Las nuevas políticas son positivas para la ganadería pero no bastan para impulsar la producción. No necesariamente llevarán a un aumento del peso de faena. La cadena debe plantearse cómo promover las ventas externas, única manera de que la actividad despegue.
Los datos demuestran que a la ganadería le fue muy mal en los últimos años. Mientras la agricultura pasó de 20 a 100 millones de toneladas, en algo más de cuatro décadas, en carnes producimos cada vez menos y perdimos el liderazgo mundial que habíamos mantenido por más de un siglo. Ahora, tenemos menos stock, menos cabezas por habitante, menos frigoríficos, menos consumo y menos exportación. Entonces, no podemos seguir haciendo lo mismo que antes, porque las consignas con las que trabajamos nos llevaron al fracaso. Debemos ser capaces de reformular la actividad para que sea exitosa.
Tal vez lo más importante para la recuperación ganadera es comprender que si no hay exportación, no es bueno incitar a los ganaderos a producir más porque eso aumentaría la oferta interna y lógicamente la carne valdrá menos. Pero el negocio exportador aún no arranca. Ahí está el dilema.
Una sola ganadería
Con un gobierno mucho más abierto y proclive a facilitar las ventas externas, es el momento de volver a unir el consumo y la exportación y tener un solo tipo de novillo que se pueda aprovechar para ambos destinos.
Un sistema de producción de animales livianos y otro de pesados genera ineficiencias permanentemente. Si se terminaran con 420/450 kg, los productores tendrían un planteo afinado para ello. Además, hay registraciones y lugares de faena diferentes para consumo y exportación, como si hubiera dos ganaderías. Y esto no es bueno para el productor ni para el país.
Si bien las medidas tomadas por el nuevo Gobierno son positivas y los precios de la hacienda resultan interesantes, la exportación sigue sin funcionar sobre todo porque no hay novillos aptos para tal fin. El consumo interno va adelante y no se guardan animales para hacerlos un poco más pesados. Cada vez que el pesado sube dos pesos, el liviano sube tres y compite con el pesado, entonces la exportación está siempre tironeada por el consumo sin que pueda llegar a conformar un negocio.
Un ejemplo claro es lo que ocurre en elNorte del país donde se produce un consumo más pesado que en la región pampeana, porque el mercado tiene demanda para ese tipo de hacienda. Pero tampoco ahí hay una cuestión definida de qué es lo que conviene hacer. Todos los años el sistema cambia: los productores le agregan 20 kilos más y les bajan 5% el precio. Entonces, están desorientados, aún dentro de un panorama de buenos precios. Hay que hacer una lectura a diario de la demanda, con el agravante de tratarse de una actividad de largo ciclo productivo.
La única manera de salir de este círculo vicioso es dar una señal al productor para que haga un novillo de 420 kg, joven, con dientes de leche o dos dientes, por ejemplo, porque se lo pagarán bien y entonces él podrá armar un sistema que sea eficiente para ese producto.
Para hacer esta transformación hace falta inversión. Si en vez de vender liviano hay que llevar el animal a mayor kilaje es necesario financiar el período de recría y la alimentación para darle de comer a un bovino más grande.
La fortaleza de los precios internos permite trabajar con rentabilidades razonables, algo bueno para el invernador de campo, pero que no alcanza para reinvertir. Se ha afirmado bien la ganadería que ya existía aunque, por el momento, no hubo inversiones importantes, sobre todo en el Norte, a pesar de los cambios de reglas oficiales.
Esto ocurre por varias razones. Entre ellas, no se ve interés por la exportación, si lo hubiera, los capitales desembarcarían. Por ejemplo, no se han cerrado acuerdos importantes entre productores e industriales para la 481, y sin trabajo conjunto la cadena no avanza.
El huevo o la gallina
Para mejorar la ganadería, las dos claves son crecer y exportar. Y yo diría que primero exportar y en base a eso crecer, de modo de seguir sosteniendo cotizaciones de la hacienda que permitan obtener resultados adecuados para la empresa ganadera.
También es importante que el precio de los granos haya subido lo que subió. El valor anterior, ridículamente bajo, hizo que se usara maíz a mansalva y se abandonaron los modelos pastoriles; y que la cría siguiera sin despegar, con porcentajes de destetes que distan mucho de lo necesario.
Pero las nuevas cotizaciones de la hacienda y de los granos sólo movilizan un cambio en la forma de producir lo mismo que estábamos haciendo antes. Se usará más pasto, pero esto no necesariamente significa que aumentará el peso de faena, verdadero talón de Aquiles de la ganadería. En concreto, ninguna de esas dos variables, por sí solas, cambiará el tipo de producto ni el destino del producto.
En la Argentina no se ha tomado suficientemente en serio la promoción de la exportación. No se tiene en cuenta que si no hay exportación tampoco habrá un consumo interno sustentable. Es imprescindible fomentar la venta externa de un 15 a 20 % de la producción total para que exista el otro 80 a 85 % para la población, si no la carne será cada vez más escasa y más cara. Tampoco es bueno creer que no se puede exportar, ya que todos los países ganaderos, sin excepción, más allá de coyunturas dificultosas, lo hacen. Si sólo aumentáramos la cantidad de kilos por animal faenado, con el mismo stock, podríamos arrancar. Hay que sentarse y conversar cuáles son los objetivos de la exportación y salir decididamente a promoverlas.
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