Las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos tendrán como consecuencia un reajuste en el mercado mundial de la soja ante el peso de ambas potencias, la primera como principal importadora y la segunda como exportadora, según los analistas.
China representa actualmente dos tercios de las importaciones mundiales de soja, mientras que EEUU le vende el 60 % de sus exportaciones y es uno de los principales proveedores globales junto a Brasil y, en menor medida, Argentina, afectada este año por la sequía.
El “nerviosismo” está cundiendo en ese mercado, que en los últimos años ha crecido con rapidez y de pronto ha visto “romperse su estabilidad” por los recientes movimientos de los dos gigantes, que difícilmente pueden ser sustituidos tanto en la oferta como en la demanda, dijo a Efe el economista de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) Peter Thoenes.
Washington anunció en junio pasado aranceles del 25 % a una serie de productos importados de China, a lo que Pekín respondió con sanciones similares que han afectado a la industria agrícola estadounidense, en particular a la de la soja.
Los efectos de esas medidas ya se están sintiendo, con la caída de los contratos de futuro para el maíz, la soja y el trigo entre un 10 y un 15 % desde junio, según el Sistema de Información sobre el Mercado Agrícola (AMIS), plataforma creada a petición del G20.
Para mantener su competitividad, los precios de exportación de la soja de EEUU han bajado un 20 % en dos meses, en tanto los de Brasil continúan estables.
Sin embargo, el país sudamericano “no tiene capacidad para ser el único exportador a China”, apuntó el especialista de Rabobank Michael Magdovitz.
El mayor impacto se verá, a juicio de los expertos, a partir de octubre: será entonces cuando los suministros procedentes de Sudamérica se acaben y China deba volver a abastecerse de la nueva cosecha recogida en Estados Unidos, solo que encarecida por los aranceles.
“China no tiene alternativa, tendrá que depender de ese mercado, quizás en menor cantidad. Habrá cambios pequeños en uno o dos años, que serán mayores a medida que los productores se adapten a este patrón comercial potencialmente nuevo”, subrayó Thoenes, que no descartó “reacciones en cadena” en el sector alimentario.
En junio, los precios internacionales de los alimentos básicos bajaron el 1,3 % mensual, el primer descenso en lo que va de año ante las mayores tensiones comerciales entre países, según la FAO.
Para el economista de esa agencia, los mercados comenzarán a responder si las condiciones se mantienen, lo que puede modificar las inversiones e importaciones de China, capaz de recurrir a otro tipo de proteína para sus animales o reducir las raciones de pienso.
Brasil, cuya venta de soja a China ya alcanzó niveles históricos en abril y mayo, podría beneficiarse de la mayor demanda china, aunque también necesita alimentar su mercado doméstico y la exportación de carne, según Thoenes.
Las ventas de EEUU pueden tomar otros derroteros, como sucede ya de hecho con la Unión Europea, que está comprando más de ese país debido al abaratamiento de sus precios, que han llegado a niveles de 2016, remarcó Magdovitz.
El experto destacó la influencia del precio al margen del reciente acuerdo al que llegaron el presidente estadounidense, Donald Trump, y el de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, por el que la Unión Europea promete comprar más soja estadounidense y EEUU renuncia a imponer aranceles inmediatos a los automóviles europeos.
Sobre el plan de Trump de compensar con 12.000 millones de dólares a los agricultores estadounidenses perjudicados por los aranceles, el analista de Rabobank consideró que su impacto será “muy limitado”, y su coste “bajo en comparación con las pérdidas que puede sufrir EEUU en términos de propiedad intelectual y tecnología”.
Thoenes precisó que “algunos alimentos básicos ya han sido víctimas de un guerra comercial que no comenzó en la agricultura, sino por los desequilibrios comerciales y los derechos de propiedad intelectual”.
“Veremos si la soja o el maíz siguen siendo utilizados como instrumentos de presión, o entran en juego otros sectores como el turismo o servicios”, añadió.
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