CHILE : Un importante talón de Aquiles es que pocos jóvenes se están integrando a las empresas familiares del campo. Creciente subdivisión de la tierra y freno a la innovación son los principales efectos. Se requiere modernizar las compañías agrícolas para hacerlas más atractivas y crear protocolos familiares para el relevo entre la vieja y la nueva generación de agricultores.
Luis Rieutord (63), agricultor de la Región de O’Higgins, tuvo que enfrentar hace casi una década un grave problema para la continuidad de la empresa frutícola que tenía con Juan, su hermano. La exportadora a través de la cual tradicionalmente comercializaban su fruta se encontraba en una aguda crisis financiera.
Afortunadamente, Luis tenía la solución cerca de él. Su hijo Luis Felipe, agrónomo de profesión, llevaba un par de años supervisando los huertos de la familia. Antes, cuando era adolescente, trabajaba los veranos como temporero en los campos de la empresa familiar. El integrante de la cuarta generación de la empresa agrícola vio el problema de comercialización como una oportunidad para que la familia se independizara. Con el apoyo de su padre y tío, Luis Felipe se hizo cargo de Triofrut, una exportadora dedicada solo a vender la fruta de la familia.
Rieutord explica que los buenos resultados de la exportadora les han permitido consolidarse como productores y ya van en las 450 hectáreas.
“No sé si los miembros de la antigua generación podríamos haber dado ese salto. La formación profesional y la energía de los más jóvenes fue fundamental”, explica. Cuenta que otros dos hijos, luego de pasar por la universidad, también se han integrado en diferentes áreas de la empresa familiar. Además, un sobrino lo hará pronto.
Sin embargo, reconoce que su caso es excepcional en el sector agroalimentario. De hecho, la mayoría de sus vecinos no ha integrado a las nuevas generaciones en sus negocios.
“A los jóvenes no les interesa mucho el campo. Estudian en la ciudad y quieren permanecer allá. Uno ve cómo los campos se van vendiendo uno tras otro, luego que fallece el agricultor. Se está perdiendo la cultura de vivir en zonas rurales”, señala Luis Rieutord.
Otro importante empresario agrícola, que está en pleno proceso de transferencia a la nueva generación, pero que prefiere el anonimato, afirma que “hoy son muy pocas las empresas que logran mantener el traspaso generacional, dada la diversidad de profesiones en las familias, pues son minoritarias las relacionadas con la actividad agrícola. Se va perdiendo el interés por la tierra y la tradición. A eso hay que sumar resultados económicos poco atractivos, lo que produce muchos cambios en la propiedad de la tierra”.
Para Gustavo Rojas, académico de la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica, “las dificultades para el traspaso intergeneracional de empresas agrícolas son uno de los problemas más complejos que enfrenta el sector. En primer lugar, hay una pérdida de experiencia una vez que salen las anteriores generaciones y no hay una de remplazo en la familia. Además, muchas veces los predios se terminan subdividiendo entre los herederos, con lo que se dificulta tener las escalas de economía que requiere la producción agrícola en la actualidad, como, por ejemplo, para mecanizar los procesos”.
Empresas más atractivas para las nuevas generaciones
Christian Abud, asesor frutícola, agrega que los problemas en el ingreso de las nuevas generaciones afectan la capacidad de innovación agrícola.
“Si bien los mayores aportan la experiencia de haber pasado desde problemas políticos, climáticos a buenos y malos resultados comerciales, lo que es un insumo muy valioso al momento de dirigir una compañía agrícola, usualmente los jóvenes son más proclives a introducir nuevas tecnologías de producción en los campos, además que por cultura tienen una mirada más globalizada del negocio”, afirma el especialista.
Para el asesor, uno de los motivos por los que las nuevas generaciones no se están integrando al desarrollo de las empresas es porque se las ve como poco atractivas.
“Pasa lo mismo que con los temporeros, en que se está comenzando a modificar su forma de trabajo para hacerlo más liviano y más interesantes esos puestos. Por eso es que el primer paso es convertir a la actividad agrícola en una empresa, no en una mera actividad rural. Si se fijan metas claras y ambiciosas y hay una apertura a la innovación tecnológica y de procesos, las empresas agrícolas se vuelven un lugar interesante para que las nuevas generaciones de la familia se integren a trabajar. Hay que tener en cuenta que se compite con empresas muy dinámicas de las ciudades, lugares en que, además, las personas tienen un acceso a buenos servicios”, advierte Abud.
En todo caso, no se trata de abrir indiscriminadamente las puertas de una empresa agrícola. De hecho, una integración de familiares sin las competencias necesarias puede terminar siendo dañina para el proyecto de la compañía.
Uno de los efectos iniciales cuando llega una persona poco capacitada es un debilitamiento de la confianza del resto de los profesionales que integran la firma agrícola. Si ven que el ingreso y posterior ascenso no corresponden a criterios profesionales, tienden a dejar de tener confianza en que podrán crecer en la empresa.
“Mi consejo es partir desde muy abajo. Quemando todas las etapas, tal como lo hicieron las generaciones anteriores. Si alguna vez llegan a estar a cargo de ella, van a tener una experiencia similar a la de la generación anterior, que muchas veces fue la que levantó el actual proyecto agrícola”, explica Abud.
Miguel Torres Maczassek, quinta generación de la viña Miguel Torres, explica que para evitar perjudicar el futuro de la empresa su familia tiene un reglamento muy estricto para la integración de las nuevas generaciones.
