Los productores todavía están digiriendo el trago amargo que les causó la sequía con pérdidas en soja y maíz muy importantes. Pero pareciera que la revancha llegará rápidamente con el trigo. Porque ante las últimas lluvias en zonas productivas clave mejoraron el perfil de humedad de los suelos lo que viene incentivando a los productores e implicaría que el área del cereal llegaría a 5,9 millones de hectáreas, un 3,5% más en relación al año previo, según la Bolsa de Cereales porteña.
En este contexto, se busca seguir creciendo en rinde y ahora, principalmente, en calidad, por lo que se viene haciendo foco en mejorar la fertilización, principalmente la nitrogenada. Así lo hizo saber Jorge Bassi, vice presidente de Fertilizar Asociación Civil, en una jornada desarrollada esta semana con el objetivo de mejorar el manejo del cereal.
De izquierda a derecha, Bassi (Fertilizar), Cameron (productor), González Sanjuan (Fertilizar) y Soto (Ministerio de Agroindustria bonaerense).
En primer lugar, explicó que la campaña 2018/19 vuelve a ser favorable para la inversión en nutrientes, tomando en cuenta la ecuación insumo-producto que mide la relación entre el valor del cultivo y el costo de la inversión en nutrientes. Para la compra y aplicación de un kilo de urea (nitrógeno) se necesitan 2,18 kilos de trigo que es una relación mejor que la del año pasado.
En el caso de MAP (fosfato), la relación es 2,95 kilos de trigo por cada kilo de este tipo de fertilizante. “Las estadísticas de Fertilizar muestran que estamos retornando a los niveles de aplicaciones de 200 kilos de fertilizante por hectárea. Pero son insuficientes ya que debemos tener en cuenta los materiales genéticos con mayor potencial de rendimiento a lo que se suma el desgaste acumulado de los suelos que entregan menos nutrientes”, agregó.
El principal síntoma es el contenido de proteína de los trigos, que frecuentemente no alcanza la calidad panadera. “Si cosechamos proteína por debajo de 10% es que al trigo le faltó nitrógeno”, enfatizó el directivo.
Para fundamentar estos conceptos se mostraron ensayos realizados en el Sudeste Bonaerense y en la zona núcleo sojera, en los cuales los diferentes niveles aplicación de nutrientes generaron niveles crecientes de rendimiento y proteína.
En paralelo, se presentó un caso en particular. Se trata del productor Sean Cameron, quien produce en un campo familiar en Lobería, sur de Buenos Aires, para explicar su buen manejo agrícola. Hoy mantiene una rotación con 30% de maíz, 30% a trigo o cebada y 30% a girasol. “A pesar de todos los cuidados, la materia orgánica en el campo bajó de 6 a 5,3 en los últimos 20 años”, apuntó. “Tengo un buen balance de carbono. Sin embargo, el balance de mi rotación es deficitario en nitrógeno”, alertó.
El productor aplica 200 kilos de nitrógeno entre lo que hay en el suelo, previo análisis, y lo que agrega, dividiendo la aplicación. En cebada obtiene 10% de proteína (calidad maltera) pero en trigo no logró superar un nivel de proteína del orden del 11%.“Las dosis de fertilizantes que aplicamos son hasta que es ecónomicamente viable”, analizó.
Por lo que está buscando alternativas para agregar más nitrógeno al suelo.Una es sembrar trébol blanco para usarlo como cultivo de cosecha como cultivo de servicio.-
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