A mediados de enero, siete productores familiares del paraje La Armonía –en Canelones– se esforzaban en superar obstáculos de gran porte, pero conocidos: el alza en los costos productivos, los desafíos que les impone el cambio climático y la caída en la demanda por sus hortalizas. De golpe, apareció en escena un monstruo que aún hoy les quita el sueño y tiene en jaque a sus sistemas productivos. Según comprobó el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), un vecino aplicó en una chacra con producción de maíz un herbicida autorizado –picloram–, pero en una dosis ocho veces superior a la indicada en la etiqueta del frasco.
¿El resultado? Se contaminó la cañada Valenzuela, de la cual esos granjeros tomaban agua para regar cultivos a campo y en invernáculos. Las pérdidas en varios casos llegaron al 100% de los frutos en desarrollo, comprometiéndose el recurso suelo, en el mejor de los casos, por varios meses.
Federico Montes, director de los Servicios Agrícolas del MGAP, explicó que “hubo un uso irresponsable de un agroquímico, en una dosis altamente mayor a la recomendada”, lo que causó “una fatalidad y una desgracia, con productores afectados no solo por el daño material, sino también por un impacto anímico”.
“El desánimo que tenemos es brutal. Te levantás, vas a los invernáculos, ves todo quemado, miles de plantas perdidas y de kilos desperdiciados y no sabés para dónde agarrar”, reflexionó Eduardo Casanova, uno de los productores que recibió a El Observador.
El MGAP identificó a los responsables del mal uso del agroquímico e inició un sumario.
El MGAP recibió siete denuncias formales y activó el sumario en un proceso jurídico que, esperan los productores, determine sanciones. Las autoridades no divulgaron la identidad de los infractores, pero dijeron que está “totalmente identificada” la empresa aplicadora, con la cual hubo una reunión, al igual que con el dueño del predio y su técnico, quienes llegaron desde Argentina a “una de esas reuniones poco gratas”, señaló Montes.
Los productores se están asesorando a los efectos de iniciar una demanda al vecino que generó el daño. “El problema es que esas cosas van para largo, capaz que nos lleva cinco o seis años y mientras tanto tenemos que seguir trabajando y lo que no queremos es que alguno quede por el camino”, expresó Casanova.
Recurrir a préstamos bancarios para obtener la liquidez que no llega dada la interrupción de las ventas “no está en los planes”, dijo tajantemente Casanova, dado que eso implicaría endeudarse con crédito que no sabe si podrá pagar.
Los granjeros se asesoran para iniciar acciones contra el vecino infractor: es un productor argentino.
Zulma Gabard, directora del sector Granja en el MGAP, precisó que más allá de la adversidad, que “fue una catástrofe, una tragedia”, dado el pequeño volumen de la producción afectada no hay riesgo de escasez de los rubros mencionados, y agregó que se hicieron todos los controles para asegurar que los pocos frutos, que pese a todo se cosecharon en esos predios y enviaron al mercado, fueran aptos para el consumo.
Con las manos en la tierra
Casanova, cuando recibió a El Observador, alistaba un campo para cultivar repollo, coliflor, cebolla y zanahoria. Tomate y morrón, sus especialidades, no podrá cultivar hasta pasado el invierno. Su señora (Delma) y hijo (Valentino, de 13 meses) habían ido a Montevideo. Delma lo dejó a cargo de vigilar cómo se cocinaba la mermelada en una enorme olla en el patio. En una pausa en esa tarea cruzó el campo, levantó el nailon de los invernáculos y mostró lo que había adentro: una “zona de guerra”.
“Comencé a notar el problema el 15 de enero. Ya había visto 10 días antes que algo andaba mal en el tomate, pero pensé que era por el exceso de calor. Esa demora en darme cuenta de la verdad me impidió salvar algo más”, lamentó.
En ese predio había, hace seis meses, 12 invernáculos y los temporales de setiembre a enero destrozaron cuatro. Casanova prefirió quedarse con ocho –por cuatro de ellos todavía debe pagar un préstamo a la Dirección General de la Granja (Digegra)– y con el seguro comprar un pequeño tractor.
En los ocho invernáculos a mediados de enero comenzó a ver cómo de pronto se fueron secando las plantas. En morrón perdió el 100%, que en el pico de producción equivale a 5.000 cajones de 15 kilos cada uno. Y en tomate perdió el 100% del chico (10.000 planchas de 10 kilos cada una) y el 60% del tomate grande (30.000 kilos).
A eso se le añade lo que seguirá perdiendo por no poder trabajar allí hasta que se elimine el residuo del picloram: “Perdimos mucho más que una zafra”, enfatizó. Por ser un herbicida de alta residualidad en el suelo, no podrán volver a cultivar pronto. Para peor, en suelos bajo invernáculos la recomposición es mucho más lenta.