“En Torres existe un ‘protocolo familiar’ promovido por la cuarta generación, mi padre, mi tío y mi tía. Se regula la relación entre la empresa y la familia y hay puntos específicos dedicados a la entrada de los miembros. En nuestro protocolo se estipula que los integrantes de la familia que quieran entrar han de haber cursado estudios universitarios y haber trabajado en otras empresas en las cuales deben haber evolucionado o haber sido promocionados. Finalmente es el consejo quien determina, siguiendo el protocolo, qué miembros de la familia pueden entrar. En todo caso, no se crean puestos de trabajo específicos para la familia, es decir, el puesto debe existir y estar vacante”, comenta.
El ejecutivo viñatero explica que antes de ingresar a la empresa familiar estudió Administración y Dirección de Empresas en Esade, Barcelona. Luego debió trabajar en el Departamento de Márketing de Danone y más tarde pasó a ser brand manager para la marca Carolina Herrera. “Mi primer trabajo en Torres fue dirigiendo una pequeña bodega del grupo llamada Jean León”, explica.
Torres Maczassek agrega que “el protocolo familiar ha ido evolucionando y llega a ser muy específico. Por ejemplo, dicta el tipo de billete de avión que se debe utilizar en función de edad y cargo, o la tipología de auto que se puede asignar, entre otras normas. De alguna forma ayuda también a educar a los miembros de la familia bajo los valores de la empresa. El beneficio principal es una ordenación de las relaciones, ya que no hay que discutir cada caso. Nuestra valoración es muy positiva”, y agrega que “hoy en día los miembros más jóvenes de la familia tienen más opciones que en mis tiempos”.
Traspaso de la propiedad
Hombre metódico y de bajo perfil, Carlos Rivacoba (72) lleva varios años preparando el retiro de su actividad agrícola en el fundo El Castillo, en Los Andes, V Región. Él es parte de la tercera generación en el mismo campo, ahora dedicado a la producción de nueces, y se ha preocupado de que sus hijos se integren al negocio.
Uno de sus primeros pasos fue interesar a sus hijos en la actividad agrícola. Carlos, su homónimo hijo y que además es agrónomo, fue tomando el control de la producción de los nogales.
“Él fue el encargado de introducir el riego tecnificado y la mecanización de la cosecha. Vino con una mentalidad nueva, más moderna y tenía la energía para sacar esos proyectos adelante, cosa que no sé si yo hubiera tenido la capacidad de hacer. Ahora él está a cargo del 70% de los procesos de la empresa”, explica Carlos padre.
Hoy ya son 90 las hectáreas de huertos modernos de nogales que maneja la familia Rivacoba.
En general, la recomendación es que el traspaso intergeneracional sea paulatino.
“Tiene que haber un período de transmisión de la experiencia acumulada por los mayores. Lo ideal es que gradualmente salgan del día a día del manejo del campo y que estén, más bien, en la definición de las estrategias generales de la compañía”, explica Christian Abud.
Agrega que, mientras más enfocado esté un productor en la agricultura como negocio, más que como mera actividad rural, más fácil será hacer el traspaso a una nueva generación. “A una persona más tradicional le costará más desligarse de estar día a día en el campo”, explica.
Miguel Torres Maczassek explica que en el caso de su viña, Miguel Torres padre asumió en 2012 el cargo de presidente, mientras que él tomó el rol de director general. “En nuestro protocolo familiar se establece que los miembros han de dejar la dirección general a los 72 años. Mi padre continúa muy vinculado con la empresa participando en el Consejo, representando a la empresa en viajes y en foros del sector, así como liderando algunos aspectos con los que personalmente tiene gran vinculación, como es la lucha contra el cambio climático. Para los más jóvenes esto es positivo, ya que la experiencia de la generación anterior tiene un gran valor y suma junto a las nuevas ideas que aporta mi generación”.
En el caso chileno, la trasmisión paulatina de la propiedad de la empresa agrícola también es relevante. El impuesto a la herencia es alto y, usualmente, puede representar casi el 40% del valor de un predio. Es por eso que no son pocos los herederos que terminan por vender la empresa agrícola, entera o fraccionando la propiedad, para enfrentar ese pago.
Consciente de ese problema en ciernes, hace unos siete años Carlos Rivacoba decidió comenzar a vender la propiedad de El Castillo a sus hijos. Hoy solo conserva un porcentaje minoritario.
“Como familia hemos pasado de todo para sacar este proyecto agrícola adelante. Enfrentamos situaciones muy graves, incluso con pérdida de la propiedad, y tuvimos que levantar todo de nuevo, pero aun así logramos sacar adelante nuestro campo. Por eso para mí es importante que ese esfuerzo no se pierda, lo bueno es que logré integrar a la nueva generación y ellos van a darle continuidad a lo que hice. Soy un agricultor afortunado”, remata Carlos Rivacoba.
“Uno de los problemas para el traspaso intergeneracional que tenemos en el agro es la atomización de las propiedades. En Holanda, por ejemplo, se prohíbe la subdivisión de la tierra. O los herederos se ponen de acuerdo o se vende íntegra a un tercero”.
GUSTAVO ROJAS, PROFESOR DE FACULTAD DE AGRONOMÍA DE LA U. CATÓLICA.
“Es importante separar la familia de los negocios. Si ingresan y avanzan en la empresa, debe ser por méritos profesionales. No hay que sentir la presión de integrar a un hijo, pues si no está capacitado puede atentar contra el futuro del proyecto agrícola”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.