Hay un largo camino por recorrer para dejar de ser el “granero del mundo” y transformarse en el “supermercado del mundo”. Lo demostraron esta semana los productores porcinos enrolados en la Federación Agraria Argentina que protestaron frente al puente Rosario-Victoria por la suba de costos que enfrentan debido al encarecimiento del precio del maíz, al […]
Hay un largo camino por recorrer para dejar de ser el “granero del mundo” y transformarse en el “supermercado del mundo”. Lo demostraron esta semana los productores porcinos enrolados en la Federación Agraria Argentina que protestaron frente al puente Rosario-Victoria por la suba de costos que enfrentan debido al encarecimiento del precio del maíz, al aumento de las tarifas de energía y a la suba de importaciones de carne de cerdo.
No son los únicos que padecen el desfase entre las distorsiones que dejó el anterior gobierno y las correcciones que comenzó a hacer el actual. Tamberos, avicultores, citricultores y vitivinicultores, entre otros, también están afectados por lo que se heredó y por las primeras medidas que se adoptaron para evitar el descalabro. Por eso, muchos recomiendan tener cautela cuando se habla de un nuevo “boom” del campo. La agricultura picó en punta y la ganadería está en marcha, pero las economías regionales y la producción de alimentos tienen problemas que no se resuelven sólo con la baja de los derechos de exportación y la devaluación.
“El 47% del precio de la docena de huevos corresponde a impuestos municipales, provinciales y nacionales”, dice un industrial ovícola. Varias de estas cargas, además, son superpuestas en los diferentes niveles del estado. “Cada gobierno que se va crea un impuesto nuevo”, se lamenta el industrial.
El director ejecutivo de Maizar, Martín Fraguío, lo puso en otras palabras: “Venimos de décadas en las que los gobiernos no se ocupan de cuidar los bienes públicos”. Las consecuencias de esa desidia se sienten cuando hay un fenómeno extraordinario. “Si en vez tener caminos de tierra hubiéramos tenido asfalto o simplemente ripiados el precio del maíz no se hubiera disparado el mes pasado por las lluvias extraordinarias de abril”, dijo, a modo, de ejemplo.
La palabra que suena una y otra vez es competitividad. Y cada vez más son las voces que le piden al actual gobierno, si quiere alcanzar su meta de transformar al agro en el “supermercado del mundo”, que adopte políticas de estrategia por cadenas de valor. “Hoy esto no está al tope de la agenda”, dice Fraguío. Aunque reconocen que ahora hay diálogo, a diferencia de lo que sucedía hasta diciembre del año pasado, son muchos los que reclaman decisiones para el largo plazo.
El contexto mundial sigue siendo promisorio. “En 2030 el 59% de la población mundial pertenecerá a la clase media, eso significa que continuará creciendo la demanda de proteínas animales”, dijo Martín Piñeiro, ex presidente del IICA y asesor del director general de la FAO, en el seminario “Argentina Visión 2020/40” realizado anteayer en la Universidad Austral. “Hay cadenas de valor que todavía están débiles”, dijo el especialista, que recomendó prestarles atención a los acuerdos con la Unión Europea y China. “Son dos regiones importadoras de alimentos y el Mercosur es exportador neto”, recordó. Respecto del gigante asiático recomendó firmar un acuerdo más amplio, de protección de inversiones, ya que tiene como política importar commodities y no alimentos elaborados.
Conflicto desactivado
La compañía no aplicará la cláusula que le permitía cobrar las regalías en forma compulsiva si no habían sido pagadas en la semilla y el Gobierno no resignará la potestad de control del comercio de granos. Al mismo tiempo, anunció un aumento del presupuesto para el Instituto Nacional de Semillas (Inase) y el envío al Congreso, en agosto próximo, de un proyecto de ley de semillas que se sumará al presentado por el presidente de la Comisión de Agricultura de la Cámara baja, Gilberto Alegre.
De esa forma, se desactivó un conflicto que amenazaba con alterar la comercialización de soja de esta campaña y que estaba esmerilando al propio ministro de Agroindustria, Ricardo Buryaile
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