jueves, 6 de diciembre de 2012


Energías renovables y agro : Una oportunidad para ganar competitividad

CHILE : Transformar el sol, el agua, el viento, y los desechos orgánicos en energía significa bajar costos, pero también tener mayor estabilidad en el valor de un recurso de alto impacto en la producción, y significan, además, permiten bajar la huella de carbono. Así, las ERNC se pueden convertir en un nuevo producto de la canasta exportadora del país.
Un megawatt (mW) hora costaba en Chile US$ 55,1 en 1998, considerando sólo a clientes domiciliarios; en 2011, el valor fue de US$ 256,4 mW/h, según un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE).
Un alza de… 365%.
Puntos más o puntos menos, el alza es la misma en prácticamente todos los sectores de la economía. Un puñetazo directo a la competitividad del país y, especialmente, a la de los agroalimentos que al salir al mundo se enfrentan a productos que vienen de países con energía a menores costos.
Según el mismo informe, el costo promedio del resto de los países de la OCDE es de US$ 159,4 por mW/h. Es decir, los chilenos pagan 60,8% más por la electricidad que el promedio del grupo de naciones más industrializadas del mundo, ajustado por paridad de poder de compra (PPP).
Desde el punto de vista industrial, para los agroproductores chilenos la situación es más compleja que para la mayor parte de las industrias, ya que “dado que la mayor parte de los productores son pequeños y medianos, están extremadamente dependientes de la volatilidad de los costos de la energía y de los combustibles. No tienen el poder de negociación de una gran compañía. Todo el riesgo de precios se les transfiere a ellos. Están pagando precios spot”, explica José Ignacio Escobar, vicepresidente de la Asociación Chilena de Energías Renovables (Acera).
Sin embargo, la oscuridad pareciera mostrar una luz, ya que la necesidad de contar con un costo energético más manejable y estable en el tiempo se convierte en una oportunidad insospechada para el agro: transformarse en fuente y usuario de energías renovables no convencionales, disminuir su huella de carbono -y quizás volverse carbono neutral- y, en el caso del biogás, dar un nuevo y rentable uso a los desechos orgánicos.
“Dentro de la agricultura, uno de los ítems que adquiere más importancia es la energía. Una de las opciones es abordar la eficiencia energética en términos de aprovechar bien lo que se está utilizando. Pero también es el momento para preguntarse por qué no aprovechamos residuos, viento, sol y toda la potencialidad de las aguas”, plantea Fernando Bas, director ejecutivo de la FIA.
Y, al hacerlo, el agro además recupera parte de la competitividad que ha perdido, e incluso puede conseguir ingresos por otros conceptos.
“Al incorporar energías renovables pueden desacoplar parte de su consumo de la volatilidad de los precios de los combustibles. Además, hoy en día el costo de las energías renovables como la eólica, la solar y las minihidros es más bajo, ya que si bien hay una inversión inicial fuerte, luego cae ya que no se tiene que seguir utilizando energía -o se utiliza menos- del sistema central”, dice Escobar.
Y, al parecer, en Chile se está produciendo una confluencia de factores que empujan a que la agricultura incluya este nuevo producto en su canasta.
Ganar y aportar
En el agro, motores, bombeo de agua y sistemas de riego, cámaras frigoríficas, packings iluminados por casi 24 horas en el período peak, con máquinas calibradoras, lavado de botellas y envasado del vino; ordeña, calefacción de viveros o de cría, utilizan energía. Y, dada la modernización que viene creciendo en el sector -con una creciente automatización- la demanda aumenta, por más eficiente que sean los sistemas.
Actualmente, el país cuenta con una capacidad instalada de 16.970 mW y tiene una tasa de crecimiento del consumo eléctrico de 7%, según datos de la Comisión Nacional de Energía (CNE) y del Ministerio de Energía. Asumiendo que esto se mantenga, para el 2020 la capacidad instalada debería aumentar en 8.000 mW.
Una tarea casi titánica.
Por una parte, a nivel local, parte de las causas del alza del costo se deben, aparte del corte de gas por parte de Argentina, a la caída en las precipitaciones. Eso hace que los embalses estén cada vez más bajos y que, producto del cambio climático y la falta de recursos naturales para la generación de electricidad a precios competitivos, deban ser importados, a pesar de que vienen subiendo su valor a nivel internacional. Además del retraso en los proyectos de generación y transmisión de energía.
De ahí que a principios de este año el Gobierno lanzara la Estrategia Nacional de Energía 2012-2030, en la que, además de plantear los lineamientos futuros, deja claro que fomentará la producción de ERNC, y la energía hidroeléctrica. Actualmente, el 3% de la matriz energética del país proviene de ERNC y debiera llegar a 20% en 2020.
Aquí es donde entra el agro. No sólo como usuario, sino como proveedor.
