lunes, 19 de junio de 2017

España el cultivo del caracol, por fin reglado


La Junta regula las condiciones sanitarias y el registro de fincas de helicicultura ante el ‘boom’ de la cría de estos animales, tanto para el consumo humano como por sus babas y huevas.
Caracoles para el consumo humano, producción de babas y también de huevas de caracol. La helicicultura está de moda, así que la Consejería de Agricultura, Pesca y Desarrollo Rural no ha tenido más remedio que publicar una orden que regula las condiciones sanitarias y el registro de las explotaciones dedicadas a la helicicultura, una normativa que responde al creciente interés por la cría de caracoles en Andalucía, como reconoce la Junta. Si bien el consumo de caracoles es tradicional en la región, la actividad ganadera es relativamente nueva y está aumentando su relevancia en los últimos años, ya que se presenta como una alternativa para mejorar la rentabilidad.
Antonio López, que cría caracoles en Sevilla, asegura que el sector llevaba tiempo reclamando esta regulación «para que todos compitamos con las mismas reglas y se garanticen buenas condiciones de producción». «Esto no es Marruecos, así que es normal que se deban cumplir unas normas, le pese a quien le pese», apostilla este agricultor y ganadero.
Además de la ordenación de estas explotaciones, cuyos propietarios buscan una «producción de calidad y alto valor gastronómico», el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) recoge también las condiciones técnicas para la producción ecológica de caracoles. Y es que la helicicultura puede suponer tanto la vía principal de ingresos de las fincas como un complemento de las rentas que se obtienen con otras labores. Actualmente, la cría y comercialización de estos animales tiene un gran potencial de crecimiento dada la alta demanda por parte de los consumidores.
Entre otras cualidades nutritivas de los caracoles destaca que su carne es muy pobre en grasas (0,5-0,8 por ciento) y calorías (60 – 80 por cada 100 gramos). Además, es rica en proteínas de alto valor biológico (12-16 por ciento) y sustancias minerales (aproximadamente 1,5 por ciento). Por tanto, se trata de un alimento de fácil digestión, sano y nutritivo, recalca el Gobierno andaluz.
Al tratarse de una actividad de reciente creación, los datos que se disponen sobre la producción y consumo son estimativos. En general, los caracoles que se consumen en España son, en su mayoría, importados y proceden de Argelia, Bulgaria, China o países de Sudamérica, según los datos de la Junta. No obstante, fuentes del sector en Sevilla aseguran que la mayoría de los caracoles que se consumen en los bares de la capital andaluza provienen de Marruecos.
En base a estudios de mercado, se estima que el consumo nacional de caracoles es de 400 gramos por persona al año, lo que supondría unos 16 millones de kilogramos anuales. En su mayoría, se trata de animales silvestres, ya que el caracol de crianza apenas alcanza el tres por ciento del total comercializado.
En Andalucía existen 229 explotaciones helicícolas, correspondiendo el mayor número a las provincias de Sevilla (24,5 por ciento), Córdoba (18,8) y Málaga (16,6 pro ciento).
Con esta nueva normativa, la Junta regula la cría de este gasterópodo terrestre de las especies Helix pomatia Linné, Helix aspersa Muller, Helix lucorum y de las especies pertenecientes a la familia de los Acatínidos tanto en explotaciones extensivas como en intensivas o mixtas
Además, se regula tanto la producción de caracoles para consumo humano o para la fabricación de productos alimenticios que contengan carne de caracol, así como la producción de baba de caracol y de huevas. La orden incluso apunta que se puede «intercambiar un reducido número de individuos con otras explotaciones similares para evitar problemas de consanguinidad».
Así, la norma fija varios tipos de explotaciones: de cría y selección (aquellas dedicadas a la producción de especies selectas cuyo destino posterior son otras granjas de producción para la cría y engorde, pudiendo comercializar el excedente de individuos, así como la baba y las huevas de caracol); explotaciones de investigación o experimentación y explotaciones polivalentes.
Entre las normas se establece que los parques o recintos contarán con algún sistema antifuga que impida la diseminación de los caracoles y el contacto con animales silvestres, así como que deberán contar con un programa sanitario, que incluya un programa de control de roedores y aves silvestres, así como un programa de control de parásitos.

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