A partir de 1996 empresas azucareras reinician su recuperación cuando se les permite convertirse en sociedades anónimas. La producción anual alcanzaría actualmente 1.200.000 toneladas y existe un potencial aún por desarrollar con empresas ya encaminadas y otras en líos judiciales.
No solo a nivel político la Reforma Agraria implementada en la década de los 70 marcó un antes y un después; también a nivel productivo hubo grandes cambios en los rendimientos de las distintas haciendas a lo largo del país. Es el caso de las azucareras, que hasta los años 1973 y 1974 llegaron a un pico de producción de caña de azúcar de 170 toneladas por hectárea (ha), con un promedio de edad de cosecha de 17 meses. Sin embargo, para fines de ese decenio, los índices fueron bajando dramáticamente por los problemas económico-financieros que ahogaban a las empresas y se llegó, en 1993, a un nivel de rendimiento ínfimo comparable al de 1930.
Salomón Helfgott, profesor principal de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM) y Doctor por la Universidad de California, Davis, explica que esta situación empieza a cambiar en 1996, cuando se da un Decreto Ley que permite a las azucareras transformarse en sociedades anónimas, vender acciones y aceptar el ingreso de capital fresco. “Esto permitió que empresas o personas interesadas en invertir en caña de azúcar trajeran capital fresco para reflotar estas empresas. Casi todas fueron reflotadas y los resultados fueron excelentes, excepto en el caso de tres empresas que están ubicadas en Lambayeque que son Pomalca, Tumán y Pucalá, que siguen funcionando como sociedades anónimas, pero sin un socio que pueda decirse dueño de la empresa, son simplemente administraciones judiciales”, refiere.
Una nueva etapa
En esta nueva era de la caña de azúcar, los rendimientos se han recuperado, hay nuevas variedades y se han introducido nuevos sistemas como el riego por goteo. De acuerdo a Helfgott, actualmente el rendimiento se encuentra en 10 toneladas por ha al mes, lo que hace 120 toneladas por ha al año, un volumen similar a los que se tenían antes de la Reforma Agraria y que eran los normales en la industria nacional. Sin embargo, el especialista considera que con las mejoras tecnológicas que existen hoy estos índices pueden mejorar y alcanzar hasta las 15 toneladas por ha al mes, lo que representaría 180 toneladas al año, un récord mundial que muy pocas zonas cañeras en el mundo podrían igualar. El potencial está.
En cuanto a la extensión de estos cultivos, estima que hoy deben existir en el país un total de 130.000 hectáreas, distribuidas entre grandes empresas que cuentan con su propio ingenio (unas 100.000 a 110.00 ha) y pequeños agricultores que envían su producción a las grandes empresas (20.000 a 30.000 ha).
Otra vertiente productiva para la caña de azúcar en los años recientes es la de los biocombustibles, pues si bien el total de la producción nacional –que se estima en 1.200.000 toneladas al año- se destina al consumo interno a través del azúcar rubia y blanca (aunque siempre queda un margen no satisfecho que hace necesario importar), existe demanda creciente de países como Estados Unidos y Japón por el etanol anhidro –que en nuestro país se mezcla en un 7.8% con la gasolina-, que se produce a partir de la caña de azúcar. Esto es otra beta de negocio para los industriales del sector, lo que se suma al incremento inercial de la demanda para consumo humano por crecimiento demográfico.
No extraña por ello que además de La Libertad y Lambayeque, que son las zonas clásicas de siembra de la caña de azúcar, el cultivo se haya expandido e implementado en Piura, donde se le trabaja desde hace unos años con excelentes resultados. “El mayor hectareaje lo tiene La Libertad, porque ahí están Casagrande, Cartavio y Laredo que juntas tienen 40.000 hectáreas. Lambayeque tiene un área similar, pero por problemas económico-financieros no tiene tanta producción como debería”, apunta Helfgott.
Justamente por este nivel de desarrollo en este momento ya no quedan muchas áreas nuevas a implementar (existen cultivos de caña en la selva, pero son pequeños y destinados a la producción de alcohol, aguardiente, melaza, etc., sin mucho futuro comercial porque las condiciones climáticas de esa zona fomentan la aparición de enfermedades que dañan al cultivo), pero empresas como el Grupo Gloria, a través de Coazúcar –que maneja Casagrande, Cartavio, San Jacinto y tierras en Piura y Olmos- cuenta con 60.000 ha de caña. “Solo en Agrolmos tienen 10.000 ha para producir azúcar, porque la población se va a incrementar y se necesitarán más”.
Finalmente, Helfgott apunta que eventos como el cambio climático pueden afectar negativamente la industria pues el incremento del calor puede acelerar la maduración de los cultivos y juntar demasiada cosecha que no podrá ser procesada por las moliendas.
“Otro problema es la lluvia, porque si ésta aparece en el segundo o tercer mes, reinicia la maduración y le baja la calidad a la caña de azúcar”, añade.
Dato
El Dr. Salomón Helfgott presentará el próximo 26 de abril en el Colegio de Ingenieros de Trujillo una edición actualizada del libro El cultivo de la caña de azúcar en la costa peruana (Fondo Editorial de la UNALM), del cual es autor principal. Esta segunda edición llega 20 años después de la primera y presenta datos actualizados de las nuevas variedades, tecnologías y manejos diversos del cultivo, así como una revisión de la recuperación de las empresas azucareras desde 1996 y la situación de las que aún no lo han logrado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.