domingo, 9 de diciembre de 2012


El Gobierno “rompió” su contrato con la clase media y será más difícil que Cristina “resurja” como tras la crisis del campo

Pasó en 2008, la historia se repite en 2012. Al año de asumir, la imagen positiva de la jefa de Estado se desplomó. En aquel entonces logró revertir la caída y concluyó con un 54% de apoyo. ¿Podrá recuperarse ahora? Analistas marcan similitudes, pero una diferencia que es fundamental.
Cristina perdió popularidad. Muchos de los que la votaron están disconformes con las medidas económicas que tomó desde que fuera reelecta. El nivel de aprobación de su gestión ha caído a sus niveles mínimos,sólo comparables con el bajón que tuvo en la crisis con el campo.
Al menos todo eso es lo que dice la mayoría de las encuestas.
Sin embargo, la historia reciente muestra que no hay que subestimar la capacidad del kirchnerismo para “resurgir de las cenizas” y superar crisis que, en principio, se presentaban como terminales.
Es por eso que muchos de los politólogos y analistas de opinión pública son extremadamente cautelosos cuando se les pide una opinión sobre si la masiva protesta del 8N significó el comienzo de la fase decadente de esta nueva fuerza política.
A fin de cuentas, en otras situaciones -como la del conflicto con el sector rural en 2008 y la dura derrota en las legislativas de 2009- lo habían dejado al Gobierno más debilitado incluso que los “cacerolazos”.
La popularidad de Cristina Kirchner ha caído fuertemente, si bien aún conserva un 35% de aprobación, según la consultora Poliarquía.
Sigue siendo un buen nivel, si se lo compara con el de 2008, cuando su imagen positiva había tocado un mínimo del 20% y con un rechazo superior al 50 por ciento.
Fuerte derrumbe en popularidad en 2008, nuevo desplome de imagen en 2012. La historia casi se repite, quizá con algunos matices.
Por el lado de las similitudes, ambos sucesos se dieron a escasos meses de que haya asumido la Presidencia.
Repasando la historia, en aquel entonces se había dado el ciclo “imagen alta – derrumbe – recuperación”, en una suerte de curva casi perfecta, que concluyó con el contundente triunfo del 54% en las urnas.
En 2012, se conoce la primera parte de este recorrido (alta aceptación-desplome) y se abren signos de interrogación sobre lo que pueda suceder a futuro.
¿Podrá revertir la caída y repetir el ciclo anterior?
Cuando la mayor fortaleza es la mayor debilidad
Por el lado de las similitudes, en ambas situaciones se observa que no hay altas probabilidades de que surja una corriente política opositora capaz de canalizar en votos el malhumor expresado por buena parte de la sociedad.
“El 8N no expresó la debilidad del kirchnerismo sino la de la oposición. Se vio un sector de la sociedad que no encuentra liderazgos capaces de interpretar y representar sus aspiraciones”, argumenta Ignacio Ramírez, de Ibarómetro.
Son varios los analistas que destacan que la principal fortaleza que tuvo el cacerolazo es, justamente, suprincipal debilidad de cara al futuro: la de carecer de representación política.
Roberto Bacman, titular del Centro de Estudios de Opinión Pública, afirma que el ruido de las cacerolas se enfrenta a “un callejón sin salida: se aúna en la crítica y no se ve a simple vista una fuerza que pueda capitalizareste masivo movimiento”.
Incluso aquellos que estuvieron cercanos a la organización del evento se encuentran frente a la realidad de que la protesta posiblemente no tenga un correlato electoral.
Como Gustavo Lazzari, economista de la fundación Libertad y Progreso quien cree que, más que tratar de influir en las urnas, lo que se buscó fue “condicionar al Gobierno, de forma de poner un freno al avance sobre las libertades civiles”.
El modelo k ahora “está cansado” 
Sin embargo, sería un error considerar que esta debilidad relativa de la oposición es una especie de“blindaje” para el kirchnerismo.
Nadie lo expresó con tanta claridad como Artemio López, el encuestador y analista político más cercano al Gobierno.
Su teoría es que muchos de los temas que aparecen como críticas al kirchnerismo desde la “agenda de los medios” tienen escasa incidencia sobre lo que es hoy la base de su apoyo electoral.
