La cuestionada multinacional invertirá en Argentina unos 10 millones de dólares en el maíz durante el 2019, cuya cosecha puede crecer hasta 40% si los productores adoptan más tecnología, mientras espera que avance la discusión de la nueva Ley de Semillas para cobrar regalías por desarrollos de soja.
Estas fueron algunas de las principales definiciones de Federico Vartorelli, director de investigaciones de Monsanto para toda América del Sur, durante un contacto con la prensa en la instalaciones de la planta María Eugenia de tratamiento de semillas de maíz, en el partido bonaerense de Rojas, donde la empresa piensa ampliar las instalaciones.
Vartorelli aseguró que uno de los objetivos de las investigaciones es “cerrar la gran brecha que aún hay entre los rendimientos logrados en esta región y Estados Unidos, que produce, en promedio, casi 13 quintales por hectárea”. Brasil, por ejemplo, tiene actualmente la misma productividad promedio de maíz que se lograba en el hemisferio norte a fines de los años 60, mientras que Argentina está un escalón más arriba y se ubica, desde los 90, en poco más de siete quintales por hectárea.
Pablo Taiano, del equipo de Desarrollo de Monsanto, dijo que Argentina “no ha crecido en productividad de maíz desde hace diez años”. Sostuvo que esto se debe a que “los productores han optado por manejos conservadores” debido a los riesgos económicos que implica la alta proporción de campos arrendados y la existencia de retenciones al maíz hasta fines 2015.
Agricultura de datos
Taiano evaluó que tras la decisión de sacar el cobro de retenciones a las exportaciones el maíz “comenzó a tener más atractivo, se nota un cambio en dicha actitud”. El directivo citó un estudio reciente realizado por la Universidad de Nebraska que muestran que la producción argentina de maíz tiene un potencial de crecimiento del 41%, sólo achicando la diferencia de productividad que existe entre los planteos agrícolas más retrasados y los de punta.
Para achicar esa brecha, Monsanto lanzó programas para apuntalar el ingreso de los productores argentinos a la agricultura de precisión y, sobre todo, a la que ellos llaman “la agricultura de datos”. Ésto último consiste en estudiar a fondo cada lote para determinar sus cualidades agronómicas, de modo de poder elegir no solo la mejor variedad para esa zona sino -sobre todo- optimizar el uso de insumos, adecuando las dosis a los diferentes ambientes.
Junto con la planta instalada en el partido bonaerense de Rojas, la inversión prevista por Monsanto decantará también en otros establecimientos que la firma posee en ocho provincias del país, para la producción de semillas. Ese complejo industrial ya había recibido en 2008 una gran inversión para ampliar su capacidad, luego de que Monsanto fracasara en su intento de instalar una planta semejante en la localidad cordobesa de Malvinas Argentinas, debido a la fuerte resistencia de organizaciones ambientalistas.
En Rojas -considerada como una de las plantas de semillas más importantes del mundo- se producen actualmente 3,6 millones de bolsas de semilla al año, suficientes para sembrar más de la mitad de la superficie argentina ocupada por la forrajera (el mercado local es de 5,5 millones de bolsas) y también para exportar.
Vartorelli aseguró que la compañía invierte a nivel global alrededor del 10% de su ingreso anual en Investigación y Desarrollo (I+D), lo que totaliza cerca de 1.500 millones de dólares. El especialista sostuvo que el aumento de producción se puede realizar ya sea a través de una “siembra variable” (modificando la densidad de siembra dentro de un lote para asegurar que las plantas expresen el mayor rendimiento posible) o aplicando dosis más justas de fertilizantes.
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