Según un estudio del Ieral y la Bolsa de Cereales, el sector agroalimentario pesa más que la industria automotriz y la construcción, pero dejó de crecer
No habrá empresas exitosas en sociedades que fracasan, ni sectores prósperos en países que no progresan. El consultor Teo Zorraquín, formado en el movimiento Crea, volvió a reflotar esta semana en Córdoba la frase de Oscar Alvarado, el desaparecido fundador de El Tejar, visto por sus colegas como un visionario en el diseño y la gestión de la empresa agropecuaria moderna.
La cita durante el almuerzo de fin de año de la Bolsa de Cereales procuró resumir el contexto y, a la vez, marcar la siguiente idea fuerza: ser empresario implica asumir riesgos, pero sólo es posible apuntalar la decisión y llevarla al éxito colectivo si media una estrategia conjunta, como país y como empresas.
En un ambiente de precios internacionales al que Zorraquín describió como “hostil” pero a la espera de un futuro rebote, observó que, en el eje económico, la inflación y el atraso cambiario llevan a que el manejo financiero figure en primer orden, por impactar más sobre la rentabilidad que en los períodos de estabilidad.
Estas definiciones se conectaron con las que tuvieron los economistas responsables de un estudio que elaboró la Bolsa de Cereales local, en conjunto con el Ieral de la Fundación Mediterránea, para medir la contribución del agro y sus industrias en la economía provincial.
Esa medición arroja que las actividades agropecuarias y agroindustriales tienen aún mayor relevancia que las industrias automotriz y de la construcción, valoradas socialmente por la generación de valor y puestos de trabajo.
Uno de cada tres pesos del valor agregado cordobés provienen del complejo agro, que computa el 32,9 por ciento del Producto Bruto Geográfico (y el 70 por ciento de las exportaciones brutas) contra el 11,9 por ciento de la rama automotriz/autopartista, y el 16,3 por ciento de la actividad de la construcción.
No obstante –y aquí la conexión con Zorraquín– los economistas Juan Manuel Garzón y Gonzalo Agusto apuntaron que la producción agropecuaria dejó de crecer, está estancada, con lo cual el desafío hacia delante es recuperar el impulso inversor.
Una parte de esos deberes, advirtieron, corresponde a la esfera pública, con miras a recuperar la estabilidad macroeconómica, bajar los niveles de inflación y dinamizar el crédito y la inversión.
Observaron que la presión impositiva se encuentra en niveles récord y, paralelamente, será necesario desarmar todas las regulaciones “antiexportación” vigentes.
Mirando a los competidores mundiales, citaron que Australia acaba de sellar un acuerdo de comercio con baja de aranceles por parte de Japón.
Añadieron los déficit en materia de autovías y redes de gas. En suma, plantearon exigencias de una mayor coordinación con los estamentos públicos en una estrategia de volver a tener un sector próspero en un país que progresa.
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