Instaló la única planta faenadora de ovinos en Aysén, que aunque espera la habilitación para exportar, ya ha procesado 12 mil cabezas para el mercado local. Ahora apuesta por instalar una procesadora de bovinos.
Patroncita, el riego en el potrero anda bien”, “jefa, vamos a traer las corderas”. Así la llaman constantemente los 70 empleados que Stephanie Bouckaert tiene en la Estancia ganadera Río Cisnes, de 158 mil hectáreas, la más extensa de la Región de Aysén y de Chile.
En una zona donde predomina el machismo, esta menuda mujer de origen belga, pero nacida en Estados Unidos, donde creció, cría ovejas y algunos vacunos, en una estepa apta para producir “el mejor cordero del mundo”, dice orgullosa.
Stephanie, de 38 años, dirige la producción de 45 mil ovejas y tres mil vacunos, siguiendo los sueños de su abuelo, Roger DeClerck, quien en 1980 compró esta tierra para la crianza de ovinos.
A fines de 2004 Stephanie se fue a trabajar en Aysén.
“Toda la familia venía cada Navidad. Yo sentía un vínculo muy fuerte con esta tierra”, comenta.
Trabajó dos meses lavando platos y haciendo aseo en el lodge “Casa Verde”, que está dentro de la estancia. Conoció a un pescador chileno y en 2005 se fue a vivir a Santiago “por amor”, afirma riendo.
Nacieron sus dos hijos, se separó y en 2009 se trasladó con ellos a la Región de Aysén para administrar y dirigir las faenas de la estancia Río Cisnes.
Al poco tiempo, decidió emprender un nuevo desafío: construir una planta faenadora de ovinos, para exportar carne de cordero a Europa, EE.UU. y China, y así apoyar el desarrollo ganadero de Aysén.
“Nuestra familia tiene una historia de emprendimientos que se remonta a mediados del siglo pasado, cuando mi abuelo Roger DeClerck inició, desde una base de trabajo y esfuerzo, negocios en Europa”, comenta caminando por los corrales de la estancia, ubicada a 250 kilómetros al noreste de Coyhaique, cerca del pueblo La Tapera, y que limita al norte y este con Argentina.
Cada dos semanas Stephanie viaja a Coyhaique para abastecerse de alimentos. En la estancia hay una pulpería -almacén- donde se vende la carne y otros productos de primera necesidad.
“Soy muy feliz. Este es el mejor lugar del mundo para vivir”, señala.
El resto de los ganaderos de la región la respeta y reconocen en su familia un aporte al desarrollo de la zona. Aun así, al principio, su idea de construir la planta frigorífica fue mirada con cautela. Sin embargo, cuando la faenadora “Cisne Austral” estuvo en funcionamiento, se dieron cuenta de que era de verdad. El objetivo de Stephanie Bouckaert es llegar a faenar 50 mil corderos de la estancia Río Cisnes y de todos los productores de la región. Por ello está en trámite de habilitación de sus instalaciones.
“Es fundamental que nuestra presencia en un territorio genere encadenamientos e involucramiento, que permita un desarrollo conjunto a la sociedad que nos rodea, siempre preservando la esencia de la cultura y, de cierta forma, adaptándonos a ella. Es precisamente eso lo que estamos haciendo en Aysén”, asegura Stephanie.
La faenadora -cuyas propietarias son ella y su madre- tuvo una inversión de $10 mil millones y está en un predio industrial cercano a Coyhaique. Tiene una dotación de 27 trabajadores contratados, los que aumentan a 55 en temporada de faena.
Pero no todo resultó fácil. Cuando la faenadora estuvo terminada, el agua les atrasó la puesta en marcha. Esto porque si bien en las asesorías daban factibilidad de obtención de agua mediante un pozo profundo, esta no fue suficiente. Entonces debieron solicitar derechos de agua para acceder a ella a través del río, lo que provocó un gran ruido público. Pero, finalmente, a fines del año 2014, la faenadora Cisne Austral adquirió los derechos de agua para asegurar el volumen necesario que generará la puesta en marcha del proyecto de línea de faena bovina.
La planta, diseñada para faenar para el mercado nacional y la exportación, incluso considera la habilitación para mercados Kosher y Halal, ya cuenta con las autorizaciones para exportar a mercados internacionales, con excepción de Europa y China, que están tramitándose. Con una capacidad de 70 ovinos hora, desde su inauguración -en julio del 2014- ya han faenado más de 12 mil ovinos para Chile.
Hace unos días recibió en la planta al ministro de Agricultura, Carlos Furche, y a trece embajadores de la Unión Europea. En la oportunidad, cuenta Stephanie, la autoridad, junto a la intendenta Ximena Órdenes, comprometió todo el apoyo para lograr la habilitación de la planta.
