Arados de madera arrastrados por bueyes, incubadoras para pollitos de madera calentada a kerosene, chapa barreras para matar langostas y otras curiosidades que narran la vida de los primeros inmigrantes del campo argentino en un particular museo agrícola.
Hay pueblos rurales que además de ofrecer insumos al productor, tales como combustible, servicios o maquinarias, brindan otra conexión con la vida de campo: su historia. ¿Cómo? A través de aquellas máquinas y herramientas que usaban para trabajar la tierra quienes llegaron con las primeras corrientes inmigratorias, reunidas en lo que se denominan museos agrícolas: un viaje a la forma en que nuestros antepasados trabajaban la tierra.
En Flor de Oro, un pequeño pueblo de trescientos habitantes ubicado en el departamento General Obligado, al norte la provincia de Santa Fe, hay un museo muy particular, que invita a retrotraer el tiempo y reencontrarse con la historia del pueblo de nuestros abuelos y bisabuelos.
Humberto Mascheroni, más conocido como “Tatacho”, siempre tuvo afinidad por coleccionar cosas antiguas de campo: “Lo empecé a hacer como hobby hace más de treinta años juntando herramientas”, explica el fundador del Museo Agrícola de Flor de Oro, cada vez más conocido en la región y que actualmente tiene más de 1500 antigüedades que datan del 1900 al 1930 aproximadamente.
“En el año 2013 una señora de la zona y un empleado del área turística de Avellaneda (localidad cercana) me animaron a que arme un museo con todo lo que tenía inventariado, de cada una de las cosas que coleccionaba”, explica Tatacho.
A cielo abierto las herramientas de hierro
La visita empieza en un predio a cielo abierto donde se encuentran “las herramientas que pueden estar a la intemperie, que eran tiradas por bueyes o caballos como arados, cortadoras de alfalfa y tractores”, explica quien exhibe tractores a gasoil que ya no se fabrican más, entre los que se destaca un John Deere de 1952.
Continuando por el parque uno puede toparse con trilladoras del año 1918 y 1920 norteamericanas (marca Champion y McCormick), inglesas y canadienses de madera y fierro. “Cada tanto hacemos una muestra donde las enganchamos al viejo tractor y las hacemos marchar”, cuenta el coleccionista, quien también exhibe cortadoras de alfalfas en un museo donde cada pieza tiene una etiqueta con el nombre de la máquina, el año y los nombres de quienes la usaron, ya que muchas herramientas “son de la zona y lo más rico es conocer la historia”, dice Mascheroni.
Maní con cucharitas
La zona norte santafesina es conocida por la producción algodonera y manicera. ¿Cómo se sembraba el maní por ejemplo? “Con este cajón de madera con una correa alrededor a la que se le salen ´como cucharitas´ para ponerlo en la tierra”, exhibe Tatacho, quien explica que se aplicaba esta caja artesanal a la sembradora de maíz para que funcione.
El museo también tiene máquinas para recolectar maíz y “un guinche de madera con ruedas de madera para hacer “parvas de lino”.
Propulsión a bueyes
A su vez, en el Museo de Flor de Oro se pueden ver yugos que eran para “usar con bueyes, más típicos que los caballos en estas zonas que en el sur de Santa Fe, donde se araba con caballos con pecheras”, cuenta Tatacho.
Cangallas de madera
Otra curiosidad del museo es la variedad de cangallas, las maderas que iban arriba de los bueyes donde se enganchaba el arado o el carro. Según Tatacho el yugo con la cangalla es típico de los italianos, oriundos del norte santafesino, “distintos a los de Misiones o Brasil ocupados por inmigración rusa donde eran de otra madera”.
Motoniveladoras a caballo
También se observan niveladoras de camino antiguas, “como las motoniveladoras nuevas pero tiradas con caballos”, explica el administrador del museo que es con entrada gratuita y abre los domingos toda la tarde.
Volantas, diligencias y un paseo en sulky
Otro sector de este museo está emplazado en un galpón del ferrocarril de chapa (ya que Flor de Oro fue fundada en 1913 con el paso del Ferrocarril) que tiene distintos y pintorescos carros, volantas y medios de transporte viejos. “No sabemos exactamente pero estos se usaron desde el 1900 hasta el 1957”, explica Humberto, quien al final de la visita ofrece un paseo en un antiguo sulky negro y rojo por la chacra y una merienda con mermelada y pan de campo que cocina su señora.
Contra la langosta, la chapa barrera
Un objeto que llama la atención es una especie de chapa con agujeros.
-¿Qué es esto Tatacho?-
– Es una chapa barrera para combatir las langostas, responde sobre este artefacto que se ponía en los lugares donde desovaba la langosta para que “apenas empezara a saltar sin aún volar, poder cercarlas y matarlas pasándose un lanzallamas”, cuenta Mascheroni sobre este método de combatir la plaga de langostas antes de que en 1952 Perón lanzara “el Plan de Fumigación Nacional con helicópteros”.
Y así, entre desgranadoras de maíz para darle de comer a los pollitos que “tenía toda casa de familia”, incubadoras para pollitos de madera calentada a kerosene para “darle temperatura”, enfriadores de tarros de leche con agua y viejos carros para “fletearla”, uno se pierde en este pintoresco y artesanal museo donde su dueño explica con amor la historia de cada objeto, que se complementa con los relatos de los visitantes más mayores quienes nostálgicos empiezan a recordar cómo usaban cada uno de estos artefactos cotidianos en el campo. “Son los que más disfrutan la visita”, finaliza Tatacho.-
Fuente: Agrofy.-
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