martes, 20 de junio de 2017

Chile los productores asumen que mano de obra del campo está en crisis


El interés de las nuevas generaciones por la conectividad, la tecnología y la vida en la urbe en general, han provocado que el personal que trabaja en los predios agrícolas no se renueve y la población dedicada a estas labores vaya envejeciendo. Este fenómeno no sólo afecta a los trabajos permanentes que requieren estadía, sino […]
El interés de las nuevas generaciones por la conectividad, la tecnología y la vida en la urbe en general, han provocado que el personal que trabaja en los predios agrícolas no se renueve y la población dedicada a estas labores vaya envejeciendo. Este fenómeno no sólo afecta a los trabajos permanentes que requieren estadía, sino también a los frutícolas que reclutan equipos para las cosechas.
Atrás quedaron los años en los que personas, matrimonios jóvenes y familias completas se ofrecían en los avisos económicos de este mismo diario para trabajar en el campo. Esos tiempos en que la gente buscaba asegurar su vida a partir del trabajo de la tierra, sus frutos y animales quedó en el pasado.
Hoy la hiper-urbanización, las oportunidades y las expectativas de las nuevas generaciones, han propiciado un cambio radical en esta materia profundizando una crisis en la mano de obra agrícola y ganadera de la zona que se ha visto agudizada por la migración del campo a la ciudad.
A raíz de esto, los productores locales no sólo han debido intensificar la búsqueda de operarios, sino también repensar las estrategias para seducir y mantener al personal campestre fidelizado.
Algunos postulan que depende de cada generación, siendo las más actuales, “la Y y la Z” -la primera de los nacidos del ’82 al ’94 y la otra del ’95 hasta ahora-, las menos comprometidas con esta actividad, debido a su intrínseca relación con la modernidad, la tecnología y la conectividad a través de las redes sociales.
“Efectivamente a nosotros nos cuesta cada vez más retener talentos en el campo, pero eso también pasa porque cada empresario o líder tiene que tener en cuenta que no estamos en tiempos de cambio, sino que cambió de época, donde nos enfrentamos a generaciones que piensan totalmente distinto”, expresa Juan Horacio Carrasco, empresario agrícola y director de Aproleche.
En ese sentido, agrega que hoy el empresario “debe ser más líder, más coach que jefe. Que conozca a cada uno de sus empleados, que logre entender a cada una de estas generaciones en cuanto a la tecnología por ejemplo”.
Algunas de las soluciones que propone el productor lechero son aumentar la conectividad tanto vial como virtual, sobre todo para los más jóvenes, y capacitar a los equipos en tecnología y otras iniciativas que apunten a incentivarlos.
“Además es vital que nosotros compartamos con ellos la misión y visión de la empresa y ojalá los incluyamos en algunas decisiones también”, dice Carrasco, quien trabaja con 30 personas directamente en su predio.


Visión de equipo
Marcos Winkler es productor lechero de Purranque y administrador agrícola de un predio en Entre Lagos, además vicepresidente de Aproleche Osorno. Según su experiencia, la crisis de la mano de obra en los campos de la zona ha empezado a ocasionar cambios asociados a una mayor tecnificación o maquinización y la adquisición de personas mejor capacitadas.
“Hemos tenido que reformular un poco la estructura, la estrategia con respecto a la forma de manejar al personal para retenerlo, dentro de las cuales está preocuparse más de las necesidades de nuestros trabajadores, porque hoy no depende solamente del sueldo”, cuenta Winkler.
Para él, las personas que trabajan en el campo tienen que estar comprometidas con lo que se está produciendo, con la empresa y el equipo.
“Yo siempre ocupo como ejemplo a los equipos de fútbol o más aún, una balsa que va con remeros; si hay cuatro personas remando para el mismo lado, el barco avanza, pero si hay uno que no, entonces no avanza igual. La idea es lograr que vean que somos un equipo, en todas las áreas, y tratando de mejorar los sueldos también”, argumentó el productor.
“Pero como dije, esa no es la primera necesidad de las personas, sino otras que hemos tenido que ir identificando al tiempo que cambia nuestra forma de actuar frente a ellos”, agregó el también productor lechero.


