No hay dudas. El escenario cambió y hasta el menos avezado se daría cuenta que se viene la tormenta. Comparando los precios en dólares corrientes al productor de marzo del año pasado y los de ahora, en los tres principales rubros del país, la foto es la siguiente. El precio de la leche bajó un […]
No hay dudas. El escenario cambió y hasta el menos avezado se daría cuenta que se viene la tormenta. Comparando los precios en dólares corrientes al productor de marzo del año pasado y los de ahora, en los tres principales rubros del país, la foto es la siguiente. El precio de la leche bajó un 24%; el de la soja un 30%; y el precio del novillo gordo descendió un 4%.
Otra forma de verlo. El precio récord de la leche al productor se alcanzó en el otoño pasado, el de la soja allá por 2012 y el del ganado en 2011. Las referencias actuales se encuentran 24% por debajo del récord en el caso de la leche, un 21% en el novillo y un 37% en la soja (las tendencias y magnitudes son similares tarde o temprano para todos).
Esta es una parte de la ecuación. La otra es la producción y debemos tener presente tres generosos años en lluvias que dieron una energía eléctrica barata al país (y que si no sirvieron para iluminar las ideas del gobierno, al menos sí para iluminar sus cuentas) y unas condiciones de pasturas excepcionales. Bonanza que se acabó.
Es bien claro que los precios al productor en 2015 distan mucho de lo que se alcanzó en años previos. A lo cual, si se suma un escenario de déficit hídrico y de costos estructurales crecientes, la situación es de alerta amarilla. Cierto, no estamos ante una crisis aguda, y las oportunidades y fortalezas del sector y la economía en general son significativamente mejores a las del pasado. Pero las condiciones son para emitir, al menos, una alerta amarilla.
¿Qué nos espera en los próximos meses? La situación internacional ya ha dado las coordenadas de precios y groseramente nos indican niveles entre 20% y 40% por debajo de los picos registrados. La gran baja se ha dado y ahora el dolor de internalizarla. Si tuviera que nombrar dos variables de incertidumbre citaría la situación de Brasil en el marco externo y las condiciones hídricas venideras en Uruguay. Brasil está ante una encrucijada económica y política de la cual conviene cruzar los dedos para que sea exitosa. Si Brasil no sale airoso del ajuste fiscal, si no corrige su déficit y balanza, si no sella el escándalo de corrupción de Petrobras, y si Dilma no logra restablecer confianza, estaremos en serios problemas.
Por otro lado, en Uruguay tenemos una seca instalada que ya ha impactado la agricultura y la ganadería, y que de continuar acentuaría un panorama más que adverso.
El sector absorbe la nueva realidad de precios más bajos y una producción aporreada. Pronto se reflejará en todos los comercios y cada rincón de la economía del interior del país. El agro facturará menos y será más difícil pagar inversiones o deudas en dólares. Por tanto habrá menos plata en la vuelta, menos dinamismo, más recaudos y más cautela en las decisiones empresariales.
En el ámbito oficial, se está procesando la situación sinóptica del país, con un discurso más moderado; ya no todo es luz verde. Alerta es un estado de mayor atención a ciertas cuestiones, un aviso para extremar las precauciones o incrementar la vigilancia. Estamos en alerta amarilla y con probabilidad de tornarse naranja. Desde las políticas públicas y también desde el sector privado, debemos actuar y con rapidez.
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