Con los modos campechanos del hombre del interior, un lenguaje llano, franco y directo, Gustavo Grobocopatel abre de buen grado sus oficinas de la calle Corrientes, en el 8vo piso de la Bolsa de Cereales, para conversar con 3Días sobre la Argentina de Macri. Presidente de Los Grobo, una empresa de agronegocios que factura u$s 650 millones al año y tiene 90.000 hectáreas de producción, Grobo está muy lejos de ese cliché gastado y remanido del empresario desalmado y especulador que solo piensa en contar sus millones.
Por el contrario; la humildad es el primer rasgo que salta a la vista cuando se conoce a este ingeniero agrónomo, nacido y criado en Carlos Casares, donde está la base de operaciones de su compañía. Pero ser humilde no le impide a Grobo animarse a soñar a lo grande: “Sueño con hacer de Los Grobo una gran multinacional”. La confesión llegará al final de la entrevista, antes de despedirse y adentrarse, a paso firme, por Corrientes para mezclarse con los transeúntes.
Macri lleva dos años y medio de gestión. ¿Cómo ves a la Argentina? ¿Seguís pensando que el gradualismo era la mejor opción pese a la demora en aparecer los resultados económicos?
-Primero, creo que no teníamos en cuenta la magnitud de los desequilibrios que había y las dificultades que había, también es cierto que en los últimos dos años ha habido un contexto internacional mucho más negativo que el que teníamos antes y, dentro de ese contexto, se armó un programa que, diría yo, ni siquiera ha sido una opción para el Gobierno; era la única posibilidad que había. Siempre pensando en tratar de que sufra la sociedad lo menos posible. El gradualismo es acomodar todos esos desequilibrios que había en el tiempo, generando un espacio en donde las cuestiones se van gestionando para que baje la inflación, baje el déficit externo, baje el déficit interno, todo en un contexto donde hay una economía poco competitiva, un récord de presión impositiva y de gasto público. Y además, veníamos con un tema cultural de adaptarnos durante 12 años a situaciones bastante duras, y cambiar esa cultura también cuesta. Dicho esto, creo que han habido grandes avances en muchos aspectos y hay otras cosas que están pendientes.
Tuiteaste una vez que el gradualismo requiere “un relato motivador” para aguantar en el tiempo con la expectativa de que vamos por algo más grande. ¿Consiguió Macri componer ese relato o se quedó a mitad de camino?
-No, no lo suficiente. Yo creo que el gradualismo requiere dos cosas: una es una microgestión mucho más compleja que el shock. El shock arregla más o menos todo a los palos, el gradualismo no es a los palos, pero requiere una gestión mucho más detallada, mucho más precisa y preciosa, con lo cual hay que estar mucho más encima, y eso es más difícil. Y segundo, es como que vos te tiraste en un barco y todavía no llegaste a la otra orilla, tenés que tener una idea de dónde vas a llegar, cómo vas a llegar, por qué es mejor la otra orilla. Me parece que hay un esfuerzo del Gobierno para tratar de decir esto, todavía bastante tenue, porque creo que el Gobierno piensa que arreglando los desequilibrios macroeconómicos, eso va a generar automáticamente algún tipo de cambio en la cultura, en las actitudes y demás. Me parece que además de arreglar los desequilibrios macroeconómicos, se requiere de un relato que facilite ese cambio cultural que necesitamos.
También es complicado para el Gobierno, que cuenta con tiempos ajustados, tiene elecciones cada dos años, sostener en alto las expectativas. Está visto que no le está resultando fácil…
-Depende, en el día a día todos tenemos problemas, porque el gradualismo es un proceso que lo pagamos todos; el shock lo pagan los empleados, los asalariados… El gradualismo lo paga la gente, pero también los empresarios. Entonces vas a reuniones y estamos todos deprimidos porque estamos todos “poniendo”, digamos (risas). Pero me parece que hay que tener una mirada por encima de los obstáculos. Creo que en la Argentina, estructuralmente, tenemos una cantidad de fundamentos positivos en todo sentido, y me parece que lo que viene es mejor.