Potencial hay
Sol, desechos orgánicos de cultivos y animales, agua, viento, son recursos con los que se puede generar energía eléctricia, térmica o combustión y mecánica. De todas esas “materias primas” dispone el agro, y en cantidades. Los expertos sostienen que el país tiene un enorme potencial para desarrollar estas energías.
“De hecho, la radiación solar de Santiago supera ampliamente a la de Alemania”, opina Fernando Hentzschel, gerente técnico del Centro de Energías Renovables, (CER), organismo del comité de Corfo y dependiente del Ministerio de Energía.
Entonces, qué tipo de energía se utilice dependerá de la zona donde se esté instalado. Así, en el norte y el centro las mejores condiciones serían para instalar sistemas fotovoltaicos.
En cuanto, al biogás y la biomasa, en el país hay importantes inversiones ya realizándose y el potencial es inmenso, especialmente en las zonas ganaderas (ver reportaje siguiente).
En tanto, las minicentrales de paso pueden instalarse en donde haya canales y cursos menores de agua, ya que al fluir el agua genera una cierta cantidad de energía que puede ser aprovechada con microcentrales para generar electricidad.
“Esto no altera el caudal y, dado que los regantes tienen derechos sobre esas aguas, pueden autogenerar energía y al mismo tiempo insertarla en el sistema central”, explica Felipe Martin, director ejecutivo de la Comisión Nacional de Riego (CNR).
Según estudios de la CNR, realizados en el marco de un convenio de Cooperación con el Ministerio de Energía, se estima un potencial hidroeléctrico bruto asociado a obras de riego, a través de minicentrales de menos de 20 mW, que supera los 1.400 mW de potencia. Actualmente, el país cuenta con 260 mW de potencia instalada en el Sistema Interconectado Central (SIC), proveniente de estas centrales minihidro.
“Como CNR tenemos un catastro en donde sólo en los sectores de riego se puede quintuplicar la capacidad de energías renovables a nivel nacional, en sistemas que ya están funcionando y con una inversión menor”, enfatiza Martin.
En cuanto a la energía eólica, las zonas del sur o costeras son las más adecuadas. Entre sus ventajas están el que los molinos no compiten con la superficie agrícola.
Hay que considerar que la mayor parte de estos desarrollos son pequeños y locales.
“La carretera eléctrica permitiría linkear todos estos puntos de desarrollo de energía en forma más rápida. Todas estas energías renovables son locales, por lo que reducen el costo de inversión. Precisamente, el objetivo de todo lo que se está trabajando es que las inversiones sean lo más rentables posible y que todo el país tenga capacidades energéticas. Descentralización”, recalca Martin.
Lo que falta 
Fernando Hentzschel explica que cuando se trata de ERNC el agro tiene básicamente dos caminos igualmente importantes: la generación de electricidad, tanto para sistemas que quieran vincularse al sistema de energía central como para autoabastecimiento.
La realidad es que a nivel agro las ERNC están despertando y ya hay numerosos agroempresarios que han comenzado a tomar conciencia de los beneficios de, al menos, generar para autoabastecimiento. Así, por ejemplo, aparecen a lo largo del país numerosos proyectos en empresas de todos los tamaños, como el sistema de bombeo con energía solar para regar 265 hectáreas de uva, que tiene Subsole en el norte; o la instalación de viñas medianas y pequeñas para hacer funcionar sus sistemas de riego con paneles fotovoltaicos; o las instalaciones de biogás que proliferan especialmente en el sur y que, a través de desechos orgánicos de lecherías, como Rupanco u otras, o de restos de agroindustrias, producen energía térmica o eléctrica. La oportunidad también la están tomando empresas que no son agrícolas, pero que utilizan desechos del agro como insumo para la generación, como Schwager Energy que produce biogás con riles y restos de la quesería.
Aun así, lo que hay es mínimo respecto del potencial y los beneficios que implican estos sistemas.
Si bien existe la legislación que permite inyectar los excedentes al sistema interconectado central, para los más pequeños, el sistema no resulta fácil ni tienen claro cómo los beneficia. Incluso, muchos grandes no se deciden a hacerlo.
Instalar un sistema de ENRC tiene una inversión inicial alta, aunque posteriormente, al no tener que pagar por energía, el sistema se vuelve muy barato, insiste Escobar.
Y ello significa no sólo un ahorro de costo, sino disminuir el riesgo de estar sujeto a un insumo que está en constante alza.
“Un riesgo menos en una actividad como la agricultura significa tomar decisiones de mejor forma”, plantea Escobar.
Aun así, para muchos el beneficio todavía no es claro. El consumo de energía en el agro, con diferencias según el rubro, no es constante a lo largo del año. Así, un packing de frutas, por ejemplo, tiene una alta demanda en los meses de cosecha, pero luego ésta decae hasta llegar a un mínimo por otros cuantos meses. Entonces, a primera vista a muchos agricultores no les parece que tenga sentido gastar recursos en algo que pasará buena parte del año sin usarse, es decir, sin generar rentabilidad.
