En pleno auge de las tecnologías de la información, con los teléfonos inteligentes, los GPS, y las redes sociales de Internet, en la Argentina hay problemas para producir porque se inundan los caminos.
Es la muestra más evidente de un país con dos velocidades. Por un lado, están las semillas de maíz con cinco genes apilados o los satélites para la agricultura de precisión. Por el otro, los caminos rurales intransitables por una lluvia que durante octubre ha duplicado los promedios históricos en una amplia región de la pampa húmeda.
Ya el nombre de “caminos rurales” es anacrónico porque es sinónimo de tierra que, cuando llueve mucho, se transforma en barro, obviamente.
Sembradoras de más de 30 toneladas que tienen que ingresar en los campos para la siembra de maíz no pueden hacerlo porque los caminos rurales están anegados. También hay tambos aislados que no pueden sacar su producción y pequeños pueblos en los que la gente tiene que hacer proezas para trasladarse de un lugar a otro.
Los especialistas calculan que apenas el 2,2 por ciento de lo que se recauda por el impuesto a los combustibles va a parar las direcciones de vialidad provinciales. El resto, como tantos otros impuestos, se destina a rentas generales.
Si la presidenta Cristina Kirchner se felicita a sí misma cuando inaugura una obra mínima con partidas que provienen del Fondo Sojero debería considerar cuantas otras cosas se podrían hacer con los casi 10.000 millones de dólares anuales que el Gobierno recauda con los derechos de exportación de los granos y subproductos.
Pero no todo es cuestión de dinero. Con una dosis de buena gestión también se podrían evitar problemas. Cuando el verano pasado una feroz sequía provocó la pérdida de 16 millones de toneladas de granos el ministro de Agricultura, Norberto Yauhar, prometió elaborar un proyecto de ley de seguro agrícola. Pasaron ocho meses de ese flagelo y Agricultura sigue en deuda. Lo mismo ocurre con la ley de Semillas. Abrió un proceso de consultas durante dos meses con la industria y entidades de productores y alcanzó un consenso parcial. “Estamos trabajando”, responden las fuentes de la cartera agrícola. En otro idioma eso significa que esperan la autorización de la Presidenta para enviar el proyecto al Congreso.
Erróneamente se dice que este proyecto es la “ley Monsanto”. No es esta compañía multinacional la que pide la norma. Son los semilleros nacionales que están en condiciones de mejorar el germplasma local los que necesitan que sus esfuerzos de investigación sean protegidos. Las compañías internacionales crecieron comprando las empresas locales que en su mayoría fueron creadas por productores agropecuarios. Esto sucedió en los Estados Unidos y en la Argentina. Y es un proceso que no se ha detenido. Las multinacionales invierten en Investigación y Desarrollo para biotecnología, pero para la adaptación de los materiales a cada región específica necesitan del conocimiento local. ¿Cuánto se podría valorizar un semillero nacional si hubiera un sistema de reconocimiento a la investigación?
El mundo marcha hacia la bioeconomía y la Argentina está en las mejores condiciones de insertarse en esa nueva ola de progreso mundial. “Barack Obama, Angela Merkel y otros líderes mundiales vienen proponiendo invertir y desarrollar la bioeconomía”, explica el director ejecutivo de Maizar, Martín Fraguío. La genómica, la biotecnología, la nanotecnología y la tecnología de la información son los ejes sobre los cuales gira este nuevo sector de la economía de los recursos naturales renovables. Y en todos ellos la agricultura está en el centro. “La Unión Europea genera 100 millones de toneladas de desperdicio con los alimentos. Y está estudiando cómo reintroducirlos al sistema mediante la generación de energía”, explica.
El maíz, por ejemplo, es el producto que no sólo tiene innumerables usos en la alimentación, sino también para energía y para la producción de plásticos. Y alrededor del cereal se puede generar toda una cadena de valor.
En vez de debatir políticas para subirse a esta ola de modernidad, aquí se discute cuánto se dejará de sembrar porque las lluvias impiden el paso de las maquinarias. Es esa misma irrealidad que todavía afecta a algunos funcionarios, como por ejemplo el embajador argentino en la India, Ernesto Alvarez, que se reunió recientemente con el jefe de ministros de la India, Bhupinder Singh Hooda, para proponer que los indios compren tierras en la Argentina porque están baratas. “El gobierno argentino podría ayudarlos en riego, energía, créditos y desgravaciones impositivas” prometió Alvarez. Entusiasmado, el diplomático invitó a Hooda a visitar la Argentina, a lo cual, el ministro indio le respondió que así lo haría, acompañado por productores de su países, según informó el periódico Daily News & Analysis, de la India.
¿Conocerá este funcionario que este año el gobierno argentino hizo aprobar una ley que limita la venta de tierras a extranjeros? Quizás no, algunas noticias llegan tarde a la India.
RESUMEN
10/20
Por ciento
Es la pérdida de producción que tendría la cosecha de maíz por el exceso de lluvias.
72
millones de pesos
Fueron los que destinó el Ministerio de Agricultura a productores tabacaleros de Jujuy..
LA FRASE
Eduardo Buzzi
Presidente de la FAA
“El tema de las zonas rurales inundadas debería estar en la agenda
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