martes, 2 de julio de 2013

Hay un nuevo tipo de rotación

 


 Cuando se habla de producciones agropecuarias sustentables, la rotación de cultivos es una de las primeras cosas que vienen a la mente. Sin embargo, al definir esa rotación, difícilmente se piense en explotaciones que combinen arroz con piscicultura. Los productores chaqueños de Arrocera San Carlos no sólo lo pensaron, sino que además lo pusieron en práctica. De esta forma, ganaron en sustentabilidad e inauguraron un tipo de alternancia entre productos inédita en el país.

La empresa explota hoy unas 3.800 hectáreas en la localidad de La Leonesa –ubicada en el este de la provincia– destinando más de 400 de ellas a la producción combinada y rotativa de arroz y pacú. El proyecto en marcha ampliará esa superficie hasta alcanzar las 1.000 hectáreas, con una producción de 3.000 kg/ha de pacú. Además, en las próximas semanas se inaugurará una planta de faena, que será una de las piedras angulares del emprendimiento que proyectará a la provincia del NEA como la mayor productora de pacú del país. Una planta de alimento balanceado para los peces completará el proyecto, ya que el alimento constituye –por su costo– el principal limitante al crecimiento de la producción.

El emprendimiento comenzó en circunstancias menos venturosas que las que hoy vive la empresa. Martín Meichtry –arrocero de sangre, quien junto a su padre ideó el nuevo sistema– cuenta que hace unos cuatro años arreciaban las críticas contra su producción desde distintos sectores de la sociedad, que aducían una supuesta contaminación ambiental. “Puede sonar como una frase común, pero ante ese momento de crisis, encontramos una oportunidad”, señala Meichtry al ser consultado para compartir su testimonio, en el blog de Claas, y explica: “La forma que se nos ocurrió para demostrar que no había contaminación era hacer una cría de peces en esos lotes ya que debido a la alta sensibilidad que estos tienen no sobrevivirían si existiese algún tipo de contaminación en el suelo, en el agua, ni en el sedimento. Y esto, que comenzó como un experimento, fue creciendo hasta alcanzar hoy unas 450 hectáreas construidas, todas pobladas con pacú”.

En lo que hacía a la producción de arroz, la experiencia acumulada en más de 30 años, y la tecnología ya estaba en su lugar: sembradoras, canales de riego, sistemas de bombeo y drenaje, así como también cuatro cosechadoras Claas que le permitían cosechar la totalidad de las hectáreas en tiempo y forma. En cuanto al pacú, el know how lo aportó Nestor Gromenida, un piscicultor de Clorinda, Formosa, con 20 años de experiencia a sus espaldas. A partir de allí, comenzaron las tareas de remodelación necesarias para la alternancia de las producciones.

El sistema en marcha

“Para hacer posible la rotación se debe reacondicionar el camino perimetral de la producción de arroz, elevándolo aproximadamente unos 1,5 metros. Luego se siembra el arroz en forma convencional, entre septiembre a octubre. El arroz crece durante todo ese verano, y en marzo-abril, se cosecha”, cuenta Meichtry, para después detallar los pasos siguientes: “luego de cosechado el arroz, se vuelve a llenar de agua el lote –hasta un metro de altura– y ahí se plantan los pacúes, que en lo que queda de ese año, se alimentan de los restos del cultivo, el rastrojo, las plagas de arroz (como los caracoles), las malezas que puedan haber quedado y el plancton que resulta de las descomposición de todas estas materias”.

“Al llegar la primavera, cuando las temperaturas superan los 20 grados –explica Meichtry– se le da al pacú alimento balanceado, y para abril-marzo, tenemos el producto terminado, que puede ser cosechado durante todo el invierno. Entonces, a la primavera siguiente se puede volver a sembrar arroz, en un sistema que puede ser pregerminado”.

Uno de los beneficios de este tipo de rotación es que el pacú entrega el lote limpio, sin malezas y las plagas –especialmente el caracol, que ataca al arroz en sus primeras etapas–. Además, según Meichtry, “las heces del pacú fertilizan el lote, devolviéndole al suelo Fósforo, Nitrógeno y unos cuantos minerales más”.

“Por todo esto, vemos esta rotación como una sinergia: el arroz brinda la estructura de canal, el desagüe, los caminos, los sistemas de riego y alimento al pacú; y éste le devuelve un lote limpio, sin malezas, sin plagas y fertilizado para un nuevo ciclo de arroz. Todo cierra en términos de sustentabilidad”, destaca el arrocero.

La tecnología justa

Según Meichtry, para encontrar experiencias similares –aunque no iguales– del tipo de rotación que vienen llevando a cabo hace tres campañas, habría que trasladarse hasta China u otros países asiáticos. “En este sentido, podemos decir que es una innovación tecnológica, y que, al menos en la Argentina somos pioneros”, declara orgulloso.

En la misma época en que comenzaron a experimentar con la nueva rotación, estos emprendedores decidieron incorporar maquinaria Claas a su producción, al ver el desempeño de la cosechadora con orugas de goma sobre el cultivo de arroz en un campo vecino. “Lo importante en el arroz es cosecharlo en tiempo y forma, es decir, con una humedad de entre el 23 y el 18 por ciento. Si cosechás por encima de esa humedad, tenés granos verdes. Y si cosechás por debajo, podés empezar a perder calidad en los granos. Y cuando uno tiene muchas hectáreas, y sabe que el cultivo baja un punto por cada día de atraso, es fundamental tener la capacidad de cosecha para no perder calidad”, sostiene Meichtry, y agrega: “Aquí entra la funcionalidad de la oruga de goma, porque si bien lo ideal es cosecharlo en seco, es común que se realice con barro. Es decir, que si el arroz está para cosechar y ha llovido, o el lote no está en las condiciones que debería, se tiene que cosechar igual, no se puede esperar. Entonces, normalmente se entra cuando el suelo está blando y hay problemas de empantanamiento; y las orugas de goma hacen mucho más simple la cosecha con estas condiciones. Por eso es tan importante para los arroceros”.

Actualmente, la empresa cuenta con cuatro Lexion 750, que le otorgan una capacidad de cosecha de entre 20 y 25 hectáreas por día cada una, con un promedio de 7.500 kilos de arroz seco por hectárea. “Tenemos además otras tres máquinas con sistema stripper, que son más viejas, y que las utilizamos como apoyo. Pero en esta campaña, prácticamente no se usaron, resolvimos toda la cosecha con las máquinas Claas”, resalta. Además, señala que se comportan muy bien respecto a las pérdidas en cosecha: “Tienen un desempeño excelente, siempre por debajo del umbral límite”.

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