Santa Cruz es la ínsula de los Kirchner. Gobiernan allí desde 1991, es decir, más de un cuarto de siglo. Y desde 2003 hasta 2015 contaron con el respaldo y financiamiento del Estado nacional. Para bien, para mal o para lo que quieran, Santa Cruz está modelada por los Kirchner y de lo que allí ocurre ellos son los exclusivos responsables, entre otras cosas porque si de algo dispusieron, hasta con exceso, fue de poder.
Así me lo dijo Él en una entrevista exclusiva en 2002, cuando con suerte y viento a favor aspiraba a ser presidente recién para 2007, porque aún no se sabía que Reutemann renunciaría a la oferta de Duhalde y a De la Sota parecía que ni la madre quería votarlo. Es más, en esa entrevista, Kirchner me invitó a visitar Santa Cruz para que observara con mis propios ojos las maravillas de esa provincia.
La invitación fue un recurso retórico que él no estaba dispuesto a sostener ni yo a aceptar. Pero atendiendo a los posteriores acontecimientos, me hubiera gustado ir. No de su mano, sino por cuenta propia. Ir para conversar no sólo con funcionarios, sino con periodistas y vecinos, tarea no muy extenuante en una provincia que no tiene más de 300.000 habitantes.
Si a esta visita la hubiera hecho, seguramente me habría enterado de que el huevo de la serpiente ya se estaba incubando, como muy bien lo advirtiera un conocido periodista de Santa Cruz, cuando nos informó a todos los argentinos acerca de la “naturaleza” autoritaria y corrupta de Él y de Ella. Incluso, cuando muchos parecían deslumbrados por el perfil “progresista” de la pareja, se permitió ironizar acerca de un gobernante que en el orden nacional se presentaba como Fidel Castro, mientras en Santa Cruz gobernaba como Batista.
También en Santa Cruz se sabía acerca de las relaciones carnales de los Kirchner con los militares, de su rechazo a cualquier iniciativa que pretendiera condenar el terrorismo de Estado y de sus inicios en la política democrática en 1983 apoyando la candidatura de Isabel Martínez. Respecto de la modesta fortuna obtenida por los Kirchner hasta ese momento, era vox populi que la habían ganado gracias a los “beneficios” de una ley aprobada en los tiempos de Martínez de Hoz, una ley que exigía para su aplicación, claro está, de abogados dispuestos a dejar gente en la calle, tarea para la cual los Kirchner no sólo se prestaron alegremente, sino que además se enorgullecían por haber realizado tan dulce faena.
O sea que para 2003 todo lo que se debía saber se sabía. Cuando hoy la provincia es noticia nacional por los sueldos que no se pagan, los aumentos que no se reconocen, los hospitales que no atienden y los números que no cierran, bien podría sintetizarse el refrán español que advierte acerca “de aquellos polvos estos lodos”.
Lo asombroso, lo patético o lo divertido de todo esto es que son los Kirchner los que ahora dicen que ellos no gobiernan la provincia desde por lo menos 2003. Creer o no creer. Los culpables de lo que sucede en Santa Cruz son Macri y Magnetto. La senadora nacional, cuñada de Máximo Kirchner, diputado nacional él mismo, asegura que los K no tienen nada que ver en la provincia gobernada por una señora que se llama -oh casualidad- Alicia Kirchner. No sólo no tiene nada que ver sino que, atendiendo a las declaraciones de la gobernadora, la pobre señora tampoco cobra los sueldos -seguramente que cuando fue ministra de la dictadura militar los cobraba al día- de lo que se deduce que estamos ante una víctima cuyas necesidades insatisfechas podrían llegar a motivar en las almas piadosas la organización de una colecta popular o nacional y popular.
Si Santa Cruz es la ínsula kirchnerista, la provincia que ellos mismos en 2002 presentaban como modelo, como el anticipo de los beneficios que nos aguardaban a los argentinos si ellos llegaban a la presidencia de la Nación, no creo forzar demasiado la realidad si postulo que Santa Cruz sigue siendo el espejo donde los argentinos debemos mirarnos. Y que lo que hoy ocurre es de alguna manera lo que nos esperaba si, por ejemplo, Scioli hubiera ganado las elecciones.
