martes, 2 de diciembre de 2014

Chile y la alternativa para enfrentar la sequía


Capturar el agua de lluvia, por poca que sea, permitiría contar con el recurso en las épocas de mayor necesidad. También se propone trabajar con la restauración hidrológica forestal, para recuperar el equilibrio ecosistémico, lo que posibilitaría un mejor manejo del recurso hídrico.
Con una sequía que, en regiones como la de Coquimbo, ya lleva prácticamente 10 años y que tiene a los tres grandes embalses prácticamente secos; o que en la V Región, en la zona de Petorca y Quillota, ha secado cultivos enteros de paltos y otros frutales; y que ha llegado a un nivel tal que algunas comunas ya no tienen agua ni siquiera para el consumo humano, se vuelve esencial buscar alternativas distintas que permitan optimizar la poca agua con que se cuenta.
Precisamente en eso están trabajando en el Centro Tecnológico de Hidrología Ambiental (CTHA) de la Universidad de Talca. “Trabajamos en desarrollar alternativas que permitan captar el agua y mejorar los sistemas de conducción para poder acumular el agua cuando cae, por poca que sea”, comenta el director del organismo, Roberto Pizarro.
Uno de los sistemas que podría funcionar sería el de captación de aguas lluvias. En el CTHA lo vienen probando con éxito en la Región del Maule, donde tienen 12 de ellos instalados en campos de agricultores y ahora instalarán, con el Indap, otros seis sistemas.
El sistema consiste en instalar en laderas de cerros un “captador” de agua -que puede ser un espacio cubierto con materiales que se han estado probando, como geomembranas u hormigón- que recoge cualquier lluvia que cae, y de ahí se conduce hasta un acumulador cubierto que se instala donde el agricultor lo necesite.
“Lo que hay que hacer es buscar elementos que permitan captar aguas en forma específica y para una demanda determinada, siempre pensando en la necesidad de mantener la calidad del agua que cae”, comenta Pizarro.
Para esto, en el CTHA han realizado pruebas con distintos materiales, para ver cuál permite la mayor captación posible. El resultado ha demostrado que con geomembranas se puede capturar entre un 80 y un 90% del agua; mientras que con hormigón la captura baja a un 70 a 65%, porque este material es más poroso, por lo que el agua escurre menos y se permea más, lo que genera una mayor pérdida.
Los especialistas insisten en que no se trata de instalar el sistema, sino que se requiere una ingeniería que permita determinar qué superficie cubrirá el captador, lo que tiene relación con la pluviometría de la zona y con la necesidad de acumulación.
Por ejemplo, en Ovalle, en la IV Región, para capturar 24 metros cúbicos se necesita cubrir 270 metros cuadrados; en el Maule, en cambio, para el mismo volumen de agua, basta con 70 metros cuadrados, por la diferencia en la pluviometría.
Los especialistas recalcan que el sistema funciona, incluso, con niveles de lluvia muy bajos.
“Aquí no se trata de trabajar con promedios, sino con probabilidad de ocurrencia de lluvia. Estamos trabajando con un 10%, en base a las estadísticas de los últimos 40 años. Eso nos da que en Ovalle se podría capturar agua con 48 mm de lluvia”, comenta Pizarro.
Otro elemento importante, dice el académico, es que el agua se acumule en un estaque adecuado. Ahí se pueden hacer pequeñas lagunas -donde lo que se hace es una excavación que luego se recubre con una geomembrana-; piscinas de hormigón bien selladas y con techo; estanques de polietileno y, quizá lo más novedoso, los estanques flexibles, unas especies de guateros a los que se les conectan las cañerías de conducción y extracción.
“Estos sistemas pueden ser instalados en cualquier campo, y sirven tanto para agua potable como para el riego de cultivos y para los animales. También son útiles para acumular aguas en los predios forestales y contar con ellas para enfrentar los eventuales incendios”, explica Pizarro.
Está claro que estos sistemas implican invertir. De acuerdo con el director de CTHA, la inversión dependerá, nuevamente, de dónde se vaya a instalar el sistema y del agua que se requiera.
“Aquí lo importante es el diseño de ingeniería hidrológica y las obras de captación y acumulación. La de captación puede costar desde unos 4 millones, a 7 y 8 millones, con volúmenes que van desde 20 a 70 metros cúbicos, todo dependiendo de la localidad… Esto en la zona del Maule. Eso sí, hay que pensar que estos costos los hemos extraído de lo que hemos instalado en forma experimental, por lo que pueden cambiar”, comenta.

Restaurar el equilibrio
Los especialistas insisten en que estos sistemas solucionan el problema de la captación, pero que es importante tener una mirada más global para evitar que finalmente el agua acumulada tampoco alcance.
“Aquí lo más importante es la gestión, no solo del recurso. Lo clave es tener conciencia de los límites de los ecosistemas y de la capacidad de carga de los suelos, es decir, que no se puede seguir plantando infinitamente, porque entonces no habrá forma de satisfacer esa demanda”, comenta Yuri Ugarte, doctor en ingeniería forestal que también participa en el programa de CTHA.
De ahí que una segunda alternativa que están trabajando es la restauración hidrológica forestal, que lo que busca es restaurar los equilibrios ecosistémicos. “Ese ha sido parte importante del problema, porque la sobreplantación y el crecimiento demográfico y urbano han cambiado. A ello hay que agregar también fenómenos como la desertificación. Todo esto alteró el equilibrio ecosistémico”, explica Ugarte.
Ello significa pérdida de vegetación, mayor escurrimiento del agua, erosión. De ahí que lo que se plantea es realizar acciones forestales que permitan la restauración hidrológica a largo plazo, una re-oasificación de zonas en las que ya no existe agua ni vegetación. “Esto significa generar de nuevo la asociación suelo-vegetación para restaurar el equilibrio. Puede ser con la vegetación original, pero también con otras que funcionen bien. Hacerlo permitiría ayudar a la recarga de los acuíferos, por ejemplo”, comenta Pizarro.
La idea es plantar especies que tengan un buen nivel de prendimiento y hacer sistemas que permitan que el agua infiltre las napas subterráneas.
Aquí nuevamente no se trata de llegar y plantar árboles, sino que se requiere hacer obras adecuadas al entorno y la capacidad de la zona.
“Se trata de buscar vegetación, ya sea nativa o exótica, que se implante bien. A ello hay que sumarles obras de conservación de aguas y suelos con diseño hidrológico que responda a la singularidad territorial. Aquí es muy importante considerar las características propias de esa zona como, por ejemplo, cuándo llueve y cuándo infiltra, para propiciar que el volumen de agua nunca supere a la obra”, comenta Pizarro.
El sistema fue aplicado en España. Dos ejemplos son el de Cádiz, donde en 1956 estaba prácticamente sin vegetación y se producían desmoronamientos de cerros que afectaban a la ciudad. Se comenzó a construir un sistema que incluyó diques y canales de infiltración. Hoy la zona no solo se recuperó en vegetación, sino que incluso ha aumentado el turismo.
A juicio de Pizarro, esto debiera ser parte de los programas para enfrentar la sequía, especialmente en zonas donde ya se ha perdido la vegetación.
“Por qué no subsidiar la forestación, en zonas áridas y semiáridas, para que se realice, ojalá, por ejemplo, con la empresa privada. Es decir, que se subsidie a la empresa privada para que foreste, pero no en la zona donde está plantando sino en zonas donde ya no existe vegetación. Que lo hagan con especies adecuadas, eso les permitiría incorporar tierras que ahora no están productivas y al mismo tiempo recuperar la hidrología”, comenta el director de CTHA.

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