Casanova recordó que ya el año pasado tuvo pérdidas por plantas que de golpe se secaron. Como era la primera vez, lo atribuyó a un exceso de lluvias. Este año el problema se expandió, percibió el mismo daño, pero ocurrió a la vez en seis predios vecinos y enseguida se pidieron análisis a las autoridades.
Casanova tiene por delante dos tareas. Apenas junte valor, arrancar miles de plantas muertas y quemarlas. Luego, sembrar rubros nuevos, rezar para que no haya “sorpresas” en esa zona del campo y en 90 días tener algo para volver al Mercado Modelo.
La producción que tenía en su poder previo al daño la vendió y pudo pagar las cuentas de enero. Para cumplir con los pagos de febrero y los que vengan después deberá recurrir a los ahorros.
“Por suerte nos ayudaron”, se apuró a señalar. Técnicos del MGAP y de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) fueron a tomar muestras de agua y suelo. La gente del ministerio ya informó los resultados. Desde la Dinama no se han comunicado.
La Digegra, por su parte, “se movió muy rápido” y les encaminó una solución eficiente para que esto no vuelva a suceder: en cada predio se construirá un pozo para obtener agua de buena calidad, para riego y consumo humano. El 80% de la obra la abonará el Fondo de Fomento de la Granja del MGAP y el 20% lo pagará el productor. “Ahí tenemos un problema, porque no tenemos producción para vender, cobrar y pagar”, dijo.
En esas obras ya se trabaja. Un geólogo, puesto por la Intendencia de Canelones, ya marcó los lugares ideales para cada pozo.
“La Intendencia de Canelones se portó de película. Nos visitó el intendente (Yamandú Orsi) y Matías Carámbula –director de Desarrollo Rural–, se la jugaron por nosotros y quiero aclarar que no hay ningún vínculo político, solo ayudaron a productores que quedamos en banda. La intendencia mandó agua potable, nos dio combustible, puso a nuestro servicio un tractor con el tractorista, nos dio semillas y fertilizante y parece que nos dará una ayuda económica”, enumeró.
“Nos ayudó pila la Sociedad de Fomento Rural de Canelón Chico y también el agrónomo Sebastián Peluffo, que lo tengo como técnico pagando poco, porque en eso me apoya el Ministerio de Ganadería, y nos ayudó a todos”, agregó.
Casanova y su señora hace cuatro años que viven en ese predio, que era del padre de Delma. Él vivió antes en Costas de Pando y ella en La Paz. “No nos vamos, nos quedamos, que es lo que corresponde porque nosotros hacemos las cosas bien, solo exigimos que todos actúen de ese modo”, pidió.
A 31 km del centro de Montevideo
La Armonía, un paraje de Canelones distante 31 km del centro de Montevideo, se extiende a ambos costados de la ruta 33. La zona donde viven y producen los horticultores afectados tiene como epicentro el kilómetro 42. Se accede desde la ruta 6 (próximo a Toledo) o desde por la ruta 11 (entre Canelones y Santa Rosa). El Observador visitó La Armonía un lunes a la hora 15 y salvo a los anfitriones, vio a dos personas: una dama aguardando a uno de los dos ómnibus que pasan (de las compañías Casanova y UCOT) y un señor que en un carro llevaba dos corderos en pie. Sobre la ruta 33 está el club La Armonía, que supo tener cuadro de fútbol y organizar bailes, pero ahora solo hace jineteadas –la última fue en enero–. Muy cerca, donde se unen las rutas 33 y 107, suele haber carreras de motos. En esa zona, además de algún cultivo extensivo de maíz y soja, hay horticultores, granjeros que crían animales como cerdos, aves y ovinos –casi nada de bovinos– y algún viñedo. A un kilómetro de la cañada Valenzuela, de la cual tomaban el agua los productores, hay una escuela rural.
Análisis
Cerca de la cañada Valenzuela hay una chacra con 12 hectáreas de soja y otra con 64 hectáreas de maíz. Los productos aplicados en maíz y en soja son registrados y autorizados. En soja no se constataron manejos indebidos. En maíz, sí. El único producto que se detectó en muestras de agua y suelo fue picloram. El resto –glifosato, entre otros– fue aplicado en dosis correctas. No se detectaron agroquímicos en el agua de pozo usada para el consumo humano.
La cifra
8 veces mayor a la recomendada fue la dosis de picloram utilizada, informó Federico Montes, director de los Servicios Agrícolas del MGAP. Dijo que “la etiqueta que posee cada producto es un documento legal y la dosis debe respetarse”.
Las frases
“Fue una catástrofe, una tragedia”
Zulma Gabard, directora de la Granja del MGAP.