Vemos algunos números. Entre 2003 y 2015 el gasto público subió del 23 al 42 por ciento del PBI, y en ese mismo período el empleo creció el 54 por ciento, motivo por el cual en una provincia donde la Caja de Jubilaciones no pasó al Anses, el 48 por ciento de la población vive de los sueldos del Estado.
Repasemos: gasto público excedido, nombramiento discrecional de empleados públicos fiel al estilo de concebir al Estado como un aguantadero y una reserva estratégica de barras bravas e incondicionales y déficit fiscal inmanejable. Con estas líneas, ya estamos trazando los rasgos fuertes de la clásica gestión kirchnerista.
La traducción del paraíso populista en estos pagos bien puede llamarse capitalismo de amigos, de compañeros o parientes. De parientes, sobre todo. Veamos. En Santa Cruz, los recursos llamados estratégicos son el turismo, el petróleo y la obra pública. Repasemos: la base material del turismo son los hoteles cuyos propietarios más destacados son los Kirchner. ¿Gas y petróleo? Las tareas de exploración fueron otorgadas a Lázaro Báez y Cristóbal López mediante el sencillo recurso de exigir que los únicos inversores admitidos fueran los que certifiquen domicilio en la provincia. ¿Obra pública? Santa Cruz fue la privilegiada durante los doce años de los Kirchner. Y de esa obra pública el noventa por ciento le fue otorgado a Lázaro Báez. Por último, una pregunta que espero que nadie considere indiscreta: ¿qué se “hicieron” los 600 millones de dólares de las regalías? Nadie lo sabe, pero todos lo sospechamos.
La “cadena de felicidad” populista se cortó cuando perdieron las elecciones en 2015 y se cortó la plata que llovía del Estado nacional. Sin recursos internos, sin recursos naturales -o con los precios devaluados- sin financiamiento nacional, esa versión patagónica de la patria libre, justa y soberana naufraga. Inevitablemente naufraga. Los hechos son porfiados e impiadosos. Sin esos requisitos no se puede repartir, no se puede coimear y no se puede robar. Por lo menos no se puede robar como antes.
Para colmo, las habituales excusas se reducen. Cuando sus errores y sus vicios lo acorralan, el populismo siempre apuesta a que un golpe de Estado, una intervención federal, les permite victimizarse y arrojar todas las culpas a los tradicionales enemigos del pueblo: el imperialismo, la oligarquía, los gorilas, la antipatria o el gaucho Hormiga Negra. Lo mismo da.
Esta vez intentan hacer lo mismo, pero los márgenes de credibilidad son cada vez más reducidos. Acusan que a la provincia Macri la está ahogando, pero la imputación se cae cuando adquiere estado público que en 2017 Santa Cruz fue la que recibió más anticipos. El balance en ese sentido es demoledor: Santa Cruz ocupa el primer puesto en el ranking de reparto de fondos nacionales por habitante y, al mismo tiempo, está cómoda en el ultimo puesto de transparencia fiscal. Lo que se dice una joyita. Una joyita del populismo criollo vigente en una devastada provincia patagónica.
Tan interesantes como las excusas, justificativos y truchadas de Alicia y Cristina, son los silencios. El silencio, por ejemplo, de Baradel. El silencio de Yasky y los dirigentes de Ctera, siempre decididos a huelgas solidarias generales, mientras que en Santa Cruz a los maestros no sólo no les pagan sino que además cuando protestan les disparan con balas de gomas. Pero claro, como en Venezuela, eso no es represión salvaje, sino justicia popular.
La ínsula de Santa Cruz. No sé cómo concluirá este culebrón político. Lo que sé es que lo sucedido es el resultado previsible del populismo con sus pulsiones, sus furias, sus vicios y su corrupción compulsiva. La ínsula de Santa Cruz. Y pensar que cuando Sancho Panza renunció a su cargo de gobernador en la ínsula de Barataria, le dijo a sus súbditos: “Sin plata entré a este gobierno y sin plata salgo. Bien al revés de cómo suelen salir los gobernadores de otras ínsulas”. Y cuando los duques le piden rendición de cuentas, responde: “Saliendo desnudo como salgo, no es menester otra señal de que he gobernado como un ángel”. Igualito a Ella y a Él.
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