Para la especialista Lydia Arbayza, llama la atención que Perú, siendo un país históricamente afectado por los eventos climáticos, no cuente con una política de prevención y mitigación de desastres. Considera que Estado, empresa y Sociedad deben trabajar juntos para evitar a futuro cometer los mismos errores.
Las cifras que se van conociendo por los efectos del “Niño Costero” son cada vez más vertiginosas. Según Conveagro, las pérdidas totales ocasionadas por este fenómeno en agricultura y ganadería alcanzarían nada menos que los S/ 2.100 millones. Esto significa una destrucción del 30% de los cultivos del país, o su equivalente en 90.000 hectáreas.
Desde el Gobierno Central, a través del Ministerio de Agricultura y Riego, se están desarrollando diversos programas para aplacar los efectos sociales de esta coyuntura, pero es necesario pensar también en el largo plazo. ¿Se pudo evitar toda esta destrucción? ¿En qué fallaron los gobiernos locales y el central?
Lydia Arbaiza, PhD en Economía por la Universidad WHU-Koblenz, Alemania y con amplia experiencia en gerencias administrativas ligadas al sector construcción, considera que, tal como definió el Banco Mundial, los mal llamados “desastres naturales” son en realidad un problema de falta de planificación, lo que tiene consecuencias considerables en vidas y en costos materiales.
La especialista señala que, como señalan investigaciones bien documentadas, el fenómeno de El Niño ha motivado cambios climáticos en Perú desde tiempos inmemorables, tanto así que en la época incaica se ofrecían sacrificios y ofrendas para “aplacar la ira de los Dioses”.
“Lo que sigue causando este fenómeno es un incremento de temperatura, lo que a su vez genera que llueva en zonas incluso desérticas y que, donde la lluvia es normalmente abundante, esta se incremente o desaparezca. Las consecuencias (como lo seguimos viendo en la actualidad) son inundaciones, pérdidas de cosechas, proliferación de enfermedades y pérdidas económicas”, sostiene.
Ante esta realidad, considera que la estrategia por parte del gobierno central y los gobiernos locales debe ser la planificar y coordinar, pues pareciera que los sectores no toman en cuenta todas las variables involucradas en los riesgos. “Una estrategia de desarrollo sostenible para el país implica que se cuente con funcionarios que manejen el entorno de manera planeada y con una asesoría de expertos en la materia”.
Para Arbaiza, llama la atención que un país como Perú, con tanta exposición a lo largo de la historia a amenazas naturales, no cuente con un eficiente ordenamiento territorial ni estudios que impidan la ocupación urbana de terrenos donde es evidente que no deberían localizarse viviendas. Agrega que entre los arquitectos y urbanistas existe el término “hazardous landscapes” para indicadar los espacios que deben ser destinos a uso recreativo o conservación de la naturaleza por no ser aptos para la construcción.
Sin duda, lo ocurrido también representa una oportunidad para comenzar de nuevo, y en esa línea, la estrategia país -sugiere la vocera- debe partir de un análisis sobre las condiciones específicas de cada ciudad, pero no cometer los mismos errores cuando vuelva a presentarse un Fenómeno de El Niño o un Niño Costero.
“Reconstruir cada ciudad, capacitar a los pobladores y explicarles los riesgos de las zonas peligrosas, coordinar con los diferentes actores que están involucrados en la solución de los problemas: transporte, construcción, alimentación, salud, educación, entre muchos otros, son algunas de las actividades necesarias para desarrollar una cultura de previsión en toda la población”, reflexiona Arbaiza.
Estado, empresa y sociedad
De acuerdo a la especialista, la sostenibilidad de la estrategia que realice el país debe tomar como elementos fundamentales la integración de los grandes actores que son Estado, empresa y sociedad, como también la integración de las variables económicas, sociales y ambientales.
“Además, como una reflexión luego de un desastre, debemos acostumbrarnos a trabajar la emergencia con un enfoque de previsión, educación y conocimiento de zonas donde las comunidades no estén tan expuestas ni vulnerables a dimensiones naturales o ambientales, sociales y económicas”, apunta.
Así, el objetivo central debe ser enfocarse a la reducción de riesgos futuros. Según un documento de trabajo denominado “Metodología para incorporar Cambio Climático y Gestión del Riesgo de Desastres en procesos de Ordenamiento Territorial”, de la GIZ, existen tanto riesgos controlables como mitigables e incontrolables.
Con ese marco se debe pensar en una clasificación de riesgos o cálculo de pérdidas a causa del Niño Costero, que incluya todas las pérdidas en vidas humanas, viviendas y económicas.
“Esta información será pertinente para una toma de decisiones adecuadas con miras a un mejor futuro”, concluye Arbaiza.
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