Es común que las vacas convivan con factores de estrés y con falta de bienestar. No obstante, es un grave error tomar esto como normal. Un especialista asienta su visión sobre el tema.
Los técnicos, cada vez más "especializados", creemos que el área en que nos desempeñamos es la más importante. Muchas veces eso nos lleva a simplificar, quitando de nuestros procesos de diagnóstico todo factor ajeno a lo que nos es familiar, conocido y "fácil". Pasa en medicina humana. Cierta vez hice una prueba interesante. Le manifesté a distintos especialistas que sentía un dolor "acá", señalando la parte inferior del esternón. Fue muy claro el resultado: el cardiólogo me indicó un electrocardiograma, una ecocardiografía y una ergometría de esfuerzo; el clínico me dijo que esperara, que la tos podía haberme traído alguna consecuencia muscular; el gastroenterólogo se preocupó por mi probable úlcera y un psicólogo me dijo que tenía que reducir el estrés. Cuento esto porque veo que algo parecido pasa en los tambos, en los que la alimentación de las vacas, la reproducción, la sanidad, la genética, la mastitis, la calidad del ordeño, etc. son factores de productividad que cambian su posición en el ranking de prioridades con una facilidad absoluta, aunque los dos primeros ítems de los nombrados más arriba tienen más chances que los demás de ocupar el podio de las preferencias. Sin embargo, en el mundo se afirma que las mayores pérdidas económicas son causadas por la mastitis y que los "factores de ubre" lideran las causas de rechazo. Ahora, en la tabla de posiciones, aparece el "bienestar animal" como un factor que todavía pelea por evitar el descenso. Hace casi cuatro décadas me enseñaron en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la UBA que "no hay enfermedades, hay enfermos", y cada vez estoy más convencido de esto. Hoy está absolutamente comprobado que las vacas que sufren un episodio de mastitis clínica antes de recibir el primer servicio posparto, se atrasan en su concepción. También se sabe que la acidosis subclínica perdurable impide tener en el rodeo un bajo conteo de células somáticas en leche de tanque. Que las vacas con retenciones placentarias demoran más en preñarse nuevamente que aquellas que no sufren el trastorno es sabido por veterinarios, tamberos e inseminadores. Y así se podrían seguir relacionando patologías infecciosas, metabólicas y hasta quirúrgicas. Pero lo que nos llama la atención a quienes estamos tratando de aprender sobre bienestar animal, es la estrecha relación entre éste y el resto de los factores que atentan contra la productividad (producción de leche, fertilidad, salud y longevidad). Confundir términos Siempre he afirmado que en necesario distinguir entre "lo común" y "lo normal", relacionando a lo primero con lo frecuente y lo segundo con lo "natural". Cuando algo que no es normal se difunde y se repite hasta el cansancio, se convierte en algo común, pero no en algo normal. ¿Es normal asesinar? Nunca lo será, no importa la frecuencia con que ocurra. El Diccionario de la Real Academia Española dice: Normal: Dicho de una cosa que se halla en su estado natural. Común: Ordinario, vulgar, frecuente y muy sabido. Según un muy pequeño gran libro llamado "Cow confort", editado hace más de una década por un importante laboratorio multinacional, "uno de los problemas más comunes al evaluar el grado de bienestar animal ocurre cuando lo anormal se considera normal como consecuencia de una alta casuística". ¿A qué se refiere? A lo común que es que las vacas convivan con factores de estrés, con falta de bienestar. Un ejemplo es el de las instalaciones de ordeño. La mayoría de los tambos con fosa de veinte o más años de antigüedad fueron diseñados en base a un plano llegado de Australia y difundido por los especialistas locales, pero el diseño de corral redondo con un pre-corral paralelo a la sala de ordeño es inapropiado para el bienestar de las vacas, impide el buen flujo de animales, incita a los operarios a azuzar a las vacas de distintas formas (más o menos inconvenientes), hace girar a las vacas sobre piso de cemento y únicamente un pequeño porcentaje de vacas encerradas se ubican mirando hacia la sala de ordeño, que es hacia donde deben dirigirse. Estos tambos son muy "comunes", pero en ellos no se respeta el comportamiento "natural" de las vacas, por lo que no deberían considerarse "normales". Hasta se considera "normal" que las vacas no quieran ingresar a la sala de ordeño y haya que echarlas mediante silbidos, gritos y muchas veces golpes. ¿Por qué, si lo verdaderamente normal -lo natural- es que las vacas disfruten el ordeño? Es común que las vacas no entren solas a ordeñarse, pero esto no debería considerarse normal. Algo hay más fuerte que el deseo de ordeñarse, como causas de miedo y/o dolor en la sala de ordeño, el recuerdo de éstas o simplemente la costumbre de esperar a ser echadas en lugar de aprender a entrar solas. Ya mucho más moderno es el diseño de la instalación de ordeño llamada "lado por lado", con las vacas ubicadas en los bretes de ordeño a prácticamente 90º de la fosa. En este tipo de bretes es muy raro encontrar un tambo en que el personal no recurra a gritos, golpes, "puntazos" y hasta trepadas al pasillo de las vacas para golpearles el lomo y torcerles las colas, y así lograr que se ubiquen en sus lugares de ordeño ¡Y los sistemas "lado por lado" se siguen construyendo! Beneficios evidentesEl buen manejo y bienestar de las vacas no sólo es posible sino que demuestra día a día sus beneficios en producción, fertilidad y salud. Hace pocos días recibí un mail con el siguiente texto: "Los que dicen que es imposible no deberían interrumpir a los que lo están haciendo". Huelgan las explicaciones. Por Mario H. Sirvén Médico veterinario. Asesor de tambos, extensionista de empresas proveedoras de insumos y de industrias lácteas, y coordinador de la Comisión de Bienestar Animal de APROCAL |
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