¿Cómo ves el comportamiento, en líneas generales, de los empresarios? Hay, casi desde el inicio de la gestión, una sensación de que el empresariado no acompaña lo suficiente, no pone el hombro, sale el ministro Cabrera a llamarlos “llorones”… ¿Es una percepción errónea del Gobierno o cierto empresariado argentino no está imbuido aún de cuál debe ser su papel en este proceso?
-Los dos pedimos más. Nosotros tenemos una enfermedad estructural, esa enfermedad lo que genera es pobreza, es nuestro cáncer. Y eso tiene muchas décadas, es uno de los pocos países del mundo que crea pobreza, todos los demás países, o la tienen estable, en el peor de los casos, o disminuye. Nosotros creamos pobreza. ¿Por qué? Porque no tenemos una estructura competitiva como país, en el sentido más amplio de la palabra competitiva,
No solo en el tema económico y social, estamos poco integrados al mundo, no somos buenos en investigación y desarrollo y en el conocimiento científico aplicado, las empresas invierten poco, los impuestos son altos, falta integración al mundo, y hay una responsabilidad compartida entre el sector privado y el público. Entonces, ¿quién tiene la responsabilidad en la falta de competitividad? Los empresarios pensamos que el Gobierno tiene que bajar los impuestos y mejorar la calidad del Estado y abrir más tratados de libre comercio con el mundo; el Estado dice “tienen que invertir más en tecnología, eficiencia”, etc. Nos hacemos reclamos mutuos, pero en realidad, yo creo que ambos tenemos la misma visión sobre cuál es el problema y cómo hay que resolverlo. A los empresarios nos gustaría más pensar a largo plazo e invertir más, lo que pasa que en nuestra historia el que quedó vivo es el que resistió a los shocks pensando en el corto plazo. Y para el Gobierno es muy difícil hacer todo, porque tiene que cuidar el interés común de la gente. De cualquier manera, creo que son discusiones que se hacen en un marco positivo, bastante bueno, antes no había diálogo y ahora hay. Es una discusión propia de las transformaciones y de los tiempos que vienen.
Muchas veces se dice que las cosas están mejor o peor, según el sector de la economía que se mire. El campo llevaba en su mochila las retenciones, la 125, el “yuyo”, como se refería Cristina a la soja… ¿Es el Agro uno de los ganadores de la era Macri?
-Cuando me preguntan si el campo fue beneficiado, yo respondo que el campo dejó de “desbeneficiarse”. Es decir, no es que pasamos a ser ganadores, pasamos a dejar de perder lo que perdíamos, aunque en años como éste, de sequía, igual seguimos perdiendo. Es decir, que han sido medidas de alguna manera reparatorias de todos los desaguisados que había antes y el campo reaccionó: aumentó la producción, aumentó la venta de pick ups, de maquinaria agrícola, el uso de fertilizantes y ése es un camino que hay que seguir. ¿Ese camino resuelve los problemas que tiene la Argentina? No, es una columna importante, también el campo debe procesar más materias primas, se debe industrializar mucho más. Ahora, nosotros no podemos generar más valor agregado y exportar más si no estamos integrados al mundo, el acuerdo ahora Mercosur-UE es clave, hay muchas tareas para realizar desde el sector privado y el sector público: la ley de semillas, la revisión del tema de los contratos de arrendamiento, que tienen que ser de mediano plazo por lo menos, el tema de los seguros multiriesgos, la calidad de algunos institutos como el Senasa, la profesionalización del INTA y el INTI, hacerlos del siglo XXI, todos estamos de acuerdo que hay que hacerlo. Lo peor que puede suceder es cuando yo encuentro algún funcionario o un político que habla de todo lo que hizo; y yo preferiría que hablen de todo lo que tienen que hacer. Eso es parte de la sintonía fina del gradualismo. La gestión del gradualismo requiere de una conciencia superlativa sobre lo que hay que hacer y menos sobre lo que se hizo.