Zulma Gabard, directora de la Granja del MGAP.
“El desánimo que tenemos es brutal”
Eduardo Casanova, productor de la zona de La Armonía (Canelones).
Eduardo Casanova, productor de la zona de La Armonía (Canelones).
Los siete productores afectados
Nombre: Luis Fresia
familia: vive en el predio un matrimonio con dos hijos
Superficie: 2 hectáreas
rubros: puerro, perejil, morrón, ajo y calabacín a campo
daños: pérdida del 50% al 75%, dependiendo del rubro
familia: vive en el predio un matrimonio con dos hijos
Superficie: 2 hectáreas
rubros: puerro, perejil, morrón, ajo y calabacín a campo
daños: pérdida del 50% al 75%, dependiendo del rubro
Nombre: Rodolfo Rodríguez.
familia: vive en el predio un matrimonio con un hijo “y viene otro en camino”
Superficie: 2 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo
daños: pérdida del 80% de la producción
familia: vive en el predio un matrimonio con un hijo “y viene otro en camino”
Superficie: 2 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo
daños: pérdida del 80% de la producción
Nombre: Solange Chiolini y Gustavo Barrutia
familia: vive en el predio un matrimonio con dos hijas
Superficie: 2 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo y a campo, maíz dulce a campo y producción de plantines hortícolas en invernáculo
daños: pérdida del 100% de los plantines hortícolas, de 100% del tomate de campo, de 25% del tomate en invernáculo y de 50% del maíz dulce
familia: vive en el predio un matrimonio con dos hijas
Superficie: 2 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo y a campo, maíz dulce a campo y producción de plantines hortícolas en invernáculo
daños: pérdida del 100% de los plantines hortícolas, de 100% del tomate de campo, de 25% del tomate en invernáculo y de 50% del maíz dulce
Nombre: Edgardo González
familia: viven en el predio un matrimonio con un hijo
Superficie: 1,5 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo y producción a campo de pepino, zapallo y melón
daños: pérdida del 100% de la producción de tomate y de 70% a 80% de los rubros de campo
familia: viven en el predio un matrimonio con un hijo
Superficie: 1,5 hectáreas
rubros: tomate en invernáculo y producción a campo de pepino, zapallo y melón
daños: pérdida del 100% de la producción de tomate y de 70% a 80% de los rubros de campo
Nombre: Richard Fernández
familia: vivenen el predio un matrimonio con tres hijos
Superficie: 2,5 hectáreas
rubros: producción en invernáculo y a campo de tomate, berenjena y ajíes
daños: pérdida del 90% de la producción
familia: vivenen el predio un matrimonio con tres hijos
Superficie: 2,5 hectáreas
rubros: producción en invernáculo y a campo de tomate, berenjena y ajíes
daños: pérdida del 90% de la producción
Nombre: Diego Guillén
familia: viven en el predio un hermano, la madre y la abuela del productor
Superficie: 2,5 hectáreas
rubros: tomate, morrón y berenjena en invernáculo y zapallo a campo
daños: pérdida del 50% en tomate y del 100% en los otros rubros
familia: viven en el predio un hermano, la madre y la abuela del productor
Superficie: 2,5 hectáreas
rubros: tomate, morrón y berenjena en invernáculo y zapallo a campo
daños: pérdida del 50% en tomate y del 100% en los otros rubros
Nombre: Eduardo Casanova
familia: vive en el predio un matrimonio con un hijo
Superficie: 4,5 hectáreas
rubros: tomate y morrón
daños: pérdida de 100% en morrón, de 100% en tomate chico y de 60% en tomate grande
familia: vive en el predio un matrimonio con un hijo
Superficie: 4,5 hectáreas
rubros: tomate y morrón
daños: pérdida de 100% en morrón, de 100% en tomate chico y de 60% en tomate grande
Un insumo inevitable
Los agroquímicos tienen un rol protagónico en el campo uruguayo. Y si bien un mal uso (como es el caso del paraje La Armonía) puede provocar daños graves, los beneficios de la utilización de agroquímicos son tan notorios que el modelo de producción agropecuario comenzó a priorizarlos y son parte fundamental del crecimiento del agro reciente.
En los últimos 17 años las importaciones de fertilizantes aumentaron más de 30%. De acuerdo a datos del Ministerio de Ganadería, en 2015 se importaron 546.691 toneladas. El pico más alto fue en 2013, cuando se importaron 981.052 toneladas, según un informe publicado por El Observador en diciembre de 2016.
La docente de la Maestría de Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias, Gabriela Eguren, dijo que como país agroexportador “es impensable” que Uruguay produzca sin la utilización de fertilizantes o plaguicidas, ya que permiten que nada interfiera en el crecimiento de los cultivos y por lo tanto la producción sea mayor.-
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