Hay en camino varias normativas que darán un giro a esto.
Una es la ley del bill metering -una variación del net metering- que permitirá que quien genere ERNC e inserte los excedentes al Sistema Interconectado central pueda balancear en su cuenta de fin de mes lo que gasta con lo que aporta. Y si hay meses en donde el resultado es a su favor, se le abonará para los meses siguientes.
La propuesta se trabaja hace ya más de un año, pero, según el experto de la CNE, sólo falta el reglamento, que ya recibió los comentarios públicos.
“Ahora tienen que ser ingresados al proceso, pero se estima que sería promulgado a principios del próximo año”, dice el gerente de la CNE.
Agregar valor
Pero además del tema económico, el incorporar ERNC a la producción agrícola puede tener una arista importante: Chile se convierte en un agroexportador de carbono neutral. Ello significa una nueva forma de agregar valor y adquirir distancia de la competencia en los mercados internacionales.
“Dado que somos exportadores, el impacto de la huella de carbono asociada castiga a nuestros productos, pero si reducimos la huella, aumentaríamos su competitividad”, sostiene Fernando Hentzschel.
En esto hay dos beneficios. Por un lado, el que impacta directamente a todos los rubros del agro que incorporen energías no convencionales, lo que automáticamente les permite reducir su huella de carbono. Y ello significa que se puede competir con mayor facilidad con los productos locales, al no tener que viajar largas distancias.
“Eso nos daría una ventaja enorme en relación con los mercados extranjeros. Entonces, si el petróleo se convierte a energía renovable no convencional, puedes dar un batatazo inmenso en el posicionamiento de tu imagen”, dice Escobar.
Así, las ERNC son una forma de diversificar, de sumar un nuevo producto, a la canasta exportadora de los chilenos.
“Con ellas el agro se diversifica y, además, la agricultura chilena es una de las pocas agriculturas a nivel mundial que es verde, carbono neutral, e incluso puede salir a vender bonos de carbono al extranjero. Así, la agricultura de Chile es verde.. .porque no tiene huella” dice Martin.
¿Por qué no prende?
Algunos puntos en contra de estas tecnologías han sido, hasta ahora, los altos costos de la inversión. Sin embargo, con el avance a nivel global de estas tecnologías, esta situación se ha vuelto más manejable.
De hecho, en los dos últimos años, el valor de los sistemas fotovoltaicos -el usado para la energía solar- ha bajado en cerca de 25%.
Además, la posibilidad de que el excedente se inserte al sistema interconectado central lleva a no tener que invertir en capacidad de almacenamiento, lo que no sólo disminuye el costo económico, sino que además elimina la necesidad de hacerse cargo del manejo de los residuos químicos que implican las baterías donde se acumula la energía.
Sin embargo, la inversión sigue siendo cara, lo que desincentiva especialmente a los pequeños.
Por ello, en el último año el tema ha adquirido también fuerza a nivel del Minagri, que está lanzando proyectos con distintos organismos, como la Comisión Nacional de Riego, que cierra un llamado en diciembre y que considera sólo proyectos que vinculen las ERNC a las mejoras o instalaciones de riego, y que este año implicó $700 millones estatales, equivalentes a inversiones de 1.500 millones de pesos, y que considera $1.500 millones para 2013.
También la FIA, la CNE y la Conaf desarrollan concursos y herramientas para apoyar con financiamiento y desarrollo proyectos que se enfoquen en las energías renovables, en sus distintas versiones. Incluso, para los más pequeños, el Indap invirtió $1.100 millones en equipos de bombeo fotovoltaico.
Es decir, hay potencial y financiamiento.
¿Qué falta?
Uno de los puntos débiles, hasta ahora es el conservadurismo y temor frente a lo “desconocido”.
“Los chilenos somos muy conservadores. Incluso para comprar un auto queremos conocer a alguien que nos diga cómo funciona o cómo es el servicio. Por ello, muchos deciden no optar por las nuevas tecnologías, por temor a lo que no conocen”, plantea Hentzschel.
Similar piensa Fernando Bas: “En cualquiera de los sectores de las ERNC hay un temor a correr el riesgo, el miedo a que una inversión no rinda; quieren ir muy a la segura. Por ello se está trabajando muy fuerte en traer experiencias internacionales, para que ellos cuenten y así ayuden a estimular el tema”.
En el caso de las ERNC no existe, insisten los expertos, un riesgo real económico o de tecnologías que no funcionen, ya que no se trata de inventar la rueda, pues estás tecnologías están más que probadas.
Sólo falta que los chilenos lo crean.

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