Se dice muchas veces que Macri conoce bien a los empresarios porque él es uno de ellos. Se formó en la empresa de su padre, pero también es cierto que ya tiene una larga carrera política: presidente de Boca, diputado, jefe de gobierno, ahora presidente. ¿Se lo puede catalogar todavía como un outsider de la política o a esta altura se parece más al político tradicional argentino?
-No sé si es un político tradicional, es un político con su propia impronta. Es alguien que ya tiene varias décadas, dos décadas en la política, no le va mal, le va muy bien, y tiene su propia impronta: es un ingeniero y es alguien que ha evolucionado. Si vos ves a Macri como era antes y cómo es ahora, notás que es una persona que ha cambiado, evolucionado, hay mucha gente que se sorprende cuando lo conoce. A veces a uno le gustaría otra cosa, o tener algún tipo de visión optimista sobre otras cuestiones, pero la realidad nuestra hoy es lo que es, no podemos generar falsas expectativas, tenemos que generar expectativas basadas en los hechos reales y los hechos reales tienen dificultades.
Me refería a si ves en Macri a un político, digamos, moderno que vino a cambiar los modos de hacer política en la Argentina, esa idea que plantea el Gobierno desde el discurso…
-La realidad es que es la primera vez en los últimos 100 años que éste no es un gobierno peronista, militar o radical. Es algo nuevo, no sabemos cómo va a terminar, pero evidentemente viene a replantear el tema de la política y viene a generar una nueva generación política, diferente a la que teníamos. En ese sentido, estoy muy esperanzado con el proceso de cambio. Me gustaría también que se vaya rearmando la oposición y que haya un diálogo y una danza entre la oposición y el oficialismo, inclusive que se intercambien, que haya rotación en el poder, de tal manera que se consolide este camino de la república, la democracia, la integración al mundo, la competitividad.
¿Por que creés que le cuesta tanto al Gobierno domar la inflación?
-Porque es complicado, yo no soy economista, no te puedo decir si soy partidario de tal o cual fórmula, digo que es complicado porque si tenés un déficit externo te endeudás, entran dólares, esos hace que justamente el tipo de cambio se deprecie, pero al mismo tiempo los tenés que comprar y esterilizar, entonces necesitás tasas de interés altas, las tasas de interés altas… en fin. Me da la impresión de que si nosotros llegamos a la otra orilla del río bajando en forma sistémica inflación, déficits y demás, vamos a entrar a una etapa de la economía mucho más equilibrada, que es lo que tienen los países a nuestro alrededor: Chile, Perú y Uruguay. ¿Cómo llegás a ser Chile, Perú y Uruguay en estos temas macroeconómicos? No es a través de shocks ni de barrer la basura bajo la alfombra sino de exponer estos temas y tratarlos de forma equilibrada. Si vos me decís, ¿estás preocupado? Sí, estoy preocupado, la inflación, las tasas de interés, eso es algo que desincentiva la inversión, por eso la inversión todavía es muy baja, genera costos en las empresas, pérdida de patrimonio… Todos la estamos luchando y es parte de nuestro aporte al gradualismo.
Justamente, ¿cuáles son los issues que hacen que el empresario todavía se retraiga a la hora de invertir?
-Se retrae por esto, porque si tenés que invertir o poner en Lebac, y… te conviene poner en Lebac. Y además si un inversor extranjero, para colmo en el mundo la renta de las inversiones, en EE.UU. y Europa, es muy alta. ¿Para qué van a poner dinero en la Argentina ganando menos con el riesgo argentino? Si el contexto tampoco los ayuda.
Otro tema álgido es el de las tarifas. Ahora el Gobierno busca una solución incentivando a las provincias a reducir impuestos…
-En el tema tarifas tuve una experiencia. Yo hago trabajos de consultoría, hice un trabajo importante con Harvard, con el profesor Ricardo Hausmann, en Albania. Y le tocó a él resolver algo del lo que yo participé. Albania tenía un déficit energético, tenía que importar energía y tenía tarifas muy bajas. Él recomendó subir las tarifas, el déficit externo se transformó en superávit, y la gente empezó a cuidar más, en este caso, la luz y el gas.
¿O sea que ellos sí lo lograron?