Contar con estas autorizaciones significará que la Región de Aysén podría faenar su propia carne y no venderla a empresas instaladas en otras regiones del país, como ocurre actualmente.
Más desafíos
Como en Aysén tampoco existe una faenadora de carne bovina, Stephanie y su madre, que vive en EE.UU., decidieron diversificar sus inversiones y anexar una planta procesadora de vacunos.
“No será fácil, pero se puede lograr”, afirma.
Ya hicieron un anteproyecto y estudio de factibilidad. Ahora desarrollarán las especialidades de ingeniería, para luego definir la construcción de la planta. En Aysén, según el último censo agropecuario, hay 193.802 cabezas de vacunos y 304.938 ovinos, los cuales deben ser llevados por camión o barco a otras ciudades para ser faenados.
“Estamos cumpliendo un sueño que mi abuelo tuvo al llegar a esta región, que es generar un motor de desarrollo basado en la tradición ganadera de la gente, algo que muchas veces vemos que se pierde, pues nuevas inversiones en el territorio van en otra línea, lo que no criticamos, pero definitivamente no compartimos”, afirma Stephanie.
La ganadarera valora el conocimiento y compromiso de sus trabajadores. “Sin ellos no sería capaz de hacer nada”, dice. “La mayoría de ellos son profesionales y técnicos nacidos y formados en esta región y de ellos estoy aprendiendo cómo desenvolverme en esta sociedad, la cual es rica en cordialidad, pero funciona de una forma muy distinta a la europea y norteamericana, de donde provengo”, recalca.
Insiste en que “los mejores chilenos que conozco trabajan conmigo y lo que más me gusta de ellos es lo genuinos que son, su dedicación a su trabajo, el cual hacen con una actitud positiva y un buen sentido de humor”.
Lo anterior no significa que no tenga una mirada crítica: “De los chilenos me choca a veces la falta de respeto por el otro y el cómo algunos demuestran sus bienes. Y también me choca la visión cortoplacista”, afirma.
Cuenta que lo que más risa causa entre sus trabajadores es su falta de entendimiento del doble sentido que usan con frecuencia. “Echan tallas y yo me río y me río, pero no entiendo nada y ellos se dan cuenta”. Y ella les enseña cada día que en el trabajo hay que hacer las cosas bien la primera vez, “y eso se logra siendo apasionado por lo que hace uno, con ganas de siempre ir mejorando, así se llega a la “perfección”.
Sobre sus días en la estancia dice que no hay ninguno igual a otro. “Aquí la rutina no existe. La única cosa que hago todos los días es despertar a mis niños cantando y luego acompañarlos caminando a la escuela, después hago unas pocas cosas administrativas y luego salgo a terreno a cooperar con una faena en corrales, a ver el ganado en los campos, a medir un cerco y, así, algo diferente todos los días”.
Respecto del negocio de la carne ovina, Stephanie Bouckaert es clara:
“La carne de cordero es una opción muy sana con un sabor excepcional, especialmente cuando está producida en forma natural, con una dieta basada en coirón y praderas, como es el caso de la producción de Aysén. Y para nosotros, tanto estancia Río Cisnes como faenadora Cisne Austral, son muy importantes el bienestar del animal durante su vida completa y una buena calidad de vida para todas las personas involucradas en la producción del ganado y del producto cárnico que llega a la mesa del consumidor final”.
Recalca que en la región encontró su lugar en el mundo. “Aquí es donde me siento realmente en casa, es por ello que proyecto mi vida aquí, en la Patagonia, en el campo, con su gente y su cultura, y trabajo muy duro a diario para lograr generar mejores opciones de trabajo y desarrollo. Espero que este legado quede en mis hijos, quienes, siento, ya son parte de esta tierra”, concluye Stephanie Bouckaert.
Una tremenda oportunidad para la región
Erwin Doering, director de la Organización de Ganaderos de Aysén, respecto de la faenadora de vacunos, asegura que es “lo mejor que puede suceder. Debemos apoyarlos. La región no da para dos plantas faenadoras, como quieren algunos”.
Similar piensa el ganadero José Rodríguez Didier. “Lo veo como una tremenda oportunidad para la región. Falta apoyo del gobierno. Ahora se habla de que el Estado aportaría 4 mil millones de pesos para construir una nueva planta. ¿Para qué? Si un privado está dispuesto a hacerla sin pedir plata a nadie”.
En tanto, el ganadero Juan Medina y el consejero regional Eligio Montecinos aplauden la decisión del Consejo Regional de aprobar $175 millones para hacer un estudio de diseño. “Estamos con un sistema añejo transportando animales. Si el Estado lo apoya, el matadero podría ser manejado por el municipio”, afirma Medina.
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