sábado, 29 de abril de 2017

Colimba a la neozelandesa: jóvenes profesionales se capacitan en los mejores tambos del mundo


Emilio Ferretti, después de recibirse de ingeniero agrónomo, trabajó un año en Nueva Zelanda en un sistema muy exigente; aprendió las claves de su productividad.
Nueva Zelanda se convirtió a lo largo de los últimos años en una verdadera escuela de entrenamiento de la lechería para estudiantes y jóvenes profesionales. En realidad, la experiencia en tierra kiwi por lo intensa, física y rigurosa es muy parecida a una verdadera “colimba”. Emilio Ferretti acaba de volver al país con ocho kilos menos después de un año de trabajar junto a su mujer, Paz Molina Pico, también recién recibida de ingeniera agrónoma en la UBA, en Glenmore, un tambo de 1130 vacas de la isla sur. “El esfuerzo físico es grande, pero se aprende mucho del manejo de punta que tienen los neocelandeses”, afirma Emilio.
Pastura de rye grass de alta producción, junto a una instalación de ordeñe calesita con 60 bajadas
Pastura de rye grass de alta producción, junto a una instalación de ordeñe calesita con 60 bajadas.
A diferencia del modelo argentino, donde el tambo produce durante los doce meses del año, en Glenmore, como en el resto de los tambos neocelendeses, se ordeña leche en forma estacional. Para esto las vacas lecheras frisona y kiwi cross se secan en mayo y junio, meses donde el pasto disminuye su producción por las bajas temperaturas y el menor fotoperíodo.
Teniendo en cuenta las altas cargas animales por hectárea con que se manejan, la clave del manejo se encuentra en el exacto ajuste entre la oferta forrajera y la demanda nutricional del rodeo. Exige una acertada planificación para hacer coincidir los mayores requerimientos de la vaca después del parto con los picos forrajeros de la primavera cuando las vacas alcanzan la máxima tasa de producción de leche. En los períodos excedentes de pasto, se cierran lotes para confeccionar silo y rollos. Y en los momentos deficitarios de oferta forrajera se suplementa con silo y rollo. “El manager del tambo, que era otro argentino, Matías Bosch, tomaba las decisiones de cambios de parcela una vez por semana en su recorrida o “farm walk”. En Glenmore trabajan con dos rodeos de vacas, las de alta producción y el de vaquillonas que aún no han alcanzado el potencial productivo, y un tercero que es la enfermería para las vacas con problemas”, agrega Emilio.

Manos a la obra

El otro factor de competitividad que vienen desarrollando los neocelandeses casi con devoción es el cuidado y atención que prestan a las pasturas. Esto se puede observar en los niveles de fertilización y riego que aplican en los lotes. En primavera fertilizan en promedio cada 15 días en los planteos más intensificados. “En Glenmore se tenía por norma que todos los lotes después de ser pastoreados se los fertilizaba con urea. Y en primavera y verano, períodos de alta demanda atmosférica, se regaba las pasturas a través de los sistemas pivot, línea móvil de aspersores y rotorainer”, agrega.
En Glenmore también trabajaban con los efluentes del tambo que son almacenados y luego un separador divide la fase líquida de la sólida. Con un sistema de bombeo y red de cañerías realizan la ferti-irrigación en los lotes instalados y logran un aprovechamiento de los residuos.
El servicio estacionado de tres meses que tienen los tambos de Nueva Zelanda genera también rutinas de trabajo estacionales. A diferencia de nuestro país donde durante todo el año hay una gran cantidad de actividades distintas, los neocelandeses se especializan en trabajos por temporadas. Así, sucesivamente, el personal se ocupa tres meses sólo de la parición y el ordeñe para pasar después al servicio.

Vivir de primera en el campo

Lisa y Hayden Watson son los dueños de Glenmore y como el resto de los tamberos neocelandeses, enfrentan el problema de tener gente capacitada en el tambo. Así es como aceptan el recurso humano extranjero que viene a trabajar por temporadas o por pocos años. En Glenmore, Emilio y Paz encontraron que la dotación del tambo se completaba con otros cuatro argentinos, todos ingenieros agrónomos, y un filipino. Ningún neozelandés.
Ante esta dificultad para seguir atrayendo mano de obra calificada para sus tambos, los productores neocelandeses no descuidan la calidad de las viviendas y la infraestructura para vivir en el campo. “Las casas son nuevas, muy confortables, con internet y con todas las necesidades cubiertas. Lo mismo ocurre con los accesos y rutas todas pavimentadas o entoscadas. Los camiones pueden acceder al campo independientemente de las condiciones ambientales sin ningún inconveniente ya que la conservación de los caminos es excelente”, cuenta Ferretti. Bajo estas condiciones y con escuelas rurales que tienen un nivel acorde al de las grandes ciudades, la ruralidad neozelandesa genera el arraigo imprescindible para funcionamiento óptimo de sus tambos.

El estilo de gestión kiwi

Los dueños de Glenmore reflejan las características y la forma de vida de los productores neocelandeses. El matrimonio de Lisa y Hayden Watson tiene tres tambos y un campo dedicado a la ganadería. Todos ubicados en la región de Canterbury en la isla sur, a tres horas de Cristchurch una de las principales ciudades de la isla. De allí proviene el 21,3% de la producción de leche del país. Los clásicos estereotipos que se pueden llegar a tener del productor agropecuario se rompen con los Watson.
Aunque viven de forma muy austera, con el uniforme kiwi de short y botas como vestimenta casi permanente, los Watson suelen caer a Glenmore en su helicóptero luego de volar desde su casa en el pueblo Fairlie que esta a dos horas de distancia en auto. Además Lisa es camionera. Si, tiene un camión con el que no encuentra ningún impedimento para realizar fletes de carga. Los Watson son de involucrarse directamente en las tareas del tambo y no se quedan de brazos cruzados.
Tienen habilidades manuales y experiencia práctica en resolver los problemas cotidianos del tambo. Además se sientan frente a la computadora todos los días para manejar la información actualizada de los tambo. Gracias a un sistema informático denominado Protac pueden separar las vacas a la salida de la plataforma, cargar alertas de vacas tratadas con antibióticos, las rengas o las preñadas. A través de sensores que leen el número de caravana, se vuelca la información que realiza el seguimiento de cada vaca. Los Watson saben gestionar tanto en el lote como en el escritorio.

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