-Lo lograron, es un esfuerzo, pero los argentinos no cuidamos. Yo tengo una casa en Uruguay donde pago una fortuna de luz, y apago la luz como hacía cuando era chiquito. Tenemos que hacer un esfuerzo, ser eficientes, apagar, no usar la energía, entonces, eso tiene un efecto dominó positivo. Hay lugares donde hay que ser muy cuidadoso, hay que tener una tarifa social para determinados sectores, el problema ahí no es la tarifa sino que ganan muy poco o no tienen trabajo. Quizá el Gobierno en su afán de querer resolver estos temas cuanto antes, no es todo lo cuidadoso que debería ser. Ahí está esta danza de los diputados en el Congreso, de las discusiones que son interesantes, lo veo como algo positivo, de eso se trata la democracia, de generar consensos, por ser Gobierno no tienen toda la razón. Por supuesto que hay una estrategia política, picardía, algunos son más responsables o menos, todo eso es parte de la la política.
Hablás siempre de la revolución del conocimiento. ¿Dirías que tenemos en la Argentina una dirigencia política, sindical, empresaria lista para hacer frente a ese desafío?
-Hay islas de gran calidad global, que realmente conocen lo que viene, están preparados, están haciendo cosas. Como sociedad en su conjunto, todavía no entendemos bien, tenemos miedos y preferimos combatir esos riesgos negándolos. A los riesgos hay que combatirlos aceptándolos, conociéndolos y armando una estrategia a seguir para adelante. Los que se adaptan van a ir creciendo más y se van a enriquecer más; los que no se adaptan van a ir empobreciéndose más. Puede haber problemas, y ahí está el Estado viendo cómo este proceso es más inclusivo.
Su faceta de artista, su interés por la educación y el ADN que lo define
“Estudié el sistema educativo en Finlandia y participé en distintas iniciativas, en general, vinculadas con el sector público. Creo que el sistema educativo requiere una transformación importante y que los líderes de esa transformación tienen que ser los maestros, que deben ser jerarquizados. En esa jerarquía, una parte es el salario, otra parte es el rol que tienen en la sociedad, tienen que formarse docentes para el siglo XXI. Creo que la educación tiene que funcionar como una red, y las redes funcionan con autonomía, pero también con coordinación y control. Hay que rediseñar el sistema”, sostiene Grobocopatel, sobre uno de los temas que concentra su mayor atención, entre sus múltiples intereses. Otro, muy marcado, es la música.
Llegaste a decir que el canto es tu vida y el empresariado tu hobby.
-Sí, era una provocación, porque creo que la gente disocia: por un lado, el músico, y por el otro, el empresario, cuando en realidad sos una persona. En la vida no nos damos la posibilidad de explorar cosas distintas, tenemos un mundo y seguimos por el mismo mundo, nos cuesta abrirnos. Soy músico, estudié muchos años, lo hago en forma profesional, con calidad, responsabilidad, compromiso. Y lo muestro, porque creo que el músico termina el circuito cuando puede compartir con otros.
¿Qué te marcó de la vida de pueblo, en Carlos Casares?
-Ése es mi ADN y lo puedo ver, más que conmigo, con mis hijos. Creo que en ellos existe un ADN muy particular, el de alguien del interior, alguien que se da más tiempo para pensar en el otro, que tiene un vínculo mucho más llano y directo. Yo soy así, no es algo que me cueste, está en mi naturaleza .
Los 10 elegidos de Grobo
– Un libro. Memorias de Adriano, de Margarita Yourcenar. Y estoy releyendo El Matadero, de Esteban Echeverría.
– Un escritor. Walt Whitman.
– Un músico. Sería injusto nombrar solo a uno.
– Una canción. Tampoco puedo elegir.
– Una película. ¡Que viva México!, de Serguéi Eisenstein.
– Una serie. Merlí (Netflix).
– Un líder político. Arturo Frondizi.
– Un personaje de la historia. Domingo Faustino Sarmiento.
– Un sueño cumplido. Todos.
– Una asignatura pendiente. Escribir un libro y hacer de Los Grobo una gran multinacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.