Según López, al grupo de la población que apoya a Cristina Kirchner lo que más le preocupa es que se le garantice la estabilidad en el empleo y el sostenimiento del consumo (muy por encima de las denuncias de corrupción, la “re-re”, o las múltiples quejas a la actual gestión).
Pese a estar en la vereda opuesta, Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía, coincide en el análisis. Y afirma que los factores que definirán la elección legislativa de 2013 serán “el poder de compra del salario y el empleo”.
Claro que allí mismo termina su coincidencia con López, porque cree que los problemas en el mantenimiento de puestos de trabajo ya se están insinuando.
“La creación de empleo está resentida. Los cepos están afectando a muchas industrias, lo que genera incertidumbre en la clase media”, señala Berensztein.
De hecho, son muchos los analistas que consideran que ya se cruzó el “punto de inflexión” que marca unagotamiento en el ciclo económico.
Para el economista Tomás Bulat, puede extraerse un mensaje claro de las últimas protestas callejeras: “El modelo económico que se implementó a partir del 2009 ya no da para más. Lo único que genera es más inflación, más controles, más retraso cambiario, desempleo creciente y mayores problemas fiscales”.
Los indicadores de opinión pública parecen sustentar estos dichos. Uno de ellos es el índice de confianzadel consumidor, que viene mostrando una sistemática caída desde que Cristina fuera reelecta. Y, particularmente, la percepción sobre la inestabilidad en el empleo, que hace un año había caído a su mínimo histórico y hoy se encuentra en franco aumento.
Sin plata para seguir “de fiesta”
En definitiva, hay señales que cuestionan la visión de que quienes participaron en las protestas salieron a manifestar su oposición ideológica al “modelo”. Más bien, todo apunta a que estaban lamentándose de que éste haya llegado a su final y de que no puedan seguir beneficiándose de él.
“La política social, la de derechos humanos, las estatizaciones y el desendeudamiento concitan apoyos ultramayoritarios”, sostiene Alejandro Bonvecchi, sociólogo del Conicet y la Universidad Di Tella.
El creciente malhumor, en cambio, se asienta sobre la situación económica. Después de años de fiesta consumista, lo que empieza a percibirse es que la nueva etapa del modelo ya no es expansiva sino de “puja redistributiva”.
“Es la típica reacción que ocurre cuando una gestión populista se queda sin plata y entonces tiene que ajustar”, razona un alto dirigente industrial.
Claro está que el Gobierno busca difundir el punto de vista opuesto.
“Hay que ser inteligentes frente a las provocaciones de quienes quieren volver al régimen ultraconservador”, dijo la Presidenta. “No les vamos a dar el gusto de aplicar las recetas de ajuste”, sostuvo el viceministro Axel Kicillof.
El problema es que para seguir de fiesta y no ajustar hace falta caja, algo que en estos tiempos escasea.
Se rompió el contrato 
Lo que cobra cuerpo, entonces, es la idea de que el creciente malhumor obedece a que antes existía un “contrato social” entre el kirchnerismo y parte de la clase media y que ahora ese pacto se rompió.
Este “compromiso”, aun sin ser explícito, operó de plena vigencia en la práctica. Cobró particular dimensión yexplicó la espectacular recuperación de la imagen de Cristina Kirchner a partir de fines de 2009.
Para Fernando Moiguer, analista en tendencias de consumo, el clima social se mantendría calmo y alejado de conflictos siempre que el Ejecutivo cumpliera con las premisas de sostener el consumo y el empleo, algo queahora le resulta bastante más difícil que en años anteriores.
También el experto Guillermo Oliveto hace referencia a dos cuestiones que ayudaron a que Cristina se recuperase tras la caída de imagen con el campo y que le permitieron transitar la segunda parte del ciclo “imagen alta – derrumbe – recuperación”.
En su visión, éstas han sido el “voto empleo” y la promesa de que no iba a avanzar en ningún tipo de ajusteeconómico clásico.
Justamente estas premisas son las que ahora se muestran débiles y con tendencia a complicarse, habida cuenta de las señales negativas que hoy se observan en materia de empleo, consumo, producción y ahorro.
