sábado, 30 de septiembre de 2017

Pastoralismo en zonas áridas de la Argentina


La zona árida (ZA) con precipitaciones menores a 400 mm/año y con ausencia de cultivos de secano abarca un 39% de la superficie continental del país. Los sistemas de producción pastoriles son aquellos en los que el 50% o más de los ingresos brutos de los hogares proceden del pastoralismo o de actividades relacionadas. Los pastores se caracterizan por un índice alto de pobreza y un escaso acceso a los servicios sociales y es la familia la encargada de los animales. Los ingresos extraprediales, provenientes de empleos públicos u otras actividades, constituyen 60-90% de la entrada de dinero total.
En el centro-oeste del país se identifican dos grandes sistemas de producción: subsistencia y rentabilidad.
En el primero, la principal actividad es la cría de ganado caprino, el criancero reside en la explotación y aporta la totalidad o gran parte de la mano de obra necesaria.
En el segundo, se explota casi exclusivamente ganado bovino, el productor vive fuera de la explotación, la gestiona a través de asalariados, ejerce otras actividades económicas y se observa una relación directa entre la tenencia de tierra y la inversión en infraestructura.
En ambos sistemas de producción el agua de bebida para el ganado proviene de la colecta pluvial, de mantos acuíferos y de deshielos que se producen en la alta cordillera de los Andes.
En general los pastizales presentan algún grado de deterioro. El sobrepastoreo y otras actividades han desencadenado el proceso de degradación. El uso del fuego suele ser una práctica común no exenta de riesgo; durante 2013 en la Región del Monte hubo 641 incendios que afectaron 98.000 ha.
En 2002 la ZA soportaba aproximadamente el 6,7% del ganado doméstico y fauna existente en las explotaciones agropecuarias del país, con una densidad media de 1.045 kilogramos de peso vivo por km2.
La producción bovina de cría se caracteriza por una baja inversión en infraestructura y  aplicación tecnológica, con un destete en su conjunto entre 47 y 66% según nivel tecnológico y con una producción de carne de 11-12 kg/ha/año.
La producción caprina está orientada básicamente a producir carne: cabritos de 8 a 14 kg de peso vivo y 40-65 días de edad.
La vicuña, el guanaco y la llama constituyen recursos alimentarios y una fuente de subproductos, existiendo planes de gestión para su preservación y aprovechamiento. El 95% de las llamas está en manos de pequeños productores concentrados en el noroeste argentino.
Por otra parte, ciertas especies introducidas, como la liebre europea y el ciervo colorado, compiten con el ganado por el alimento u ocasionan daños en los cultivos.
En los predios pastoriles predomina la propiedad privada, con título u ocupantes con derechos reconocidos, conjuntamente con sistemas de arrendamiento. Existen también, terrenos del Estado de uso comunitario y títulos de propiedad colectivos.
Los problemas de tenencia de la tierra afectan a la seguridad jurídica, acceso al crédito, mejoras fundiarias y planificación a largo plazo.
En la provincia de Mendoza se ha implementado con éxito un sistema para arraigar al puestero y su familia en áreas no irrigadas pertenecientes al Estado, inmuebles abandonados y posesiones con título supletorio.
La práctica regulada del turismo en las tierras pastoriles brinda oportunidades para el desarrollo regional e impulsa sectores conexos del ámbito de los servicios, como la hotelería, la gastronomía y el transporte, lo que incrementaría los ingresos de los pastores.
El pastoralismo cumple un rol importante en la calidad de la alimentación de los habitantes de las ZA dado el aporte de nutrientes de la carne. En algunos lugares, los pastores no tienen acceso a sustitutos de proteínas y micronutrientes de origen vegetal, por lo cual la dieta contiene básicamente carne.
No hay información actualizada sobre los censos ganaderos y la contribución del pastoralismo a las economías regionales. Asimismo, en el ámbito de la producción pastoril escasea la investigación aplicada.
Como consecuencia de la incompleta percepción de las actividades de los pastores, la mayor parte de la asistencia técnica está diseñada para otros sistemas de producción ganadera.
Para fomentar la actividad pastoril en los lugares donde se trata de una actividad marginal es recomendable la promoción de políticas de desarrollo territorial conforme a la normativa vigente, para un uso adecuado de la carga animal y el control del pastoreo en tierras del Estado.
Estos aspectos, coordinados por instituciones estatales, permitirían prevenir y controlar el avance del deterioro ambiental.
La degradación de las pasturas naturales podría mitigarse mediante la restauración de la vegetación con especies forrajeras adaptables al estrés hídrico, como el cactus por ejemplo, que permitan el aporte al ganado de suplementos estratégicos durante los periodos nutricionales críticos.
Los sistemas pastoriles serán más sostenibles a medida que se potencien las capacidades de los productores a través del crédito, de la asistencia técnica enfocada a la conservación y a la adecuada gestión de los recursos naturales.

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