sábado, 10 de junio de 2017

Los milagros del riego: producciones de forraje récord que se transforman en carne y leche


En Pedro Luro, una región semiárida del sur de Buenos Aires, Luciano Vázquez engorda 800 terneros por año en 205 hectáreas de pasturas, verdeos y maíz para granos.
Ochocientos terneros en 205 hectáreas en la zona semiárida de Buenos Aires. ¿Ciencia ficción? No, una realidad tangible en un campo con riego del partido de Villarino, en el extremo sur de la provincia. Otro caso: un tambo con lactancias de 5400 litros y producciones de 10.500 litros por hectárea.
En Villarino llueven 500 milímetros por año, pero la evapotranspiración es de 1080 milímetros. Además, hay fuertes vientos durante todo el año. Los suelos son pobres en materia orgánica, arenosos francos, aunque profundos y sin impedimentos para el desarrollo de los cultivos y de las pasturas. Producen muy bien si se les aplica agua y fertilizantes.La combinación de estos factores justifica el riego. Pero no un riego caro. En la zona predomina el riego por gravedad tomando agua del río Colorado. El agua se lleva al lote por medio de acequias y luego con sifones (caños de tres pulgadas) que vierten el agua al suelo cultivado, inundando el lote pocas horas, para aplicar desde un mínimo de 100 hasta un máximo de 250 milímetros.
Para poder desarrollar esta técnica, se debe realizar una sistematización del lote, con movimiento de suelo importante, para que el agua fluya en forma uniforme en toda la superficie. Además, para que el agua no permanezca demasiado tiempo en el cultivo y le sea perjudicial, el sistema se completa con canales de desagües en cada lote, ubicados a uno o dos metros de profundidad. Estos canales se unen a desagües troncales, que finalmente vierten las aguas al mar.
La empresa Fermagui posee 260 hectáreas entre Pedro Luro e Hilario Ascasubi. Está dedicada al engorde de terneros provenientes de un rodeo de 700 vientres ubicado en otro campo de la firma en Villa Iris, cerca del límite con La Pampa. “Hace unos años, la firma compró 80 hectáreas en el partido de Villarino, con la idea de producir rollos de alfalfa y maíz para llevarlos al campo de cría”, rememora Luciano Vázquez, administrador del campo, que es miembro del CREA Pedro Luro. “Sin embargo, se vio que el costo de los fletes limitaba esa alternativa y que el campo con riego tenía ventajas para el engorde de los terneros”, agrega.
Entonces se compró otra fracción hasta completar 260 hectáreas, de las cuales 205 hoy están en producción; el resto está compuesto por campo natural, canales y drenajes. El sistema productivo busca un engorde rápido de los terneros recibidos a partir de silo de maíz, verdeos y pasturas con riego, complementadas con suministro de grano y un encierre a corral. El 95 % del alimento se produce en el campo. En el planteo actual, de las 205 hectáreas en producción se destinan 70-80 al maíz para grano y silo; 70 para alfalfa; 40-50 a verdeos de invierno y 10-20 al cultivo de cebolla, todos con riego.

El circuito de terneros

Con el correr del tiempo se agrega pellet de girasol, maíz partido y núcleo vitamínico-mineral. En esta etapa se busca que los animales aprendan a comer ración y que se acostumbren a los alambrados eléctricos, que se usan en todo el campo para las divisiones internas.
Más adelante se agrega el autoconsumo de silo de maíz de planta entera y grano distribuido con mixer. Luego salen a las alfalfas, que se aprovechan hasta abril.
Cuando la alfalfa entra en dormición pasan a verdeos de invierno -avena, centeno, triticale- complementados con silo de maíz y pellet de girasol o soja, para mantener alta carga durante todo el año, del orden de cuatro cabezas por hectárea.
Gracias al riego se estableció una buena cadena forrajera
Gracias al riego se estableció una buena cadena forrajera.
Una vez que pasó el invierno, vuelven a pasturas de alfalfa pura o consociada con cebadilla y festuca, complementadas con silaje de maíz, desde septiembre a mayo.
Con riego, en Fermagui las alfalfas producen 10.000-12.000 kilos de materia seca por hectárea. Esta cadena forrajera engorda 800 terneros por año en 205 hectáreas con una producción de carne de 102.660 kilos totales en el último ejercicio, equivalentes a 501 kilos por hectárea. Las ventas de machos se programan de acuerdo al cash flow de la empresa. La “cabeza” del lote se encierra en corral durante 75 días, con alimento preparado con ingredientes producidos en el campo, para acelerar la salida temprana,
“En los últimos años, los terneros de 180 kilos entraban al campo en marzo y se engordaban hasta 300-330 kilos para salir antes de marzo del año siguiente. En este ejercicio todavía quedan algunos porque se aumentó el peso de faena a 380-400 kilos”, diferencia Vázquez.
Las hembras se recrían y se separa la reposición para el rodeo de Villa Iris dándole servicio con toros de bajo peso al nacer. Se cargan preñadas para del campo de cría. El resto se engorda hasta 330-340 kilos, con enero del año siguiente como fecha límite de salida. La hacienda gorda se vende a matarifes de Bahía Blanca, directamente a frigoríficos, como Frigo Cañuelas, o a supermercados como Coto y otros.

Tambo pastoril con riego

En los campos con riego del partido de Villarino también se desarrollan planteos de tambo. Alejandro Frascarelli, con otros socios, desarrolla la actividad en 430 hectáreas cerca de Mayor Buratovich donde ordeñan 630 vacas. En la empresa Alfaláctea se desarrolla un sistema pastoril con alfalfa y praderas de raigrás y trébol blanco en primavera, verano y otoño, y avena con vicia suplementadas con rollos de alfalfa y silo de maíz en mayo, junio y julio. Gracias al riego, la producción promedio de forraje anual, considerando todos los pastoreos, es de 12 toneladas de materia seca por hectárea. La hacienda es una cruza neozelandesa que incluye razas Jersey, Frisio y Holando. “Estas vacas son más longevas y más fáciles de preñar que las Holando”, subraya Alejandro. La producción son lactancias de 5400 litros y 10.500 litros de leche por hectárea.

Mal año para la cebolla en la región

En Fermagui y en Alfaláctea también se desarrolló el cultivo de cebolla durante muchos años. No obstante, es un cultivo con poca estabilidad económica. Luego de muchos años de rentabilidad atractiva, en el último ejercicio dio pérdidas por sobreoferta del producto porque Brasil -el principal adquirente- compró muy poco.
Por esa razón, los precios actuales de la cebolla son bajísimos: ocho pesos por bolsa de 20 kilos. El rendimiento corriente es de 2000 bolsas por hectárea, por las cuales se pueden cobrar 16.000 pesos, mientras que el costo de producción asciende a 50.000 pesos por hectárea. Cabe aclarar que el cultivo de cebolla exige mucho fertilizante, que queda en el suelo para el cultivo siguiente. Normalmente se aplican 100 kilos de fosfato diamónico por hectárea y 400-500 de urea.
Este factor, junto con el estricto control de malezas y la gran cantidad de mano de obra que exige la cosecha y el acondicionamiento, determinan que sea un cultivo de alto costo. La cosecha se puede realizar de manera manual o mecánica. En el segundo caso, la máquina consta de una barra escardadora que se pasa por debajo de las cebollas y por una cadena escardadora que las sube y acordona lateralmente en el campo.

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