En Bolivia se parlotea sobre soberanía alimentaria sin tocar temas de fondo. El verdadero impedimento de mayores cosechas estriba en las trabas que enfrenta la agropecuaria oriental por la incomprensión gubernamental acerca de la propiedad de la tierra y de la inevitabilidad del capitalismo y de la mecanización, factores ‘sine qua non’ para producir eficientemente más y en economías de escala.
Menciono dos escollos. Primero, la falacia de querer igualar el tratamiento de tierras de occidente y valles con oriente. Se requieren acciones diferenciadas, no puede haber uni-formidad. Luego viene la Función Económica y Social (FES) de la Ley INRA, medida populista para evitar ‘latifundios’, que ya cumplió su tiempo. La trienal inspección dependerá de criterios subjetivos o de instrucciones políticas. Por eso hubieron expropiaciones sin justificativos concretos; esos campos luego fueron loteados en unidades al estilo andino y se desperdició su potencial productivo.
Difícil acceso crediticio, cuotas para exportar, excesivo centralismo, pocos estímulos reales, en fin, son algunas otras limitantes que podrían superarse de un plumazo si las autoridades lo deciden. El resto es bla, bla y eso no lleva hacia ninguna parte. Toda nación que alimenta bien a su pueblo y dispone de excedentes para venderle al resto del planeta, es dueña de un valioso pedazo de poder internacional. Los estados que viven del alimento comprado o donado siempre serán limitados. De ahí la importancia -para quienes ostentan ventajas comparativas en el rubro- de apoyar al sector rural productivo. El no hacerlo implica dispararse un balazo en el ombligo y arriesgar la propia viabilidad futura.
El análisis preparado por Landicorp (www.landicorp.com.bo) Avancemos haciendo crecer la agroindustria boliviana brinda pautas interesantes acerca de la potencial expansión del agro y de la ganadería.
Menciono dos escollos. Primero, la falacia de querer igualar el tratamiento de tierras de occidente y valles con oriente. Se requieren acciones diferenciadas, no puede haber uni-formidad. Luego viene la Función Económica y Social (FES) de la Ley INRA, medida populista para evitar ‘latifundios’, que ya cumplió su tiempo. La trienal inspección dependerá de criterios subjetivos o de instrucciones políticas. Por eso hubieron expropiaciones sin justificativos concretos; esos campos luego fueron loteados en unidades al estilo andino y se desperdició su potencial productivo.
Difícil acceso crediticio, cuotas para exportar, excesivo centralismo, pocos estímulos reales, en fin, son algunas otras limitantes que podrían superarse de un plumazo si las autoridades lo deciden. El resto es bla, bla y eso no lleva hacia ninguna parte. Toda nación que alimenta bien a su pueblo y dispone de excedentes para venderle al resto del planeta, es dueña de un valioso pedazo de poder internacional. Los estados que viven del alimento comprado o donado siempre serán limitados. De ahí la importancia -para quienes ostentan ventajas comparativas en el rubro- de apoyar al sector rural productivo. El no hacerlo implica dispararse un balazo en el ombligo y arriesgar la propia viabilidad futura.
El análisis preparado por Landicorp (www.landicorp.com.bo) Avancemos haciendo crecer la agroindustria boliviana brinda pautas interesantes acerca de la potencial expansión del agro y de la ganadería.
Merece ser analizado. De partida, señala que el sector genera apenas 17% de las exportaciones y Bolivia produce -con sus esmirriadas 15 millones de toneladas- menos del 1% del total mundial, aunque el agro sigue creciendo. El problema: no crece bien, sí puede crecer más y mejor bajo condiciones adecuadas, tal como se explica en el trabajo y se complementa con las reflexiones de esta nota. La presentación de Hugo Landívar y colaboradores es de lectura obligatoria para productores y gobernantes dispuestos a mejorar las políticas agropecuarias.-
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