Investigadores de la UBA mostraron que entre 1960 y 2008, en el sur de Buenos Aires, la disponibilidad fue estable, pero se registraron cambios en Santa Fe
Fluctuante en la provincia de Santa Fe y más estable en el sur de Buenos Aires ha sido en las últimas décadas la variación de la disponibilidad de agua en el suelo en la región de producción agrícola de secano, es decir, que se caracteriza por no contar con riego artificial, según un estudio de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (FCEN-UBA).
“Para las localidades ubicadas en Santa Fe, la máxima disponibilidad de agua en el suelo tiene variaciones y se observa en meses diferentes en los últimos años. Varía de abril en la década del 60 a febrero en la década del 90, para presentarse nuevamente el máximo en abril en la década de 2000″, precisa Olga Penalba, del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos de FCEN-UBA, quien, junto con Vanesa Pántano, estudió la situación hídrica en el período comprendido entre 1960 y 2008.
Saber si los cultivos contarán con reservas de agua para el momento en que su proceso de crecimiento lo requiera resulta un factor importante a tener en cuenta. Con este objetivo, las investigadoras estudiaron los datos mensuales de precipitación, temperaturas máximas y las mínimas a lo largo de casi medio siglo. A partir de la lluvia caída y de la estimación de la evapotranspiración se puede conocer cuánta agua disponible le queda a la tierra a partir de ecuaciones matemáticas que tratan de representar los distintos procesos involucrados.
“Hacia el sur de la provincia de Buenos Aires, el mes en el cual ocurre la máxima disponibilidad de agua en el suelo no varía mucho a lo largo de las décadas. Siguió siendo junio o julio”, puntualiza Penalba tras haber presentado este trabajo en las terceras jornadas del Programa Interdisciplinario de la Universidad de Buenos Aires sobre Cambio Climático.
A cientos de kilómetros de nuestra región agrícola ocurre un fenómeno que altera las condiciones climáticas y también es analizado de cerca por estos investigadores. Se trata de “El Niño-Oscilación Sur (ENOS)”, que nace en las aguas tropicales del océano Pacífico y “provoca lluvias torrenciales en Indonesia y Asia, y en una de las regiones más secas del mundo, la costa occidental en América del Sur”, ejemplifica Penalba, junto con María Laura Bettolli y Federico Robledo, que también pertenecen a FCEN-UBA.
La Argentina no escapa a los alcances de este fenómeno, del cual se tiene información que puede servir para predecir a futuro. “Hoy contamos con registros de los últimos 50 años, en distintos puntos del país”, subraya Penalba, al tiempo que precisa: “Respecto de El Niño ya se han realizado numerosos estudios en la Argentina. Si se quiere saber qué pasa en un determinado campo, habrá que estudiar la situación en base a los datos disponibles de la estación meteorológica más cercana”.
La idea es aprovechar las investigaciones científicas ya efectuadas con el fin de aplicarlas a las necesidades concretas a la hora, por ejemplo, de saber cuál es la disponibilidad hídrica para plantar un cereal en una región. “La gente se puede acercar y en base al material existente se resuelve si se le puede dar respuesta o no a su pedido. No es una consultora”, aclara Penalba, desde el Laboratorio de Extremos Climáticos de Sudamérica que dirige conjuntamente con la doctora Matilde Rusticucci. “Actualmente condiciones extremas de la atmósfera provocan pérdidas en distintas áreas productivas, generando desbalances financieros que terminan afectando algunos sectores de la economía de un país o una región”, subraya Penalba. Más detalles enwww.extremosclimaticos.com.ar.
Por Cecilia Draghi
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