Por ejemplo:
  • Este año fue el primero, en toda la era K, en el que la inflación superó a los ajustes salariales.
  • No hubo actualización en el impuesto a las Ganancias.
  • La economía no generó nuevos empleos privados, aumentaron los despidos y las suspensiones.
  • El Estado se transformó en la “gran agencia de empleo” del país.
Y la otra ruptura del “contrato social K” fue la del “cepo” cambiario, que le imposibilita a la clase media atesorar en dólares (la única forma en que los argentinos conciben el ahorro).
“En un contexto de altísima inflación y ante la ausencia de alternativas que permitan mantener el valor real del dinero los argentinos con capacidad de ahorro son obligados a perder parte de su patrimonio”, describe Berensztein.
Dentro de ese contrato tácito, sólo se mantiene vigente (aunque de forma parcial), el subsidio al consumode servicios públicos. Y todo indica que no será sostenible por mucho tiempo.
La difícil recomposición 
Si la clase media que expresó su enojo a puro cacerolazos se lamenta por el agotamiento del “modelo K”, ¿qué probabilidades tiene el kirchnerismo de recuperarse?
Nadie se anima a decir que le resulte imposible, pero por lo pronto tendría que hacer un gran esfuerzo por rehacer el “pacto social K”.
No parece fácil, cuando la Presidenta acaba de condicionar la actualización del Impuesto a las Ganancias a que no haya excesos en las próximas paritarias.
Por otra parte, han sido lacónicas las frases en el sentido de que no habrá marcha atrás con el “cepo” al dólar.
Esta es una gran diferencia respecto de la anterior crisis política del kirchnerismo. Luego del conflicto del campo, hubo un entorno económico favorable que permitió que “hiciera las paces” con la clase media.
Ahora, en cambio, se acabaron las “cajas” que puedan financiar el boom consumista. Y ya es indisimulable el agotamiento de ciertos “colchones”, especialmente el de la energía.
Pero hay otras diferencias que contribuyeron a la recuperación de Cristina y que ahora no están:
  • Una de ellas fue el “efecto viudez” tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, que sensibilizó a buena parte de la sociedad. 
  • La otra es el “factor Moyano” y la pérdida del líder camionero como aliado, ahora devenido en furibundo opositor.
Aun así, hay analistas que creen que una eventual recuperación está en manos del propio Gobierno. Pero que ello implicará un “clic” cultural difícil de realizar para el kirchnerismo.
“Lo paradójico es que en la Argentina siempre la economía condicionó a la política. Y ahora, con un contexto internacional mucho más favorable, es el estilo de gobierno el que termina afectando la gestión de la economía”, observa Jorge Giacobbe.
Su presunción es que si el Ejecutivo no reacciona, el malhumor social encontrará una representación. “Pero no en la actual oposición, como algunos creen, sino en el propio entorno peronista, donde ya hay señales de inquietud”.
“De hecho, quienes han salido a descalificar al 8N han sido personajes que dependen de la suerte de Cristina; peroquienes cuentan con un caudal de votos propios, como los gobernadores e intendentes, se han mostrado mucho más cautos a la hora de criticar”, señala el analista.
Y agrega: “Un peronista no se siente cómodo con un millón de personas manifestándose en contra”.
Jorge Asís, un agudo conocedor de la interna peronista, se muestra escéptico respecto de que Cristina pueda repetir la recuperación que vivió tras el conflicto del campo de 2008 y la derrota en las legislativas de 2009.
“Es imposible que, sin ideas y con la calle tomada, pueda encarar, con algún optimismo, la recuperación”,afirma. De momento, los hechos parecen darle la razón.
Cristina ha reaccionado con la lógica de quien se siente amenazado. Y se da una gran paradoja: ante unreclamo social para que mantenga lo mejor del “modelo K”, pero limando sus partes cuestionables, parece determinada a hacer lo contrario.
En nombre del modelo y sin cambiar el tono confrontativo comenzó un plan de corrección, donde la clase media parece ser la variable de ajuste.
Es entendible por qué Cristina cree que este segmento de la sociedad ahora le es “ingrato”: los niveles de consumo se mantienen relativamente altos pero, aun así, su popularidad está cayendo.
Tal vez sea hora de revisar la fórmula del éxito.

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