Decisión de vida
De acuerdo a los testimonios de varios empresarios agrícolas también hay casos de personas que se fueron a la ciudad en busca de mejores oportunidades y regresaron, porque se dieron cuenta que si bien podían, en algunos casos, percibir más ingresos en la urbe, los gastos también se incrementan considerablemente.
“Alguien puede gana $400 mil en el campo donde tiene casa, luz, agua, leña, leche y huerta, además de la opción de criar algunos corderitos, se va a la ciudad porque le pagan $500 mil ó $600 mil, que se supone es más plata, pero muchas veces no visualizan que tienen que pagar un arriendo, luz, agua, comida y otras cosas que en el campo las tienen gratis, por eso finalmente varios han vuelto”, recuerda Marcos Winkler, agregando que los sueldos fluctúan entre el mínimo y un millón de pesos, dependiendo de los horarios y la complejidad con beneficios similares.
Sin embargo, pese a estas oportunidades, la población obrera de los distintos predios ha ido envejeciendo y los jóvenes parecen estar cada vez más lejos de seguir la posta, ya que están interesados en otras áreas, lo cual no sólo se ve reflejado en las lecherías que requieren un trabajo y estadía permanente. Ello también se evidencia en las cosechas de frutales, donde se requiere un gran volumen de personal en un corto periodo de tiempo.
“Se ha ido envejeciendo la gente agrícola, hoy día tienden a ser de más edad, la gente joven es difícil, inclusive en las épocas de cosecha, que significa mucha mano de obra. Es como mal visto por ellos. Prefieren trabajar por un sueldo menor en un supermercado por ejemplo o en un mall, aunque ganen menos plata o estén sin trabajo”, dice Marcelo Fernández, encargado del personal extranjero de Agrícola Santa Carmen, que la temporada pasada contrató 120 haitianos para suplir la falta de personal.


Aporte extranjero
“Con 900 personas seríamos felices y la verdad es que hemos estado en 600, con los extranjeros incluidos. Lo que pasa es que en enero, cuando parten nuestros contratos hay 1200 personas inscritas, pero llegan 650″, detalla Fernández.
Otro empresario frutícola reconocido en la zona es Mauricio Momberg, para quien “el tema de la mano de obra es tan crítico, que si uno necesita salvar todo el año en sólo 60 días, tiene que agarrarse de lo que surja y si el chileno no quiere trabajar y estamos llenos de haitianos que sí quieren hacerlo, (hay que contratarlos) porque el banco no espera a que se paguen los créditos”.
Para el empresario de Río Negro, esta situación no es propio exclusivamente de Chile. “En Estados Unidos estuve recorriendo huertos de arándanos hace algunos años atrás en California, Oregon, Washington y la Costa Oeste en general y los mexicanos han hecho por muchos años la pega que están haciendo los haitianos hoy día en Chile, que es avanzar dentro del país haciendo distintos tipo de trabajos y mandando remesas a sus familiares”.
Rodrigo Moreno, ex gerente y actual asesor de Framberry apunta al respecto que “un campo que hace siete años atrás contaba con 700 personas en verano hoy cuenta con 350 y eso significa que el campo no puede llegar a sus objetivos de volumen ni de calidad, porque en definitiva la fruta queda colgada o hay que meter máquina y al final varía el retorno”.
Para el experto, el futuro de la industria frutícola está en innovar invirtiendo en tecnología y bienestar para los trabajadores para poder encantarlos con una alternativa que los invite a participar de la cosecha y el trabajo agrícola.
Volviendo al mundo lechero, José Miguel Cea, quien posee un predio a 6 km de Osorno, agrega otro punto a la problemática señalando que “la dificultad está en las cosechas de berries o de forraje. Todo ese tipo de contrato por obra o faena, complica mucho conseguir gente para tener contrato permanente con ellos en la época estival”.
“Los últimos dos veranos he tratado de conseguir gente para labores agrícolas de temporada y la verdad se hace muy complicado pillar a alguien para las labores de forraje principalmente, cosechas de fardos de pasto o fabricación de silo para alimentar ganado en invierno”, añade Cea.
Esta situación ha provocado, en sus palabras, que se invierta en más maquinaria y la contratación de prestadores de servicios, lo que ha ido encareciendo los costos.

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