Emilio Satorre, ingeniero agrónomo, asegura que el cereal es hoy una gran oportunidad por los valores que ofrece el mercado. Además, hizo hincapié en la importancia de la rotación de los lotes
La siembra de granos finos para la campaña 2016/2017 trae buenas noticias, en especial para el trigo, porque una buena parte de los productores decidió aumentar la superficie destinada al cultivo. Sin embargo, las condiciones ambientales en algunas regiones juegan en contra por la presencia de altos niveles de humedad en el suelo, como consecuencia de las lluvias caídas hasta fines de mayo que dificultaron el ingreso de las maquinarias a los lotes para terminar de levantar la cosecha anterior.
Esas condiciones ambientales contribuyeron a determinar un retraso en la fecha de siembra fina en la zona norte de Buenos Aires o en el sur de Santa Fe y parte de Córdoba, situación que puede producir mermas en los rendimientos, que en condiciones semejantes a las actuales representarían un 20%.
“No se puede terminar con la cosecha de los cultivos estivales y menos aún entrar con las máquinas para arrancar con la siembra de los granos finos en determinadas zonas. Esto tiene un impacto importante en algunos casos y en particular sobre la productividad del cultivo en sus resultados. También se corre el riesgo de que algunas áreas se abandonen”, explicó a Ámbito del Campo Emilio Satorre, ingeniero agrónomo, con orientación en Producción Agropecuaria y profesor titular interino a cargo de la Cátedra de Cerealicultura, en la Facultad de Agronomía de la UBA.
El profesional expuso las perspectivas del cultivo en una reciente presentación hecha en Mar del Plata, en el marco del Simposio para Cereales, organizado por la firma Syngenta. Esas mismas condiciones de exceso de humedad se dieron el año pasado en el centro y norte de las provincias de Buenos Aires, de Santa Fe y de Córdoba, por lo que hubo muchos ambientes en los que no se pudo implantar el trigo de acuerdo con las estimaciones esperadas. Sin embargo, en el sur de la provincia de Buenos Aires, hasta el momento de esta entrevista no se habían detectado atrasos en la fecha de siembra.
En cuanto a la variedad de trigo recomendada para utilizar en los actuales escenarios climáticos, Satorre recomendó los correspondientes a ciclos más productivos que son los intermedios largos, los que más rinden cuando son ubicados en su fecha de siembra correcta.
“Los productores deben tener presente que el cultivo debe implantarse en su fecha adecuada. Ellos planifican la siembra por lote, pero a veces ocurre que no siembran en una fecha apropiada, pero mantienen una variedad que no es la más adecuada; eso es un error. Lo importante es que sí se siembren los intermedios largos en sus fechas adecuadas. Después pasar a los intermedios cortos y despreocuparse de los esquemas de lotes porque hay mucho más para perder por la fecha de siembra que por el impacto que podría tener la calidad del ambiente”, recomendó Satorre.
Los productores pusieron de manifiesto las ganas de aumentar la superficie destinada a este cultivo por las condiciones favorables que hoy ofrece y porque los lotes necesitan la rotación. “El trigo no es sólo una gramínea; es un cultivo que necesita fertilización, repone nutrientes y combate malezas. En los lugares en que las malezas detectan la falta de este cultivo, encuentran el espacio necesario para regenerarse”.
Es importante recordar que el tratamiento de las malezas trae aparejado un aumento de los costos, por eso el productor reconoce que es un componente muy importante para el sistema y tiene toda la voluntad de incorporarlo.
Oportunidades
Hoy el trigo es una gran oportunidad para el productor por los valores que ofrece el mercado, y el resultado se construye sobre la base de la productividad y el precio. Los molinos pagaban al cierre de esta edición un promedio de $2.450, mientras que para esta misma época, el año pasado, ese valor se ubicaba en los $1.873.
Satorre, al referirse a la productividad, recordó que la Argentina es el país en el que más se trabajó en materia de investigación, por lo que hay más bases científicas y técnicas de mucho impacto, a través de las empresas proveedoras de insumos y del conocimiento que tienen los profesionales para manejar esas herramientas de manera adecuada.
Estas tecnologías disponibles incentivan a incorporar un cultivo en el que se sabe bien cómo obtener un resultado, pero “el desafío más importante es saber cómo disminuir la variabilidad o el riesgo que supone obtener esos niveles de productividad, que a veces implica inversiones relativamente altas en comparación con otros cultivos que requieren una visión técnico empresaria muy ajustada, pero que es absolutamente posible. Siempre existen factores que el productor no puede controlar y que determinan resultados desfavorables en varias de las regiones productivas”, sostuvo.
El achicamiento de la brecha de rendimiento en las zonas productivas centrales se podría generar por la suma de tecnología y el manejo que permitirían aportar sobre los resultados que hoy obtienen los productores, incrementos de hasta 1.400 kilos. “Un productor hoy tiene la oportunidad de incorporar tecnología conocida, achicar esa brecha y según la zona, los ambientes y los lotes. Esa mejora de los rendimientos podría ubicarse entre 23 y 40 puntos porcentuales con la incorporación tecnológica, comparado con el rendimiento promedio nacional que en la campaña anterior fue de 3.000 kilos”, aclaró. En el último cuarto de siglo la productividad del trigo fue creciendo a un ritmo de 31 kilos por año y por hectárea, bajo pero moderado, volumen que representa un crecimiento de la productividad de entre el 1,5% y el 1,8% anual.
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