Sin embargo, cuando los recursos son escasos (y casi siempre lo son), la disyuntiva es siempre que priorizar, ¿el corto plazo, o el largo?. ¿obras mediáticas o más estructurales?, ¿calidad de vida inmediata, o mejorar la competitividad?
En el caso del ejemplo, sin duda la respuesta pasa por la primera opción, pero es la mejor alternativa para el país?.
Desde luego lo es para los políticos de turno que se ven sometidos a un ritmo de elecciones cada dos años y, por ende, toda posibilidad de cortar más cintas, o de lograr impacto en las zonas de mayor densidad de población, son siempre bienvenidas. Pero, que hubiera pasado si nuestros grandes próceres hubieran tenido la misma escala de valores, o urgencias?.
En primer lugar no se hubiera contado con los edificios públicos (incluidas las escuelas, u hospitales) que aún tiene el país y que fueron pensados para una Argentina un siglo más adelantada. Lo mismo ocurre con las grandes rutas, que recién ahora se están renovando, la Avenida General Paz que circunvala toda la Capital Federal desde una época en la que casi no había autos, o la 9 de Julio “la avenida más ancha del mundo”…
Se podría mencionar cientos de ejemplo, además de leyes con 50, 70 u 80 años de vigencia cuando en la actualidad, algunas de las más recientes no pudieron, siquiera, llegar a reglamentarse por ser inaplicables o ir, incluso, contra la propia Constitución.
Todo esto sirve para enmarcar la etapa que debería comenzar en el país dentro de muy pocas semanas, inmediatamente después de pasadas las elecciones legislativas momento en el cual, más que probablemente, el actual gobierno saldrá fortalecido con una rotunda legitimación por parte de los votantes.
Y esto, que marcaría una sensible diferencia con lo ocurrido en el 2015, debiera permitirle encarar el “plan”, y las acciones que entonces no se pudieron siquiera plantear por falta del respaldo político necesario y por la inexperiencia del propio grupo.
Hasta ahora se desconoce si ese va a ser el caso pero, sin duda, el Poder Ejecutivo deberá comenzar con acciones que, además de votos, generen lo que el país más necesita, o sea, “riqueza”, única forma con la que se podrá afrontar el endeudamiento creciente en el que entró el país.
Y ese planteo tiene tres pilares mínimos imprescindibles para alentar a los sectores productivos que son los que generan más riqueza, y las más que necesarias inversiones, tanto internas como externas.
En ese plan, el tema de infraestructura, sobre el cual ya se están haciendo algunas obras muy atrasadas, es prioritario, y no solo para que “la gente se traslade”, o tenga mejores accesos, sino especialmente para lograr mejorar y abaratar sensiblemente el transporte cuyo costo cae en cascada sobre todos los estratos sociales, y recorta sensiblemente la competitividad de las exportaciones locales.
¿Si no se exporta y se generan divisas, con que se podrían pagar las deudas (obviamente, sin caer en un endeudamiento exponencial)?.
Hoy, con 8-10 millones de hectáreas afectadas por excesos hídricos cabe como nunca la pregunta: ¿que hubiera pasado si el clima hubiera sido bueno y no se hubieran producido las pérdidas que hubo?.
En primer lugar el país no habría tenido que resignar miles de millones que empobrecieron no solo a los productores, sino también a muchísimas poblaciones que dependen de esta actividad económica, y al país en su conjunto.
Simultáneamente se hubieran atiborrado rutas, accesos, puertos, con costosas demoras, ya que el esquema no está preparado para trasladar y sacar solo por los puertos locales 100-120 millones de toneladas.
El otro tema prioritario es la ya vapuleada reforma tributaria que debería apuntar a mejorar la capacidad productiva y de reinversión de los sectores más eficientes que son, justamente, los que pueden aplicar mejor los recursos y multiplicarlos generando crecimiento y modernización.
Por supuesto que nadie quiere pagar impuestos (ni aquí, ni en la China), y tampoco es factible pensar en un fuerte recorte de los gravámenes actuales, debido al nivel de gastos que se deben afrontar. Por eso, más vale, habrá un desplazamiento de algunos sectores hacia otros, y supuestamente los beneficios deberían recaer ahora en los menos asistidos y más productivos.
Sin embargo, nadie explica hacia donde se va a apuntar, ni porque se elegirán determinadas políticas.
Finalmente, como mencionan los principales analistas, queda el gran desbalance interno que habrá que encarar si, efectivamente, se cumple con el compromiso de achicar el déficit público en U$S 13-15.000 millones en los próximos dos años.
En ese caso (que es lo que los gobiernos y entidades financieras del exterior están esperando), Argentina deberá afrontar no solo la generación de riqueza por ese monto, sino además para pagar las importaciones necesarias para semejante producción y que estiman en, al menos, otro tanto.
O sea, unos U$S 30.000 millones para salir del estancamiento y comenzar un camino genuino de crecimiento estable y estructural.
No parece un desafío menor
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