buena parte de las regiones productivas del país, afectando también a territorios de Uruguay, Paraguay y Brasil.
Atrás quedaron las pródigas lluvias de de fines de 2009 y principios de 2010 que posibilitaron una cosecha récord en el ciclo agrícola próximo pasado. El advenimiento del año nuevo se produjo con daños que ya son irreversibles en bastas zonas, a ello debe agregarse que las predicciones auguran pronunciadas deficiencias de las precipitaciones para enero y febrero, lo que de concretarse significaría un golpe muy duro para el sector agropecuario y, por ende para el país, dada la incidencia del campo como columna vertebral de la economía nacional.
Tal como se está presentando el panorama, los efectos perniciosos de la sequía podrían llegar a ser muy severos. En la memoria de todos está fresco lo ocurrido en el ciclo 2008/2009, cuando se consumó una de las perores sequías de los últimos 50 años y, cuya consecuencia se tradujo en una merma de 33.000.000 de toneladas de granos, en comparación de el período 2007/2008. Si profundizamos un poco más los anales modernos, podemos apreciar que aún cuando la última década globalmente resultó favorecida con buenos registros pluviométricos, cabe recordar que en 2003 las faltas de lluvias castigó buena parte del territorio nacional y, que el 2005 tampoco fue pródigo en cuanto a agua se refiere.
Los datos citados nos están demostrando que las precipitaciones ya no son tan abundantes ni estables como en los 80’ o los 90’. Por otra parte, si hacemos un análisis exhaustivo, tomando en cuenta lo acontecido en el siglo pasado, advertiremos nítidamente que el comportamiento de las lluvias obedece a razones cíclicas, así lo evidencian años consecutivos en las décadas del 30’ y del 40’, donde la sequía se extendía por varios meses, con efectos devastadores.
Obvio que cualquier sequía repercute negativamente en la producción agropecuaria; no obstante, también corresponde expresar que aquellos escenarios aciagos de otrora difícilmente vuelvan a presentarse, al menos en semejante dimensión; más allá de las condiciones ambientales que el hombre no puede modificar, la disponibilidad de recursos que existen actualmente permite atemperar consecuencias o prolongar la vida de los cultivos. Ello se relaciona con diferentes avances tecnológicos tales como: la siembra directa, con el ahorro de agua que la práctica implica; el amplio y moderno parque de maquinarias agrícolas, que posibilita concentrar labores; y sin duda alguna el factor substancial los constituye el constante mejoramiento genético operado en las semillas.
Una de las peculiaridades que presenta el actual contexto lo constituye que el déficit hídrico afecta al 60% de la zona núcleo. Naturalmente la situación no presenta uniformidad, empero, el nivel es más que preocupante; a los efectos de tener idea de la magnitud cabe expresar que durante el 2010 las lluvias oscilan entre el 40% y el 50% menos de la media histórica para dicha región.
Los daños más severos se verifican en maíz, situación que se da en función de dos factores determinantes; según la fecha de siembra, mayoritariamente la sequía ocurrió en estado de floración, justamente cuando la especie tiene el mayor nivel de requerimiento de agua; por otra parte este cereal es precisamente el más sensible a la escasez del vital elemento.
La siembra del maíz de primera ronda en torno a las 3.900.000 hectáreas, de ellas ya se habría destinado más de 700.000 a pastoreo directo y, tal como se presenta el cuadro de situación, destino que presumiblemente se incrementará considerablemente. Tal práctica discurre como lógica teniendo en cuenta la susceptibilidad a la sequía antes mencionada, las excelentes propiedades forrajeras que reúne la especie, por lo que en estas condiciones adversas es el cultivo más aprovechable, al punto tal que en las zonas mixtas, como el sur de Córdoba, La Pampa, San Luís o el oeste bonaerense, es habitual que se lo implante con doble propósito.
En cuanto a soja, las estimaciones de la superficie implantada ronda el 65/70% de la intención de siembra. La adversidad climática está condicionando la posibilidad de hacer sementeras de segunda, de no llover bien y pronto hay zonas que no se será sensato arriesgarse, en tanto en otras será menester cambiar la variedad proyectada. Además, el agricultor sabe que a diferencia con el maíz que puede aprovechar una precipitación posterior para su nacimiento, la oleaginosa requiere buenas condiciones de humedad.
Todo indica que el girasol será el cultivo que sufrirá un poco menos las consecuencias de la falta de agua; generalmente las siembras se pudieron realizar en tiempo adecuado, no obstante la razón fundamental del menor contratiempo se funda en su reconocida mayor rusticidad y, menor exigencia de humedad que sus competidores.
Si bien las pérdidas de rendimientos aún es aventurado cuantificarlas, lo cierto es que serán significativas, la cosecha récord ya es una utopía y, la única certidumbre es cuan relevante resulta el riesgo empresario, que tal como se está presentando el panorama, crece la perspectiva de balances en rojo de la campaña.
Por todo lo expresado queda claro que el sector agropecuario sufrirá las consecuencias de la sequía, al contexto citado de los granos deben añadirse los padecimientos por el mismo motivo que se plantean en la lechería, la ganadería, como así el resto de las explotaciones, ya que cual más, tal menos las complicaciones están a la orden del día en las distintas actividades agrarias.
Las consecuencias del infortunio se harán sentir en diversos rubros directa o indirectamente relacionados, y el interior verá profundizar sus problemas, gobernadores e intendentes deberán recalcular sus presupuestos, pues la menor actividad económica perturbará planes preconcebidos, acrecentando las dificultades que traerá aparejado la pérdida de empleo.
Al Gobierno nacional le modificará substancialmente sus proyecciones en cuanto a ingresos, tal como se vislumbran las consecuencias de la sequía, solamente en materia de retenciones a las exportaciones agropecuarias dejarían de ingresar unos u$s 1.000.000.000, haciendo estimaciones poco pesimistas.
Si bien en una primera lectura, daría la impresión que con el nivel de recaudación actual, esta disminución no resultaría demasiado trascendente, máxime teniendo en cuenta lo proclamado en distintos discursos por la presidenta, de cuyas expresiones daría la sensación que el país marcha sobre rieles. Claro está que del “dicho al hecho hay mucho trecho”. Si bien la economía experimenta crecimiento, el incremento del gasto le saca ventajas. Solo basta observar que los subsidios en el 2010 marcaron un récord con $ 48.000.000.000, pero que según la consultora Ecolatina, la proyección por el mismo concepto para el 2011 ascendería a la friolera de $ 63.000.000.000, la misma fuente indica que el grueso de destinará a energía y transporte, rubros donde las deficiencias lejos de corregirse, prosiguen acrecentando las falencias.
Ya en las postrimerías del 2010, el Gobierno se vio en la necesidad de revelar un fuerte aumento del gasto público, en la oportunidad mediante decreto 2052 se reasignaron $ 10.128.000.000, los que se agregan a los $ 55.000.000.000 aumentados al mismo efecto en el transcurso del año. Las cifras sin mayor explicación, pueden conducir a confusión, en cambio más entendible resulta si advertimos que el nivel de erogaciones por dicho concepto supera en 4% el nivel de ingresos, razón por la cual desde el poder recurren para financiarse a la ANSES y el PAMI, tal como aconteció recientemente.

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