miércoles, 20 de marzo de 2013


Los forrajes ganan cada vez más terreno en Uruguay

Quique Robert es uno de los mayores contratistas forrajeros del país vecino y, en 1993, fue el primero en comprar una picadora autopropulsada Jaguar 685 nueva en toda Sudamérica. Con sus 25 años de experiencia en el rubro, asegura que la extensión del área agrícola aprieta a la ganadería, y la empuja hacia la intensificación. Los forrajes, en esta ecuación, crecen en hectáreas en campos marginales.

20 de marzo de 2013.- Al igual que en nuestro país, en Uruguay, el área agrícola le disputa cada vez más hectáreas a la ganadería. De esta forma, existe una clara tendencia hacia la intensificación de la actividad y al encierro del ganado. Un síntoma visible de este proceso es el crecimiento del área de sorgo y otros cultivos forrajeros en campos marginales.
Así lo afirma Quique Robert, que con 5 máquinas picadoras en su haber, 4 embolsadoras, y un importante equipo de camiones, carretones y tractores, es hoy uno de los contratistas forrajeros más grandes del país vecino. Su historia productiva, atada a la de CLAAS tras haber sido el primero en comprar la picadora Jaguar 685 en Sudamérica luego de su lanzamiento, es un testimonio vivo de la evolución forrajera en Uruguay.
Hijo de un productor tambero, este hombre de habla pausada y reflexiva dio sus primeros pasos en el negocio contratista en 1988, cuando de la mano de una cooperativa, adquirió una picadora Jaguar 25 de 1 surco para hacer el silo de maíz en su propio campo de la ciudad de Rosario, en el Sur uruguayo. Un año después ya estaba saliendo a picar para los vecinos con una máquina nueva.
Desde entonces, para Quique, algo no ha cambiado en el negocio: año a año la cantidad de hectáreas de trabajo se siguen duplicando. “Creo que a mi empresa y a los colegas no nos va a faltar trabajo en los próximos años, porque el área agrícola nos viene apretando y los campos más marginales están siendo destinados al forraje, sobre todo al sorgo”, estima. “A mí me ha tocado enviar materiales a más de 100 km de distancia, y la tendencia es que eso seguirá pasando, porque tanto para tambos como para feedlots, el ganado se va a encerrar cada vez más y se trabajará en forma concentrada”, añade.
“El porcentaje más grande entre mis clientes corresponde a los tamberos, pero desde hace un tiempo trabajamos con feedlots también, y la última novedad son los feedlots para lanar”, señala Quique. Actualmente, la empresa presta servicio en todo el país: “No hay punto que no toque del Uruguay, tengo clientela fija en todas las zonas”, indica.
A estos virajes en la dinámica del negocio los siguen aquellos que atañen a las nuevas tecnologías: el contratista revela que actualmente la inoculación de silos se hace en el 100% de las hectáreas que él trabaja de sorgo, trigo, alfalfa, raigrás y avena. “Es una tecnología que ya está impuesta en nuestro país, porque se ha demostrado que da muy buenos resultados”, afirma, para luego advertir: “El único cultivo en el que inoculamos sólo el 50% es el maíz, porque algunos clientes son más difíciles de convencer, pero yo creo que pronto se inoculará todo”.
La bolsa es otro de los implementos tecnológicos que ha conquistado el mercado del país vecino. El contratista asegura que el 90% del área que trabaja va a la bolsa. Además, apunta que también él fue pionero en esa tecnología: “Yo empecé en 1995 con la única máquina que había en Uruguay. Con ella empezamos a hacer demostraciones en distintas zonas del país, y se fue imponiendo el sistema. Así llegamos a la actualidad, en la que hay máquinas de todo tipo, marca y medida de túnel”.
A pesar del buen panorama general, Quique no se olvida de los desafíos, especialmente en lo que concierne a la formación de mano de obra calificada. “Existe un problema en torno a este tema, que nosotros tratamos de remediar instruyendo a gente joven, cuando salen de la escuela agraria. En la empresa tomamos a esos chicos y los formamos para que sigan prestando servicio en la empresa”, señala.
           
Tecnología e innovación
La preocupación por estar al día con los adelantes tecnológicos siempre fue una constante para Quique. “En 1993, junto a dos socios, fuimos los primeros en comprar la primera máquina autropropulsada que entró a Sudamérica, una Jaguar 685, que tenía un motor Mercedes de 300 caballos de fuerza, y un cabezal de línea de 4 surcos a cadena, que hizo furor en nuestro país”, destaca.
Ese fue su bautismo formal como contratista, al que siguió una época muy dinámica y de mucho aprendizaje: “Año a año se fue duplicando el área de trabajo, el cliente que un año hacía 10 hectáreas, al siguiente hacía 20”, señala. Para hacer frente a la creciente demanda, la sociedad adquirió sucesivamente una Jaguar 860 doble tracción –ya que había problemas con los pisos– y cabezal de línea de 6 surcos y una Jaguar 860 con doble tracción y cabezal de 8 líneas.
En 2004, tras la disolución de la sociedad, Quique quedó nuevamente con una sola máquina en sus manos, una Jaguar 860. La clave del momento fue adquirir un cabezal rotativo: “En ese entonces estaban apareciendo por esta zona los sorgos graníferos y forrajeros, y ese cabezal hizo furor porque podía cortar de distintas maneras, facilitando mucho la tarea, ya sea que estuvieran sembrados a 38, 52 o 70 cm; simplemente se iba al campo, se cortaba, el rastrojo quedaba limpio y listo”, cuenta.
El resto de la historia se dio entre conversaciones con los clientes y la capacidad de Quique para innovar. “En estos 25 años, siempre fui un poco hincha de CLAAS porque me permitió ir anexando funcionalidades de acuerdo a las exigencias de los clientes; primero fue el DIRECT-DISC, para el corte directo de trigo y otros cultivos, luego los crackers de sorgo, que revolucionaron el mercado local, así como otros productos que se fueron requiriendo para brindar un buen servicio”, concluye.

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